de cómo y porqué he fracasado en la vida.

No se confiesa así como así haber fracasado, no es muy habitual en esta sociedad en el que el más tonto tiene un despacho con vistas a La Castellana. Lo más que algunos admiten es un fracasito leve del que culpan a su ex. Alegan que fue por hacerse cargo de la ferretería que su suegro tenía en Huesca por lo que se vieron obligados a abandonar  el puesto importantísimo en la ONU.

No es mi caso, yo tropecé siete veces en la misma piedra. Se cambiaba de sitio sólo por verme en posición decúbito prono. Además me quedé sin fuel unos pocos metros antes de entrar en la atmósfera de Saturno, donde había planeado montar un bar de alterne. El tozolón no me importó tanto como el crédito que tuve que pedir para pagarme el viaje de regreso.

Asumo pues rotundamente mi fracaso. Mi mayor deseo en esta vida era ser, como D´Artagnan, capitán de mosqueteros. Sé  con absoluta certeza que me hubiesen ido mucho mejor las cosas siendo espadachín, a sueldo o autónomo, el caso era estocar, y aunque tanto Don Juan como Cyrano la palman desangrados, lo es igualmente que en la escena final se quedan con la chica. Una vez muertos no les sirve de mucho pero un personaje literario no necesita más.

También estoy completamente seguro de que hasta el esbirro más ruin de Richelieu, hubiese sentido vergüenza sabiéndose autor de una puñalada tan esquinera como aquella con la que me asesinaron por la espalda.

En mi caso quien se me despachó fue un gris subdirector comercial emboscado tras la máquina de café, malaya sea su sombra de yuppie. Son cosas que suceden cuando trabajas con quienes portan la hombría en el bolsillo interior del maletín.(1)

(1) J. Agustín Baigorri Lou ( Pamplona 1970- ) seguramente su vanidad de ovino de cebadero le llevará a buscarse a diario en Google.
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