de la Puerta de Toledo a los zaraguayos

desmontaje de los arcos del Mercado

De acuerdo en que bonitos, lo que se dice bonitos, no eran. Aseguran ahora los sapientes, si bien aquellos de entonces también aseguraron serlo, que rompían la estética del conjunto. Sea pues, entiendo que lo siguiente será echar abajo el NH dado que tampoco pega.

Eran los noventa, tiempos de marquesinas, de pérgolas y depuradoras. González Triviño se depuró a sí mismo yéndose a Bruselas. Lo que ya no recuerdo es si entonces éramos ricos o pobres. Cierto es que comprábamos los apartamentos en Marina d´Or como quien baja a por el pan y que a mi primo le hicieron inspector en la Opel. Por cierto, siempre que hablas con uno de la Opel te dice que trabaja de inspector.

También fue entonces cuando le extrajimos las vísceras a la Plaza del Pilar. Lloró mucho pero lo hicimos por su bien. El proyecto incluyó introducirle un parking por el recto. Después lo recolocamos todo aproximadamente como estaba y la solamos entera con baldosas que hacían patinar a  las ancianas cual piedras de curling. Dentro de la misma actuación la plaza de la Seo se empalmó con la del Pilar, suena feo pero así fue. Desmontamos la cruz, trasplantamos los cipreses y en su lugar pusimos una fuente con una cascada. Chúpate esa Tarzán, si te subes a los balcones de las monjas, y no lo intentes o llamarán a la policía, verás que la fuente tiene la forma de América del Sur. Desde el suelo no se ve tan claro así que los turistas apenas se percatan, o será por la solana, arbolicos a nadie se le ocurrió poner. Que se jodan los turistas, salvo el euro que se gastan en la cinta de la Virgen no se dejan mucho más. Se lo reservan para una paella salmonelósica que seguramente se zamparán en algún chiringuito playero regentado por un albano.

Augusto no opina acerca de urbanismo, o si opina es en latín, pero como aquí todos somos modernísimos no entendemos lenguas muertas. El César es tozudo y jamás gira la cabeza, los arcos pues no ha llegado a vislumbrarlos. Sí los veía la rana, pobre, antes de que se la comiesen. Creo que en ese restaurante que hicieron junto a Helios. Casi da miedito entrar. Se parece un poco al Titti Twister, en vez de Salma Hayek saldrá Mari Cruz Soriano en biquini bailando con la pitón.

A lo que iba: aunque uno no se caía de espaldas ni sufrías un vahído y vomitabas la borraja atacado por el síndrome de Stendhal, los arcos tenían su porqué.

El más grande evocaba la Puerta de Toledo, por la que se entraba cuando venías de Castilla, que es donde se firmaban los decretos antes de existir el Sr Biel. En una de las torres de esa puerta escondimos a Antonio Pérez cuando vino, jurándonos que su abuelo era de Calatayud, a pedir que le echásemos un cable porque Felipe II quería hacharle el cuello por haberse tirado, y sin parche, a la princesa de Éboli. El rey, que también ansiaba folgalla, se mosqueó soberanamente poniéndonos en el brete de defender al perseguido. Los zaragozanos le echamos más riñones que cerebro, un método que siempre nos falla pero hace Historia, y hubo leña para todos. Menos para Pérez que se las piró a Francia con 22 millones. O no, ese es otro, creo que estoy mezclando sinvergüenzas.

Los arcos pequeños aludían a los distintos nombres que tuvo la ciudad, el mismo pero mal dicho. Fue el propio César Augusto quien, en un arrebato de modestia, propuso llamarla “Caesaraugusta”, nombre que después se fue mutando en “Cesaracosta”, que parece el de un hotel de Salou.

Más tarde, y según cuentan las crónicas, ya llegando los moros por Valdespartera preguntaron a uno que se estaba arreando un platazo de migas apoyado en un chopo de la orilla del Canal. Respondió con la boca llena y los moros entendieron mal, encima hacía cierzo. ¿Saraqusta ha dicho?, y el otro dijo que sí, mas que nada para que lo dejaran en paz.

Así se quedó durante casi cuatro siglos, pero no debió gustarle a los cristianos. Una vez consiguieron entrar y después de un siglo dando el coñazo que si entraban que si no (la Reconquista fue una excusa perfecta para los caballeros cuando querían salir de noche), pasaron a llamarla Çaragoça. Tiempo después contrataron un publicista que les sacó una pasta y convenció de que la marca ganaría en españolidad implantándole dos zetas.

El problema lo tuvieron los futbolistas paraguayos cuando vinieron a jugar aquí. Si decían en qué equipo jugaban los del equipo contrario se les chungueaban, de no ser por ello ya hubiésemos ganado la Liga en el 75. Ya.

La historia es como la he contado. Lo juro por Nino Arrúa.
 
Saturnino Arrúa
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que trata de revoluciones (2)

albaciudad.org

La histeria colectiva sólo es energía calorífica. Tal vez los europeos viejos seamos unos hijoputas contenidos, tal vez, pero es que desde los fiestones en el Reichsparteitagsgelände no nos fiamos del todo. Hemos comprobado que llenar las plazas de banderas, aplaudir todos al mismo, corear idénticas frases e incluso tatuárnoslas en las nalgas, a veces resulta peligroso

Aún así hay que admitir que, como el número hace la fuerza, y volviendo a lo de darle la vuelta a la tortilla, es necesaria una multitud para voltear la sartén. El problema lo tiene aquél que tenga la camiseta en la lavadora o simplemente le desagrade el color. Ese lo tiene chungo para salir a por el pan.  
 
Es lógico que una revolución comience con cierto vocerío y un número significativo de patadas en el culo, pero después, y una vez asegurado a cada uno el primer plato de sopa, dicha revolución debería continuarse a base de libros, profesores y agua corriente. Como distribuir gorras entre la gente es mucho más sencillo lo que suele suceder es que Doña Demagogia, una mujer muy confianzuda, hace acto de presencia, se apoltrona en un sillón y allí se queda durante un par de generaciones.

Lo que está claro es que las cosas nunca se repartieron bien. Quien llevaba el camioncito con la riqueza no se sabía las calles e ignoró barrios enteros, lo que nos lleva a que una revolución de vez en cuando sea imprescindible. Eso sí, para que funcione ésta ha de ser limpia, mocita y con un cociente intelectual que la preserve de los malos consejos.

Y dicho lo dicho, que hasta ahora ha sido con todo respeto, permítaseme otra crítica y me marcho. Es a los Sres Morales, Mújica y Maduro. Ya que vas al funeral de un amigo del alma, qué menos que ponerte una corbata. Si incluso Lenin tenía dos o tres en el armario.

reuters
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que trata de revoluciones (1)


New Reuters

revolución.  (Del lat. revolutĭo, -ōnis).

1. f. Acción y efecto de revolver o revolverse.
2. f. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación.
3. f. Inquietud, alboroto, sedición.
4. f. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa.

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Las revoluciones son unas damas voluptuosas incapaces de currar en el mismo lugar durante una década seguida. Se crecen frente al poder, nunca en él, y cuando lo alcanzan, tras abrocharse la blusa y ocultar el pecho que mostraban, mutan en oficialismo, ganan peso y se ponen medallas en el moño. 

No lo digo yo, que ya lo dijo el Ché, creo que mientras iba en moto. La tortilla no es bueno que esté mucho rato dando vueltas en el aire o se corre el riesgo de que caiga por el mismo lado. Esto ya no lo dijo el Ché, es mío. 

Así pues, nada  de soldaditos en las calles. La Libertad gusta de salir a correr todas las mañanas con su chándal y su antorcha, pero si hay un jeep en la placeta prefiere quedarse en casa y pedir una pizza por teléfono. El si vis pace parabelllum ya no funciona, ha fallado durante los últimos veinte siglos. La Democracia es mayorcita y sabe ir sola al baño. En cualquier caso ya la tutelan los periodistas, los maestros, los taxistas y las vendedoras del mercado.

El ejército debe respeto al presidente no por su boina y su carisma del copón sino porque así viene especificado en la constitución, que es la señora que les paga el gasoil de las tanquetas. Si a los generales les parece más guapo y presidentable fulano que mengano no deben obviar ir a votar cuando proceda, y luego joderse y esperar otros cuatro años, como hace todo el mundo.

Conviene también que los gobiernos estén compuestos por más de un individuo, aunque existan iluminados dotados por Dios a quienes les basta con que alguien les alcance la corona de laurel de la mesilla. Y si bien es entendible que sea el presidente quien más cámara chupe, la patria no debe girar en torno a su persona. Los caudillos terminan siempre cayéndose del caballo, aunque sea de bronce.

La Democracia tiene un agujero en el vestido, ganar democráticamente no obliga a ser demócrata después. Tal vez la emoción impida al vencedor contar bien cuando sale al balcón y percatarse de que no están todos en la plaza. Argumentará que allí no caben, tachando en la libreta a esa tercera, cuarta o quinta parte que optaron por el otro candidato. Esos que ahora, mientras lo ven por la tele indigestándoseles la polenta, han de soportar que el elegido hable como si el cortijo sólo fuera suyo.