la mirada de Cristina Plazas

Él: Bueno, me voy… Asegúrate de que se toma el antibiótico.

Ella: ¿Te das cuenta que desde que nos separamos nos vemos más que nunca?

(silencio)

Ella: Quédate a dormir si quieres.

Él: No puedo, tengo cosas que hacer.

(ella cierra la puerta)
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en el Mal Ajeno, de Oskar Santos (2010)

la mirada de Belén Rueda



En el Mal Ajeno, de Oskar Santos (2010).

G A S O L E O

(retrospectivo con gasoil)

…esto no es en agosto, esto sucede en febrero, chuzos de punta en el Arrabal, un viento que te cruje.

-Jodo qué vida, piensa bajo su casco blanco el guardia municipal que pita junto a las murallas, pita fuerte para que le oigan el repartidor de Peipasa  y el taxi de al lado, que  es un Seat 1500 con una franja amarilla.

Oiga usted!¿Pero es que no puede ir por San Gil?, le dice el jubilado de la Renfe al taxista negro como el tito, y me refiero al ánimo porque el taxista es de Zamora, aquí aún no se sabe lo que es un tanzano, únicamente cuando Tarzán les grita lo de ankawa, ankawa.

Esto no está pasando hoy, siquiera son las mismas calles, éstas son de adoquines, de los de antes, redondicos por los cantos, gastados y oscuros.

Y por fin el surtidor, y atrás el hombre que lo manda, pequeñajo y embozado. Gorra del Zaragoza, botas chirucas y dos bufandas, las manos sin guantes, fumando Bisonte, uno en la boca y otro en la oreja para luego. 
–No pasen pena que esto no es inflamable -nos dice-. A mí plim si estalla la plazoleta, lo que quiero es largarme y llegar a casa, que ponen el capítulo final de “V”.

Mi padre arrima el furgón, blanco, limpio, con olor a telas y ambientador del arbolito, aquella Nissan venida de lejos en la que debió acontecer mi primer polvo pero no aconteció. Tampoco el segundo, que fue en un sofá cama con sonidos indiscretos, ni el tercero, que fue en una playa qué sé yo dónde.

Tres bidones, ciento y pico litros de gasoil para calefacción pagados  en pesetas, van mezcladas del Rey y de Franco, propina no, hace mucho frío en esta plaza como para tener voluntad. Tres bidones cargados en la furgoneta con  el esfuerzo de mis riñones adolescentes. El jersey me queda corto  por el estirón,  se me ve la chicha y el cierzo me peina los pelillos, leves, de la espalda.

Gasoil de calefacciones.

El taller huele a radiador caliente pintado de plata, mi padre plancha los abrigos oyendo a Luis del Olmo y mi madre pega botones enormes y granates. Luego acomoda las prendas en la percha acaricándolas. Marisol hace los bolsillos y Pepa se encarga de los forros, la cadena funciona mejor que la de Henry Ford, ya quisiera él. Yo lo anoto todo.

Sifo, hecho un ovillo negro a mis pies, irreconocíble dónde la cabeza y dónde el rabo, se echa la siesta número seis de la tarde de invierno, que, ahora que pienso, es como la de Machado, peor contada.

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Puertas (II) c/ Manifestación nº 38

calle de Manifestación. Zaragoza
Es el segundo portal que cuelgo en el bloc. En realidad es más que un portal, fue el de mi familia pero de eso hace mucho, entonces las palomas todavía arrullaban allá arriba sin la obligatoriedad de portar el carné de paloma.

Por eso no voy a decir nada poético de él, ni lo necesita ni mis abuelos le importan demasiado a la red. 


Tampoco le importa a nadie qué disco puse para besarla ni cómo se llamaba ella -si pienso un rato me acordaría-, ni si después de tres horas de parloteo en la buhardilla me armé de valor y la besé.

El portón es el mismo aunque con cicatrices, los aldabones los quitaron,  se llevaron el gran farol de forja que colgaba en el zaguán y  la puerta por la que se accedía al patio de escaleras, que tenía
los tiradores de bronce y los cristales grabados  con las iniciales del propietario. El mármol fue más fuerte y se quedó.

De ahí para adentro todo lo que hubo y me importó cayó martillazo a martillazo con la reforma y las impías madres que la parieron.

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Nota: Este portal lo poseyó y traspasó a diario hasta sus penúltimos días el que fue alcalde de Zaragoza entre 1954 y 1966.

Vinilos en el rastrillo (Ay Mari Cruz!)

Yo tampoco entiendo el mundo, Mari Cruz, nadie podía imaginarse que nos afanaríamos en acumular música dentro un cacharrito del tamaño de un mechero Bic, más música de la que cabe en una vida.

Y que no te engañemos los nostálgicos, sólo somos plastas que conservamos en el trastero los elepés de Tequila y el walkman devorador de pilas. La realidad es que ya no hay remedio, este tiovivo se acelera un poco más cada ratito, volver a los diecisiete sólo es una canción y las cosas son como están.

Pero no tengo vergüenza, soy un canalla, no te rescaté, ni a ti ni a Rocky Sharpe, siquiera a Fofó. Os dejé deformándoos bajo el solazo del escaparate junto a un cenicero de conchas recuerdo de Benicasim.

La alta fidelidad es un concepto carroza, sobran aquellos baffles enormes forrados con aironfíx, los quinceañeros se meten en la oreja un auricular y así el tímpano se perfora mejor y en menos tiempo. Hoy manda la eficiencia.

Son las claves de este siglo, Soriano, que tu piano ocupe poco espacio y que se pueda descargar en el mínimo tiempo posible.

Y dime cómo coño se puede descargar un piano en diez segundos.

Este es el sofá de flores de "Los Abrazos Rotos"

Hace unos post hice referencia a Pedro Almodóvar y un sofá, y que era de flores, afirmé, pero confieso que la hice al tuntún, recordando vagamente a todos en uno imaginario.

Después abrí el cajoncito en el que guardo mis nueve o diez neuronas más operativas y localicé éste, el penúltimo sofá de la película porque el último -por ahora- es el de la escena de Machi con Penélope.

tuntún.al, o al buen, ~.1. locs. advs. coloqs. Sin cálculo ni reflexión o sin conocimiento del asunto.

(dice la R.A.E)


verde manzana.

Primero se fijó en la chica, y después en el color de sus zapatos, verde manzana. Eso sucedió en un autobús rojo un mediodía de hace algunos veranos sin numerar.

Yo hago únicamente mi parte y ordeno estas letras, aunque la verdad es que es difícil que vuelvan a coincidir en otro autobús u otro mediodía rojo por un lado y verde por otro.

Si bien, el universo existe gracias a media docena de coincidencias rojas y verdes. Por ejemplo: no deja de ser una pura casualidad que yo esté escribiéndolo aquí en lugar de en una pared de Júpiter.

En alguna parte hay un semáforo enorme que dice sí o no cada vez que deseamos algo de improviso.

Así pues, el mundo es rojo como un corazón excitado, y verde como la botella de cerveza que voy a sacar del frigorífico dentro de un minuto.

Polítics embolats. (el complicat que és ser nacionalista i ecologista al mateix temps).

Habrá quien crea que las teas encendidas en las astas de los toros son colocadas por un equipo de veterinarios con bata blanca y un pulsómetro que acarician al bicho el lomo. Pínchese en el video a fin de comprobar en treinta segundos cómo dicha idea, propia del pony de Pin y Pon, es absolutamente infundada.

Dado que un toro de 500 kilos dista mucho de un caniche, no hay adiestrador en el mundo que convenza al animal para que se deje colocar los herrajes ardiendo en los cuernos a cambio de una croqueta de Purina.

Así pues esta es la correcta forma en la que se hace: mediando una docena de valientes (si bien para ser valientes gritan y corren como condenados) que sujetan a lo bestia a la bestia. Dado que todo este proceso se realiza en perfecto idioma catalán los políticos nacionalistas no ven en ello nada punible o susceptible de ser ilegitimizado.


Y que conste, tratándose de humanidad y ética, lo poco que a ellos les preocupan los votos que podrían extraviar caso de extender su ecologismo a las riberas del Baix Ebre.
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Las imágenes las he robado de la emisión de Informe Semanal del sábado 31 de Julio.

Los toros pertenecen a Picasso y son un préstamo personal.


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Mismo lugar hoy y hace 60 años.-

Plaza de Lanuza. Zaragoza
Entonces Plaza de Lanuza, hoy Avda de César Augusto.
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Nota:"El Pequeño Catalán", a la izquierda, se mudo y ocupó durante cuatro décadas los locales del actual "Hotel Catalonia", en la Pza del Justicia, para regresar en los noventa a su antígua ubicación.
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Puertas (I). Antiguo Colegio Santo Tomás de Aquino. c/ Buen Pastor.

No nos gusta lo viejo, somos el copón de modernos, andesté el metacrilato que se quiten las taraceas mudéjares.

Aquí Norman Bates jamás hubiese poseído un motel tan chungo, se le recalifica, se le expropia para ensanchar las carretera y listos. Que le den a Hopper, diríamos, y que venga Calatrava a diseñar un monolito para la rotonda.

Por eso, cada vez que paso por este vestusto y resabido portón tengo cierto miedo a su ausencia, temo al iluminado de turno, al puntero arquitectucho mimoso de la vanguardia y sus candelabros, que diría Mazagatos. Un mesias que tirando de chequera pública, reforme hasta el tuétano lo que quede por reformar y mande la puerta al anticuario.

Y de ahí al pub de moda o al chalé marbellí del insigne empresario Sergei Cocacoinovski.

Confío que no lo vea yo con mis ojitos, pero por si acaso la fotografío y cuelgo en el bloc. Con el permiso de Labordeta, cuyo padre dirigió a contracorriente el colegio que existió en este edificio de la calle Buen Pastor.

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Creo que tengo novia.

Hoy he conocido a una mujer encantadora.

Algo fría, es cierto, aunque dicen que al mediodía, con el sol de Julio, se pone un tanto cachondilla, según el día quema incluso, pero eso son habladurías de imbéciles que la han pretendido y fracasado.

Conmigo ha estado distante pero muy correcta, sobre todo en el primer momento, después hasta ha llegado a sonreír, una sonrisa muy clásica y sensual.

Me he cortado un poco porque una dama gitana no nos quitaba ojo desde el banco de la esquina. A su nieto pequeño –nos contó- el juez de menores le estaba soltando no sabía bien qué rollo.

Por lo demás la plaza tranquila, en la tienda de disfraces un Pierrot bastante inexpresivo charlaba con el currante de Focsa que acababa de regar la calle.
-¡Qué trabajo bonito el tuyo! –le decía.

Mi nueva amiga se ha negado a darme su nombre, era excesivo para la primera cita con una señorita dieciochesca, me ha aclarado, eso sí, que ella jamás ha sido de Samaria.
-Está muy lejos y hace mucho calor –dijo riendo-, yo en realidad soy francesa…

-Ya le había notado el acento –le mentí.

Es un poco mayor para mí, no voy a engañarme, pero eso no me importa en absoluto, su rigidez tampoco. Sobre todo me encanta su chorrito.

He deseado besarle la nuca.

Por supuesto no lo he hecho, además un guardia inoportuno ha venido diciendo incongruencias acerca de vandalismo y otras sandeces.

Tenemos un Ayuntamiento muy poco romántico.

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setenta y siete mil setecientos setenta y siete.

Los coches no tienen biografía, o no les dejamos, cuando llegan a viejos a poco que tosan los convertimos en chapas descontextualizadas, en piezas de colores sucias de orín. No está bien lo que hacemos con los coches, deberíamos ser más humanos con alguien que ha soportado tanto nuestros estréses.
E
l motor del mío vino desde Southampton, allí, una fría mañana de primavera, lo ajustó un operario a punto de jubilarse llamado Garry Mills, un rubio barrigón al que en su vida le dio el sol más de dos días seguidos. Fue a última hora de la jornada, luego, camino a casa se tomó tres jarras seguidas de cerveza en el pub de su amigo Jhon Brennan y esa noche le hizo el amor a su pecosa esposa Leanne. Poco rato, apenas cinco minutos antes de quedarse frito oyendo a Bonnie Tyler.
Semanas después, un buque contenedor con nombre gaélico y tripulación pakistaní, trajo hasta aquí el coche a medio hacer, un viaje realmente malo porque en el Canal había mar gruesa. Es a lo que te arriesgas si eres ensamblado en una isla.

Lo que quedaba fue mecanizado en Almusafes, un día a principio del otoño y después de almorzar, y el operario esta vez se llamó Vicente Cosías Pí, que era de Mislata. Su novia, Amparito, le esperaba al final del turno en la parada del bus y se tomaron dos horchatas en un bar de Benimaclet. Al anochecer también hicieron el amor, durante más rato que los ingleses porque eran más jóvenes y porque la horchata da menos sueño. En el radiocassette sonaban los Presuntos Implicados.

A mí me lo vendió una señora madura y guapa, un tanto pija como para llevar un coche tan macarra, la dama era de de San Juan de Mozarrifar, que a pesar de lo largo de su nombre es un pueblo muy pequeño.

Y así hasta la pasada madrugada de verano, a las seis y seis en el paseo de Echegaray y Caballero, pegadito al Ebro, las coordenadas exactas fueron 41 grados, 39 minutos Norte y 0 grados, 52 minutos Oeste, lo he mirado en Google Maps. Allí fue donde, diecisiete años y seis meses después de aquel viernes de Enero en el que salió de fábrica, mi sufrido Ford Escort Xr3i color blanco puso su cuentakilómetros en 77.777.


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Tú sabes que te quiero...

Lo sabes, aunque tú te hagas la que no. Sabes que te quiero. Te veo en los zapatos dorados de La Maja, en el pañuelo negro de Clara Aldán, en el anaranjado de mi zumo de naranja y en el río color pardo que, siempre gruñendo, divide mi ciudad.

También te quiero y veo en los quevedos de Quevedo, en los bigotes de Albéniz, en las barbas de Valle-Inclán y en la bacía abollada de Alonso Quijano. Y te deseo en los ojos de Casta y de Susana, en los de en los de la Lirio y en los del Guadiana.

Pero es difícil quererte, ¡joder! Es la purísima verdad, es arduo besarte cuando te revuelves con tu geniacho de heroína. Es jodídamente complicado rodearte las caderas cuando te las das de niña decente y de luto.

Aun así se me cae la baba contigo cuando Contador se come con patatas el Tourmalet, cuando las chicas de la sincronizada brincan sobre el podio, cuando a Serrat y a Sabina les hacen la ola en Buenos Aires, cuando los británicos exclaman Óh maigúd! ante la Venus del Espejo.

Eres guapa hasta cuando estornudas, feroz cuando Peribañez se harta y desdobla la cerviz, única cuando Almodóvar encuadra un sofá estampado de flores, cuando Picasso garabatea un garabato o cuando una universitaria neoyorquina se sienta a leer a Lorca en un banco de Central Park.

Me molas de rubia y de morena, de nazarena y de manola, de jotera y desnudita. No me importa que seas una diosa venida a menos, una niña ludópata, una abuela anárquica y mudéjar, una adolescente adicta al moscatel...

Lloro cuando te vuelan por los aires, cuando te estrujan tus hijos más hijosdeputa: Lloré contigo la mañana de los trenes y todas esas tantas veces en que lo perdiste casi todo. Lloré, sin estar, con los mozos que venían malgastados de Cuba, con las minas que se cerraron, con las vacas que también, con los altos hornos. Lloro cuando descubro que somos lo mismo que el Tenorio; unos chulitos heridos de muerte.

Lloro especialmente cuando te vapulean algunos de tus politicuchos. Cuando se te llevan los dineros a otros pagos, cuando ciertos canallas te privatizan las entrañas y los servicios públicos. Lloro con la misma fuerza que me río, con los diálogos de Azcona, con Super López y con el discurso del alcalde de Villar del Río.

Aunque ojo, no te confíes. No estires demasiado mi amor porque también te odio. Te odio cuando eres burra, cuando te lastimas arreándote cabezazos —sin boina como decía Gila—, cuando corres descalza tras los santocristos que nada te dan sino disgustos. Te aborrezco cuando te pringas hasta las bragas lanceando a un toro, cuando tocas tan fuerte las castañuelas que no nos dejas pensar, cuando prescindes de los argumentos y tiras de riñones.

Me sulfuro cuando te entregas porque confías como una pava en los que te tratan como un trapo, un trapo rojigialda. Me das pampúrrias cuando te dejas sobar por los zoquetes, esos analfabetos  en historia ultra-machitos que ansían demostrar que sólo ellos te satisfacen en la cama. Obtusos y catetos siempre dispuestos a hostiarse y hostiar a quien utilice más de uno de tus muchos idiomas.

Y
me irritas sobre todo cuando te disfrazas de flamenca con raybans y dejas a tu novio sin palabras, confundido el pobre, creyendo todavía a estas alturas que cuando besas es que besas de verdad.

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