antes muertos que sencillos

EFE

sofisticado, da.
(Del part. de sofisticar).
1. adj. Falto de naturalidad, afectadamente refinado.
2. adj. Elegante, refinado.

Se quejaba Platón de que los sofistas eran unos pelmazos. Son unos cansinos que van de listos, opinan de todo y meten unos rollos que se raja hasta la gorgona, decía abriéndose una lata de Duff. Lo peor es cuando te invitan a una boda y te sientan en la misma mesa que tu cuñado el sofista. Que si los gambones están así, que si el ternasco asá…

En cambio hoy en día a la sofisticación le disgusta la dialéctica, prefiere hacer uso de un vocabulario que no exceda de las cien palabras, ochenta más de las necesarias para entenderte en los fiestones en Marbella. Alguien sofisticado, sea hombre, mujer o cabra hispánica, debe carecer de glándulas sudoríparas y poseer la suficiente liquidez para adquirir cosméticos que le disimulen la simpleza. La sofisticación sale por un huevo y es más cara cuanto más tonto eres. En cualquier caso, yendo de minimalista o recargado como un trono sevillano, el afán es distanciarse con la celeridad de Speedy González de la vulgaridad, una cosa asimilada a la gente de barrio que bebe cañas y trabaja.

La RAE, a la que algunos conceden más autoridad que al Cosmopolitan, antepone la acepción negativa, pero es que la RAE tiene muy mala uva, y aunque viste como la Señorita Rottenmeier la ropa interior la lleva de Andrés Sardá.

Por su parte la horterez, que viene a ser la prima pobre, aguarda agazapada en los rotring de los diseñadores a que lleguen los festivales, las entregas de premios y las bodas. Al final nos sobran los tules y los huevos fritos con nitrógeno pero nos falta estilo, elegancia, y lo que es peor, personalidad.

Ir vaporosa, descalza y de amarillo no es suficiente. Si hay próxima vez, que ojalá no porque la Merkel nos prohíba participar en nada que quede al norte de Andorra, prescindamos de la imagen de hada lasciva y de evocar artificiosamente a celtas o carpetovetones. Ya somos guapos siendo como somos. Dediquémonos exclusivamente a cantar, que sí son jotas siempre lo haremos mejor los daneses.

An elegant beauty. William Clark Wontner
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R O M E R O


Constantino Romero

Es que yo trabajé seis meses en Londres, de becario de beefeater, me cuenta mi vecino con su acento de Gibraleón, pero antes de eso ya había hecho un curso en CCC así que el inglés es mi segunda lengua. 
 
Oiga usté lo que dijo Isaac Newton, continúa, “Many wall but not enough bridges”, y lo dice poniendo cara de angloparlante con camiseta del Recreativo. Y otra cosa, vecino, las películas dobladas pierden mucho, concluye.

Doña Resurrección, la del séptimo, golpea con la culata de su AK-47 en la puerta del ascensor. Fuerzo por doceava vez la despedida, sonrío y me excuso. Que hasta más ver, que me hierve el niño y se me despierta la sopa, o no sé, pero que quiero irme.

See you later, se despide levantándose ligeramente la montera mientras el ascensor desesperado consigue por fin cerrar las puertas.

Envidio a mi vecino. Los conocimientos de inglés que un servidor maneja escasamente dan para explicarle a una guiri por dónde puede regresar a su hotel de Finestrat y avisarle que aún lleva puestas las bragas en la cabeza. 

Estoy terriblemente lejos de seguir sin extraviarme el argumento de El Rey Lear en su lengua madre, y si es en la de la mía no me despierto hasta el follón del último acto. Tampoco soy tan cinéfilo como para compartir gemidos de desaprobación con quienes acusan de infinita perfidia al doblaje. Así que me permito opinar con toda la vulgaridad que me cabe en mi metro setenta y cuatro ya que tampoco me pagan por teclear para la agenda cultural de El Faro de Lumpiaque.

Porque si es por placer estético, basta con oírles decir maybe para que a uno se le desmoronen los mitos. Si cuando Rick está arreándose cabezazos contra la mesa y le suelta a Sam el rollo de que “of all the gin joints in all the towns in all the world, she walks into mine”, le das a la teclita del Dual, tendrás el dudoso privilegio de escuchar la agaitada voz del Bogart real, ese guirigay gangoso indigno del soberbio porte de su careto. Dime cómo coñe te emocionas con eso, más parecido a la Blasa de José Mota que al maestro de los seductores.

Quizá, aunque también lo dudo, el ogro Shrek, sin dejar de ser un orgo repugnante, resulte más adorable en versión original. Pero que no intenten venderme a Catwoman mordiéndole la oreja a Batman en inglés californiano. Michelle Pfeiffer tiene la misma voz que la máquina de tabaco del bar que hay bajo mi oficina.

Le doy pues las gracias a Constantino deseándole buen viaje. Y por mi parte, desde este bloc ignoto e indocto editado a la sombra de un sicómoro ahora sin hojas, pido al Ministerio de Cultura, si es que aún existe para cuando edite, que en los títulos de crédito de los filmes extranjeros salgan enmarcadas las fotos de los actores de doblaje, auténticos artífices de las emociones que al vulgo nos proporciona un filme. Desde el de Abraham Lincoln al de la novia de Chucky. 
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L A N D A


Ha pasado ya la semana reglamentaria que sucede a todo óbito decente. Los amiguísimos del copón, los mejores compañeros, los culturetas canosos y las presentadoras con la EGB inacabada mandando besos. Las cadenas de televisión destaparon los frascos de cloroformo y abrieron las latas de las películas sesenteras para arrancar una torcida sonrisa a los nostálgicos.

Bien que podrían haberle dado una alegría a la Sony de 42 pulgadas de Mediamárs, con su Full LED de 1080 píxeles, o díxiles, lo que sean, y programar una película de menos de 30 años que le permitiese lucirse a Don Alfredo

Pero quita, quita, debieron decirse los programadores de Cine de Barrio, la que vamos a poner es El Vecino del Quinto porque así, volviéndonos a reír de los maricas, quizá nos dejemos de escrachar, de exigir que se apliquen la lógica y la justicia, de amagar con partidos minoritarios que rompan la baraja. Recurriendo a lo grotesco, pensaron, la gente recordará lo pobres, decentes y catetos que éramos y se convencerá por fin de que todo ha sido un sueño.

El propio Landa nos enseñó a dejar de ser landistas y colgar la boina en el perchero, no por indigna sino por innecesaria. De él, que era un divo camuflado en señor bajito, aprendimos lo buena gente que somos y qué tiempo necesita un buen sofrito.

Luego nos abdujeron, entes institucionales, privados, corpóreos o electrónicos y España se puso bata y rulos y regresó al setenta y dos, a los diretes de las folclóricas, a nombrar alcaldesas honoríficas a las vírgenes, a darle más mérito a un torero que a un microbiólogo, al hijo de una tonadillera que a un miembro de la Unidad de Rescate Marítimo.

Hoy España es más antigua y los adolescentes más machistas. Como nos descuidemos de aquí a poco volveremos a hacernos pajas cuando Nadiuska salga del baño envuelta en una toalla diminuta.  
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Nota:Por suerte, la 2 de TVE queda en el extrarradio, lo suficientemenre lejos del "barrio" como para sí saber hacer los homenajes y emitir El Crack, una de entre las mejores inmejorables que protagonizó Alfredo Landa.
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mieditos a los rojos y otras neuritas


Soy malo, y yo ni idea, advierten determinados politólogos de plató. Y un extremista puesto que no censuro los cercos al Congreso. Además muy violento, apuntan los mismos eruditos. Que tengo la desfachatez de considerar imperfecto el sistema de bienestar y me dispongo a echarlo abajo mediante la fuerza. Y que no sería nada extraño que me hubiese montando en el trastero un zulo, de esos de plástico del Ikea, concreta el ponente más actualizado, para amedrentar a mis conciudadanos ricos a quienes aborrezco por poseer mentes más brillantes y eficientes que la mía. Vaya un disgusto para mi abuela que soñaba verme ginecólogo de la Familia Real Británica.

Tranquilícense. Sepan ante todo que un servidor sería incapaz de torturarles. Para empezar no suelo coincidir con ninguno, ni en el rellano, ni en el 52, ni en la máquina de café. Siquiera recuerdo que me hayan sido presentados. Con una excepción; el dueño de aquella fábrica, señor muy considerado con sus libertos, que entabló una ligera charla conmigo mientras contemplaba cómo le lavaba el coche y vaciaba el cenicero. Se dirigió a mí llamándome Bermúdez, me preguntó qué tal se criaban mis trillizos y agregó que por mi sonrisa deducía que al Depor le había ido bien contra el Villareal.

El que algunos tengan cierta buena voluntad lo admito, los ricos poseen idénticos cromosomas a la gente honrada, pero hacen mucho pamento y se espantan como gallináceas cuando ven más de tres personas juntas en su acera, aunque sean por la comunión de la niña del conserje.

Leo en la peluquería de mi amigo Mohamed los abecés de la semana pasada. Los titulares son traídos de 1930. Los obreros, alertan las editoriales, tienen mal perder. Inciden por su parte las cabeceras de La Razón en la animalidad de ese proletario que reacciona chungo cuando un banco, una entidad sin duda honesta dado que está sostenida con dineros del Estado, le reclama las llaves del pisazo de 60 metros con usufructo de tobogán, patito con muelle y espectaculares vistas a las vías del tren de cercanías.

Será pues verdad y sin saberlo pertenecemos a un colectivo peligroso, a pesar de que somos nosotros, los obreros, incluidos los parados, los inmigrantes, los que hacen fotocopias en la Consejería de Chuches de la DGA y los empleados de RTVE, los mejores pagadores en gasolineras, eléctricas, carrefoures y Loterías y Apuestas del Estado, y es de nuestras declaraciones de hacienda de quien depende que Bárcenas tenga de dónde sacar para ornamentar con confeti las botellas de Chivas y demás emolumentos del Secretario del Delegado, o de la Delegada de la Secretaria, o de la Secretaría de la Delegación, o de todos ellos y ellas, que para algo tienen un cuñado en el poder.   

O lo que sucede quizá es que esa Derecha, una señora en principio amable pero que debería fijarse bien en con qué tertulianos gusta de retozar junto a la chimenea del chalé de Cercedilla, es aficionada a la güija y el vasito se lo menea siempre el espíritu del mismo de la FAI que en el 39 se llevó por delante, él sólo y sin ayuda de Azaña, a una familia entera de marqueses sin perdonarse siquiera al loro, al que fusiló tras comprobar que comía bastante mejor que sus chavales.

Si es ése el caso llamen presto a Carmen Porter. Ella sabrá guionizar sus pesadillas en sepia y ponerles un fondo de música de miedo. Cuéntenle a Iker que ven fantasmas de izquierdistas peligrosos por doquier y él, que se conoce a todos los ectoplasmas de aquí a Belmonte de Gracián, les recomendará para el exorcismo un libro de Dragó, una estampita de Llamazares y un tratamiento a base de trankimazines y Phoskitos.
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