Págale a los traidores de una vez.

Me dicen que Viriato ha muerto en prime time y que ha sido una canallada esquinera y españolísima. Sin incorporarse  apenas del triclinium, el cónsul romano finiquitó casi gratis al decano de nuestros libertadores. A saber qué hubiera sido de nosotros si el lusitano hubiese conseguido echar a los latinos a puntapiés Meseta abajo hasta Sagunto.

Quizá hoy nuestro idioma, y por ende el de los tucumanos, caraqueños, bonaerenses y tijuanacos, hubiese sido una suerte paleohispánica intraducible y llena de olcusivas, un coñazo del que estaríamos muy orgullosos pero en el que Cervantes se hubiese vuelto mico para escribir una sola página.

En este caso, y sin que sirva de precedente, admitamos que bien está lo que mal acaba. El triunfo de los malos, siesos y con su plumero en el casco, nos convirtió en una civilización, sembrándonos de puentes y acueductos que, de haber estado solos los hispanos, jamás nos hubiésemos puesto de acuerdo para construir. En Segovia no, dirían los tarraconenses, que ya tienen los cochinillos…

Los guionistas de la serie llevan semanas jurando por Snoopy que sus musas han estado mediatizadas por las exigencias del mass media, ignoro pues a quien habrá que agradecer sus mejores gags, como por ejemplo el que una lusitana del siglo II AC se llame Bárbara, tal como la Rey o la Streisand. 

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Grillos progres, laicos y promíscuos.

El que los grillos sean unos tíos grandes nadie lo discute. Bien es cierto que el artículo pasa por alto informarnos de la opinión generalizada de las grillas, que supongo habrá de todo. No obstante, entre polvo y polvo a esa velocidad, al grillo apenas le da tiempo para lavarse, eso ya dice mucho.

Mi objeción no es por tanto moralista, allá cada uno sea ortóptodo o lepidóptero, además dudo que mi opinión le sirva de algo a la diosa Evolución a la que, haciendo la salvedad del ornitorrinco y el pez martillo, más o menos le han salido bien las cosas.

Simplemente querría poner en conocimiento del redactor de ADN que los grillos, así como los tucanes y los congrios, o en su día los tiranosaurios rex, es completamente imposible que forniquen.

No por falta de ganas, no, que menudos son, sino porque entre ellos nunca ha mediado el vínculo moral ni legal del matrimonio. Malamente pues pueden mancillarlo yéndose con una grilla que no les corresponde.

Es un concepto complicado, bien lo sabe Dios, él más que nadie, decenas de siglos tras la invención del latinajo todavía lo estamos redefiniendo, pero lo mires como lo mires no existe cura, juez ni formulario municipal que conmine a los animales a unirse o seguir unidos más allá de lo que su naturaleza les obligue.

Así pues forniquemos y condenémonos nosotros, el que quiera, pueda, o no tenga más remedio, pero no convirtamos en irredentos pecadores a esos inocentes bichos. Agradezcámosles mejor el coro con el que nos acompasan nuestra propia coyunda en las tórridas noches de verano.

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Fornicar:

(Del lat. fornicāri).

1. intr. Tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio. U. t. c. tr.

Ni en dioses ni en reyes ni en tribunos… (*)

Hemos bajado la guardia Marcelino.

Y ya ves cómo nos va, los curritos hemos llegado al tercer milenio siendo una bien enseñada trouppe, una masa blanducha, una fila de a uno de liliputienses timoratos que sólo aspiran a que llegue el próximo puente.

Nos convencieron o nos convencimos de que ya éramos burgueses, tal vez porque conseguimos pagar en cinco años el Audi.

Esos dos o tres que aún levantan el puño nos parecen anacrónicos, pringadillos, palizas megafoneros, dado que ahora somos modernos y europeos dedujimos sobraban las pancartas y los pitos.

Cuatro décadas después de que te comieses el marrón de Carabanchel los amos del cotarro vuelven a apretarnos las tuercas, nos amenazan con que el que se cantee se va a la cola, meten miedo vaticinando que la jubilación no nos va a alcanzar a todos, diciendo que el que se ponga más malo de la cuenta tendrá que pagarse él mismo las inyecciones.

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El mundo va a cambiar de base.
Los nada de hoy todo han de ser. (*)




 

Index librorum prohibitorum (Bocazas, jovencitas niponas y guardianes de la moral).


Los seis siglos desde Boccaccio no cuentan, la ministra de Cultura ha dicho que los libros no son libres y que no se libran.

González Sinde parece opinar que, por encima del de despegarnos de la vulgaridad haciéndonos volar en alfombra sobre Samarcanda, el deber primordial de los libros es proteger los valores,  moralizando siempre, siempre moralizando.(*)

Pero lo que duerme entre las páginas de un libro no tiene porqué pertenecer al mundo, allí dentro el bien y el mal puedan llegar a confundirse y besarse, leyéndolo te expones al peligro maravilloso de toparte en medio de un capítulo con una irreverente bofetada a la lógica o a la bondad.

Recuérdese a ese cabronazo de Lázaro engañando al pobre ciego a fin de que este se parta la cara contra una pilastra, o la humillación pública del judío Shylock, nada más incorrecto visto desde nuestro siglo de las lucecitas halógenas.

Precisamente, en tiempos de iluminación, no debería existir ningún temor a una cierta incorrección en letra de imprenta, de lo contrario nunca hubiésemos sabido de las artimañas de la Trotaconventos o del sofoco de Cécile mientras el Vizconde de Valmont hurga entre sus enaguas.

Sepa usted, señora ministra, que los lectores ya somos mayorcitos.

En cualquier caso, con dejar el sucio y maldito libro oxidarse en el estante de la fnac, sería más que suficiente.

Lo que sucede es que, ante este tipo de fatuos desatinos, los propensos al escándalo se frotan las manos. A falta de nada interesante que decir, sus siempre correctos grititos de horror ahogan los pensamientos menos simplistas.

La Historia de Nastaglio Degli Honesti: Un cuento perverso en el Museo del Prado.

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(*) Fragmento del discurso de la ministra a raíz de la polémica provocada por el cuento de las lolitas japonesas de Sánchez Dragó: "La literatura no es coartada. (...) Las obligaciones y valores de un escritor no son distintas de las de cualquier otro miembro de la sociedad. El oficio de literato no es un eximente para quienes, con sus palabras, por muy hábilmente que estén ordenadas, ofenden, desprecian y se saltan las reglas de convivencia"
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/30/cultura/1288439268.html