Index librorum prohibitorum (Bocazas, jovencitas niponas y guardianes de la moral).


Los seis siglos desde Boccaccio no cuentan, la ministra de Cultura ha dicho que los libros no son libres y que no se libran.

González Sinde parece opinar que, por encima del de despegarnos de la vulgaridad haciéndonos volar en alfombra sobre Samarcanda, el deber primordial de los libros es proteger los valores,  moralizando siempre, siempre moralizando.(*)

Pero lo que duerme entre las páginas de un libro no tiene porqué pertenecer al mundo, allí dentro el bien y el mal puedan llegar a confundirse y besarse, leyéndolo te expones al peligro maravilloso de toparte en medio de un capítulo con una irreverente bofetada a la lógica o a la bondad.

Recuérdese a ese cabronazo de Lázaro engañando al pobre ciego a fin de que este se parta la cara contra una pilastra, o la humillación pública del judío Shylock, nada más incorrecto visto desde nuestro siglo de las lucecitas halógenas.

Precisamente, en tiempos de iluminación, no debería existir ningún temor a una cierta incorrección en letra de imprenta, de lo contrario nunca hubiésemos sabido de las artimañas de la Trotaconventos o del sofoco de Cécile mientras el Vizconde de Valmont hurga entre sus enaguas.

Sepa usted, señora ministra, que los lectores ya somos mayorcitos.

En cualquier caso, con dejar el sucio y maldito libro oxidarse en el estante de la fnac, sería más que suficiente.

Lo que sucede es que, ante este tipo de fatuos desatinos, los propensos al escándalo se frotan las manos. A falta de nada interesante que decir, sus siempre correctos grititos de horror ahogan los pensamientos menos simplistas.

La Historia de Nastaglio Degli Honesti: Un cuento perverso en el Museo del Prado.

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(*) Fragmento del discurso de la ministra a raíz de la polémica provocada por el cuento de las lolitas japonesas de Sánchez Dragó: "La literatura no es coartada. (...) Las obligaciones y valores de un escritor no son distintas de las de cualquier otro miembro de la sociedad. El oficio de literato no es un eximente para quienes, con sus palabras, por muy hábilmente que estén ordenadas, ofenden, desprecian y se saltan las reglas de convivencia"
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/30/cultura/1288439268.html