mucha rabia


Bien que siento sentir rabia, pero este bloc de mayor quiere ser amoral, no me gastaré las orejas releyendo en voz alta a Pepito Grillo, así son las cosas y así se las cuento al router de Orange, él que haga lo que le de la gana, y si se pone moralista me vuelvo a Movistar.

No me visualizo, eso sí, izando en una pica la cabeza de un potentado, aquí servidor se va de boca, su indignación hoy por hoy sólo es literaria y electrónica, en ese orden, cuando hay sangre me pongo tiquismiquis, dejaremos la violencia para los violentos, se les da mejor, los intelectualoides lloramos a la mínima, enseguida apelamos a Lennon y a Yoko Ono.

Otro asunto son las ganas, los amagos verbales, ese jurar por Snoopy que en el próximo Octubre Rojo seré el primero en saltar las tapias del Palacio de Invierno con un mechero Bic en el bolsillo. O no sé, todo depende de cómo tenga la ciática ese día.

Una vez Toñín, mi amigo de los quince años, tras tres vasos de zurracapote en las fiestas de Pinseque, le tocó el culo a una dama bella y madura que lucía los Wrangler más perfectamente encajados del planeta.

De repente, y de atrás de tan sublime trasero, apareció un gigantón de uno ochenta y nueve que levantó a Toñín por la pechera y le dijo: ¿Tú ves ésta hostia? Pues no te la voy a dar porque eres un mierdecica, pero haz de cuenta que te la he dado.

Lo del chiste de Fontdevila vendría a ser un poco de lo mismo, señores banqueros.

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Manel Fontdevila: http://blogs.publico.es/manel/4296/%C2%BFy-si-2/


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la Constitución de 1931 dice cómo hacerlo

Alegoría de la República  (Teodoro Andreu)

CONSTITUCIÓN DE 1931/ TITULO III/ CAPITULO SEGUNDO/ Artículo 44.

*Toda la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses de la economía nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas, con arreglo a la Constitución y a las leyes.

*La propiedad de toda clase de bienes podrá ser objeto de expropiación forzosa por causa de utilidad social mediante adecuada indemnización, a menos que disponga otra cosa una ley aprobada por los votos de la mayoría absoluta de las Cortes.

*Con los mismos requisitos la propiedad podrá ser socializada.

*Los servicios públicos y las explotaciones que afecten al interés común pueden ser nacionalizados en los casos en que la necesidad social así lo exija.

*El Estado podrá intervenir por ley la explotación y coordinación de industrias y empresas cuando así lo exigieran la racionalización de la producción y los intereses de la economía nacional.

*En ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.

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Nuestra Constitución de 1978 es una señora comedida y clásica en el vestir a la que este bloc, siempre superfluo y neófito en asuntos legislativos, nada tiene que objetar. Incluso he dudado si legislativo era con gé, porque perfectamente podría ser con jota, sería más racial. 

Pero dada la coyuntura, también palabra extraña donde las haya que a un servidor no puede evitar recordarle las películas de Nadiuska, echarle un vistazo a la redacción de la Constitución de 1931 no deja de arrancarnos un suspiro a quienes nos sentimos varapaleados por este desmesurado error del sistema en qyue vivimos. Un sistema que en realidad no es tal porque hace mucho que dejó de “hacer funcionar nada”.(1)

La Constitución de la Segunda República parece haber sido escrita anteayer, a pesar de distarnos su ordenamiento de palabras ocho décadas no nos sabe a rancio y se deja leer lo mismo por el concejal de urbanismo que por el danzante de Yebra de Basa

Aquella Carta, a la que algunos escribientes de ABC tienen la osadía de llamar trasnochada, llama cariñena al cariñena y dribla como Iniesta cuando propone, con claridad para según quienes pornográfica, un modo de hacer en el que prima el bien común.

Quien suscribe no es un yanomami, cazo para algo más que para comer, pero mi propiedad privada cabe en el reverso de un bonobus, no va mucho más allá de una Fender de Taiwán y una docena de estantes de libros y cuadernillos de Mafalda. Entre ellos un buen número de ejemplares de las Aventuras de Guillermo Brown y la colección de los Episodios Nacionales que pillé cuando fui secuestrado por el Círculo de Lectores.

De incendiarse todas las bibliotecas de España a excepción de la mía, entendería perfectamente que se presentasen en mi puerta sendos agentes gubernamentales. Dos tíos de negro portando una carta con el escudo nacional en el membrete exigiéndome que compartiese mis libros con el resto de la Nación.

Me choca pues que dicho par de funcionarios no estén ya bajo el porche de la residencia de Don Emilio Botín  a fin de  solicitarle, por vía estrictamente constitucional, que comparta un ridículo uno por ciento de su peculio con el resto del Estado.

Al menos durante unos meses, hasta que nos salga un curro decente a los que trabajamos en la sala de calderas del Titánic.

Don Emilio no dejaría por ello de comer tres veces al día, aún poseería cash más que suficiente para seguir comprándose las bermudas en Harrods. Con sólo diez de su millar largo de millones bastaría para reflotar la economía de la playa del Sardinero.

botín de leopardo


(1) Sistema: 1 m. Conjunto ordenado de normas y procedimientos con que funciona o se hace funcionar una cosa. (Diccionario de Uso del Español. Mª Moliner)


http://www.forbes.com/profile/emilio-botin/

toda la puta vida igual (esto es un cuento)


Plácido buscó en los timbres el 4ºC, la señora le dijo sí y después se disculpó, o más o menos, porque al de la tienda omitió decirle que su bloque carecía de ascensor. Seis tramos de escaleras y dos rellanos, ese Hillary era un maricón neozelandés, empujando una nevera se hubiese plegado en la Subida Cuéllar.

La clienta salía a las cuatro para ir a trabajar, eran las tres y media y Plácido llevaba sin comer desde el carajillo de las siete, un día en el que se te echa la tarde sin comer es imposible que sea perfecto, está cantado que en algún momento la pifia, el cronista no es neurólogo pero intuye que el ayuno de tortilla provoca un exceso de iones negativos en el sistema límbico, o quizá sea en otro sistema y los iones sean positivos, va a ser igual, el asunto es que Plácido sintió un chasquido en la cabeza cuando, al salir del portál cargando con el frigorífico viejo, se encontró el coche de la municipal junto a la furgoneta en doble fila y al agente más alto desdoblando la libreta.

Partamos de la base de que los policías municipales no saben discutir, no están abiertos al diáolgo y se bloquean enseguida. Por parte de Plácido la bronca se limitó a un sólido discurso pleno de ironías, bisílabos oxítanos dirigidos al alcalde, invocaciones marianas y el verbo joder conjugado en participio. Llegó al apoteosis con unas arriesgadas especulaciones referidas a la capacidad sexual de los agentes y una meditada batería de preguntas,  incidiendo especialmente en la de si acudirían con la misma presteza a poner una multa a la presidenta de la Comunidad Autónoma en su portal. 

Por lo que respecta a las fuerzas del orden, el munipa de las barbas, que vino a ser el más sensible, se puso a sacarle faltas a un asunto tan fuera de contexto como dibujo de las ruedas. La denuncia pormenorizaba todo el párrafo anterior mas resistencia a la autoridad, alteración del orden y una bulla acojonante, aunque esto último por escrito no se expresaba exactamente así.

Tres meses después, Plácido aguarda a que digan su nombre en la puerta del juzgado número 6, aunque el cartel que le pide que apague el móvil está muy desactualizado (un Nokia modelo mil y pico) él obedece. Tras mucha espera pasa a una sala que tiene todos los fluorescentes encendidos, un vídeo VHS y un micrófono por el que dan ganas de arrancarse por Camarón. Al fondo dos banderas y una mesa larga por la que asoman los bustos de media docena de personas vestidas de negro entre Darth Vader y el mounstro Triki. Dos de ellas se muestran relativamente amables e incluso le sonríen, otras dos permanecen inmóviles, como en pleno éxtasis. Las dos que quedan hacen pinta de ser más bordes que Calígula cuando pierde el Lazio.

A Plácido no le permiten explicarse, él pretendía hablarles del año que estuvo en dique seco, de que el banco le redujo el hígado a la mitad, pero le atajan antes de que haga la primera coma. Plácido va sin afeitar, tiene un aire de asaltar diligencias en Sierra Morena y la camiseta de La Polla Records no le ayuda. Luego entran los polis, recitan su parte y enseguida se piran a desviar el tráfico. En el Arrabal petó una tubería y ahora el parque del Tío Jorge parece Yellowstone.

Plácido se queda ahí, tieso en el banco de madera y mirando fijo el retrato del rey hasta que se le emborrona, es como si Juan Carlos hiciera el moonwalker.

La multa está cantada, falta aún que le digan los centímetros que le penetrarán, él lo intenta de nuevo, pero mirando ahora a la suseñoría del medio que parece ser quien manda. Quiere contarle que ya lleva mucho tiempo pasándolas color grana, pero su señoría no levanta la vista, continúa meneando papelotes como si buscase la factura del teléfono de una hija suya que tiene el novio en las Aleutianas. La que está a su derecha dirige a Plácido una mirada de gorgona y hace chisst sin molestarse siquiera en usar el dedo. Le recuerda que sólo debe hablar cuando proceda, algo obvio porque él precisamente estaba procediendo.

Es entonces cuando a Plácido le vienen de golpe a la cabeza los seis euros que tendrá que apoquinar en el parking, luego que el segurata de la entrada le ha hecho quitarse la correa porque el arco pitaba como un travesti loco. Recuerda que, además de haber perdido la mañana, se ha pasado casi tres horas en un pasillo entre dos clanes enemigos de gitanos. Él ha sido puntual como Phileas Fogg pero la vista anterior se prolongó más de lo habitual, parece ser que estaban juzgando al que mató a Kennedy.

Además esa tarde tiene que llevar una lavadora a Bujaraloz, el sol de julio se ha solidarizado con el pueblo saharaui y encima se va a perder el amistoso España-Papúa. Lo peor es que le ha parecido oir algo de retirada de carné, súmale que a su señora la despiden de la contrata de limpiezas y que ayer la niña le vino llorando porque su jefe de la sección de embutidos la llamó tontadelculo.

Hoy tampoco va a ser un buen día, también está cantado, aunque allí dentro, amparados por la Carta Magna, que tiene nombre de helado de Frigo, parecen ignorar todas las miserias.

Plácido se siente más sólo que Gary Cooper, y sin pistolas, le hierve de nuevo el hipotálamo y se sulfura como un chimpancé al que putean escondiéndole la banana. Echa cuentas de las lavadoras que le va costar pagar la multa, de lo que le queda para pasar el mes. Calcula el pastón que debe cobrar esa peña que lo tiene ahí, de pie, respondiendo a preguntas de las que ya saben la respuesta, y repara en que el aire acondicionado funciona a toda piña. Si se quitasen la toga estarían más frescos, se dice para sí, porque el caso es que es él quien paga la factura. En su piso de sesenta metros hace más calor que en una fábrica de magdalenas y sólo tienen un ventilador.

Luego piensa en que desde que terminó la efepeuno nadie le había vuelto a mandar que se callase.

Así que a Plácido se le cruza la vena cava con la tiroidea, carraspea un poco y se lía de decir cosas. Primero suelta un par, que son las que más le urgen, decide entonces que si le van a cortar los huevos que al menos lo capen habiéndose explayado. Entra al tema de los sueldos, llama cabrones a los que jamás pagan por enormes que hagan los chandríos, añade que lamenta no ser duque de Palma y dice después no sé qué de las prebendas, que ni sabe qué son ni cómo se escriben pero se lo ha oído en la SER a Iñaki Gabilondo.

La bronca y las amenazas de la jueza, que ahora sí se degañita, aún le ponen más farruco, el follón ya se percibe desde los ascensores, la máquina de café se ha atascado de la angustia y el bajorelieve de la justicia se quita la venda para ver qué coño está pasando, a cuento de qué la han despertado de la siesta.

Dentro de la sala, Plácido levanta el dedo tal como hace Lénin en una foto en blanco y negro, sin la venia ni hostias profetiza solemnemente ante el tribunal que muchas cosas están a punto de cambiar, y mientras lo desalojan tiene aún tiempo de dirigirse al ministerio fiscal -o quien sea la gorda de las gafas- y recordarle el artículo sexto de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano.

Apoyado en el radiador del pasillo, un senegalés contempla alejarse al esposado y pataleante Plácido, mira de reojo al par de polis que cuidan de él.

-Toda la puta vida igual –les dice- en wolof. 

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Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione. Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos.


cuando Borgnine sobrevivió al naufragio


Conchita, que era una amiga de mi madre, el sábado anterior había ido con su marido a ver La Aventura del Poseidón.

- ¡Ay chica! ¡Qué tanda de mujeres enseñando las bragas! –le comentó.

Pospuse coronar la torre de mi Exín Castillos sumamente inquieto, muerto de vergüenza al escuchar tan extractada crítica cinematográfica. Llevaba una semana dando la matraca para que me llevasen a verla y ahora mi madre pensaría que mi afán se fundamentaba en un malsano interés  por la ropa interior de las señoras. Le juré que no, de hecho hasta los nueve años no me interesé por las medias de rejilla.

Ella me creyó, la fé de las madres, el caso es que una vez apagadas las luces de la sala me abstuve de cualquier tipo de pudor, disfruté aterrado de cuan indistintamente se ahogaban tirios y troyanos.

Conchita tenía parte de razón, de hecho Ernest Borgnine, carrozón, feo y pendenciero que de mala gana se resignaba a dejarse liderar por el bueno, se ofusca un tanto cuando su esposa se despoja del estrecho vestido para escalar mejor por el barco vuelto del revés.

Aun mosqueado, Borgnine sobrevivió y un servidor, a pesar del estrés, de tantos alaridos  y chorrazos, que dirían los de Celebrities, esa noche durmió más relajado que Mimosín con dos orfidales, aprendida para siempre la lección: de darse el caso de que el mundo se ponga patas arriba, conviene marchar en dirección contraria de la lógica porque puede que un cacho de buque todavía sobresalga y no perezcamos todos.

A ese cabrón de cólico nefrítico el duro de Ernest ya no sobrevivió. Con más de 95 tacos las olas de 30 metros siempre acaban por pillarte, aunque el capitán del barco sea Leslie Nielsen.

ficha en IMDb

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cambio de jefazo en RTVE


Que se calle esa panda de críticos liliputienses, una vez más yerran, éste caballero al que señalan como inexperto, durante un largo año fue Director General para el Desarrollo de la Sociedad de la Información del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Chúpate esa mandarina, tratándose de un cargo de ocho palabras no importa cual haya sido su cometido, quitaos la boina ante su presencia y listo.

¿Para qué porras necesita experiencia el Presidente de la Corporación RTVE? ¿Es que va a ser él quien formule las preguntas en Saber y Ganar? ¿Va a tener que teclear él mismo el pie de imagen cuando el consejero saliente de un banco embarrancado acuda a los medios a entonar una saeta?

Olvidan los maldicientes que un español de pro es capaz de dirigir lo que se le mande, sí señor, para un hombre de talla lo mismo es comandar un submarino nuclear que una charcutería. Puede liderar con igual eficacia un periódico, un hotel en Calpe o una turba de cosacos del Don.

Son los incapaces, los envidiosos, quienes inciden en su falta de experiencia, quienes bajunean comparándolo con su colega George Entwhistle, un mediocre que acaba de ser nombrado Director de la BBC después de  veinte años currando en esa misma casa. Un zagal que entró de prácticas, tras dos décadas en la empresa, se dispone ahora a dirigirla.

No puede ser tan listo ese Entwhistle si le ha llevado tal porrón de años encaramarse al sillón, un trepa español asciende al Everest en una tacada y con cuatro telefonazos.

¿Qué sabrán los ingleses de periodismo si siquiera usan el signo de abrir interrogación y hasta que no acaban la frase uno no tiene puta idea de que te están haciendo una pregunta?


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La Corporación RTVE acerca de su presidente

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actualizado a 12/11/12: 
Parecen no existir dudas respecto a que Entwhistle metió la gamba, no él en persona pero sí alguien de la corporación que dirigía, por ello renunció a su cargo con los mismos bombos y platillos que lo asumió, de ese modo se ahorra tener que estar contínuamente agachándose para recoger su cara caída por la vergüenza. Algo que a los directivos españoles no les da pereza en absoluto, de hecho el suelo está lleno de caras.

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siempre atrapan al mejicano

Eli Wallach en "El Bueno, el Feo y el Malo"
 
Lo más triste de esto, y sigo con el Codex, es que sucede como en el Oeste; al bandolero mejicano lo pillan siempre, es ahorcado en un álamo seco y sus captores disparan al aire celebrando el triunfo de la honradez sobre el bolcheviquismo. Sin más dilación los honestos contribuyentes de Corpus Christi pueden marchar a dormir tranquilos.

Este bloc se cuidará de reprocharle nada a la Justicia, una señora muy tiquismiquis aunque nunca lleve sujetador que se pone muy chunga con las críticas, pero el caso es que, mientras linchábamos al cuatrero, el senador electo por Arlington de la Cañada añadía otro chalecito a su bulímica lista de inmuebles, reservándose seis millones de cash en bolsas de basura bajo la cama, sin contar los fajos de valores surtidos que cela en una caja fuerte de la Caixa d´Estalvis de las Islas Caimán.

Los pobres somos unos pringados incluso cuando delinquimos, unos zoquetes netos a la hora de trapichear, cuando estafamos las hacemos de bombero torero, siempre llega el instante en el que se nos va la pinza y nos mercamos un Rolex a destiempo, echamos al perro un chuletón de Ávila o le soltamos un billete de 50 al perroflauta del diábolo. Ahí es donde nos cazan.

Resultamos más sospechosos que un talibán con una bolsa de Sepu y caemos como Ícaro, un tozolón de dibujo de la Warner, todo porque, cuando poseemos dos euros más de los imprescindibles para sobrevivir, perdemos los papeles. Nos creemos inmunes como un consejero de la Generalitat, y no.

¡Memento mori! nos dice Camps al oído, tan cerquita que le sentimos el olor a mariscada.


Calixtino Connection

 
El coleccionista obseso nunca existió, nos hemos quedado sin película, sin la escena del Cessna aterrizando en un aeródromo clandestino a las afueras de Novosibirsk, sin esos tres gachós de negro que, palpándose la pipa en la sobaquera, otean el proscenio por si hubiese moros en la tundra, vigilando para que la rubia de la botas hasta la rodilla pueda descender del avión encuerada en sus martas cibelinas y portando esposado a su muñeca el maletín de acero contenedor del Códice.

La otra banda hubiese llegado diez segundos después en sendos coches; el primero un Audi negro con las lunas tintadas que ha de hacer con los frenos el mismo ruido que la Nissan de un feriante, apeándose de éste tres matones tan estresados como los anteriores (uno debe ser chino). El segundo coche sería un Rolls blanco, y ahí un primer plano de la ventanilla abriéndose despacio, asomando por ella la mano enguantada del millonario snob que ha costeado el zafarrancho.

La rubia, sin haberse despedido de los guardaespaldas, a pesar de habérselos tirado varias veces durante el vuelo, subiría al coche enseñándonos el elástico de las medias y sonriendo depredadoramente al abuelete, porque seguro que el comprador hubiese sido un anciano fanático del arte, enganchado al oxigeno y con una enfermedad terminal, que lo que más desea antes de palmar es desposeer a Galicia de su tocho porque, en su juventud, lo despechó una mariscadora de Sanxenxo.

Así la comitiva arrancaría, continuando con una toma aérea de los coches de los malos, que sin haberse detenido a colocar las cadenas, irían a más de 200 por la carretera helada que atraviesa un impenetrable bosque de coníferas y termina en un palacete barroco que haría caérsele los mocos a Catalina la Grande.

Todo lo anterior borrémoslo de nuestro imaginario, hagamos con el storyboard una pelota y encestemos de tres en la papelera.

En la versión española el filme se resuelve en un cuarto trastero, junto a las baldosas que sobraron de cuando se alicató la cocina y la caja en la que vino el microondas. La máxima sofisticación de los convictos es echarse en el carajillo dos chorrines de Baileys.

En cuenta de una tensa entrevista sucedida en una suite inasequible del Waldorf-Astoria entre capos de bandas internacionales y anticuarios florentinos, nuestra autóctona intriga se circunscribe a un mal rollo de índole laboral, a un fajo de facturas sin pagar. Es éste un guión cutre como la vida misma en el que la pelea entre karatekas en una calle atestada de Shangai se sustituye por una bronca del carallo entre el electricista y el cliente, que se le queja de que el fluorescente que le puso en el water siempre se apaga en el momento más  inoportuno.

Y también de que falla el enchufe de la estufilla de los pies. Y es que, sin ser Siberia, en Santiago los inviernos sí son de película de Sam Peckinpah.


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Noticia de El Mundo: "También ha insistido (el Director General) en que para ello la Policía cuenta con una brigada de Patrimonio con "grandísimos profesionales" y ha recalcado que han hecho "una investigación muy concienzuda, muy difícil, que se está saldando por el momento.."". (¿un año entero para pillar al electricista?)
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