Neil Armstrong en Bujaraloz.

 
Volvemos a tener cierzo y Alemania no puede impedirlo, tampoco exigir un porcentaje, el viento sopla sin pedir un euro pero resulta  imposible de almacenar. No hacen cajas tan grandes.

Las nubes de polvo están marchándose a disgusto, intentaron negociar sin éxito, el cierzo y el polvo se han llevado mal toda la vida, por cosas de familia, creo. 

El polvo son mentiras desmenuzadas, agotamiento existencial, gente desgastada de a poquito, cemento volátil de las obras paralizadas, gases de la moto del chulo del tercero, cenizas de muertos que cayeron en vertical y nunca llegaron a viajar.

Todo eso sobrevolará el desierto, enfilará luego hacia Tortosa, despeinará el arroz como a un gato verde y después morirá empapado en una tormenta apenas pasar el faro de Buda.

Aquí empezaremos de nuevo con las aceras limpias y el cielo húmedo.

Descubriremos que se ha marchado del Paseo una tienda que vendía orquídeas de toda la vida, nos percataremos de que un imbécil ha vuelto a grafitear la cruz del Puente de Piedra y si contamos los árboles que hay subiendo al Parque Grande echaremos en falta los que atropelló el tranvía. 

En lo que a mí respecta recogeré por enésima vez la tierra del tiesto volcado de geránios y escribiré aquí acerca del instantáneo encanto de esa chica sujetándose la falda para evitar que un remolino le publique el color de los secretos.

Nos quedamos sin agosto y sin Neil Armstrong, nunca sabremos si lo de la Luna fue verdad. Decía mi suegro que lo rodaron íntegro en los Monegros, que el herrero que hizo la escalerilla era de Sariñena, ojalá todas las mentiras fuesen tan bonitas.

Ya sin olas de calor volveremos a intentarlo, a trompicones, como en una carrera de sacos, los que aún posean saco. 

Algunos se paralizarán de miedo cuando oigan resoplar en su nuca a la gárgola que porta su carta de despido.  Seguro que ahora mismo hay veinte hijos de puta planificando los malos ratos que le harán pasar a veinte mil.

Dícen que esto es una crisis pero en realidad es mala uva, una glaciación artificial costeada por Goldman Sachs para quitarse de en medio a los inconformistas y a los feos. 

La maldad no la ha traído el cierzo, así que tampoco se la podrá llevar. 

Flores Juste. (Foto: Heraldo de Aragón)
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http://www.heraldo.es/noticias/aragon/zaragoza_provincia/zaragoza/2012/07/21/el_comercio_tradicional_pierde_terreno_independencia_196642_301.html

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¿Ustedes me odian o algo así?

Es una mala noche para dirigirme a una ministra, hace mucho calor y voy sin corbata, quedaría rara con los calzoncillos de Naranjito, además sé que debería reposar la ira antes de disparar la flecha, esto no sé si lo leí en el Sun Tzú o si se lo oí a Rocco Siffredi en una de romanos.

Sería bueno que lo dijesen ya, que se dejasen de sobreesforzados disimulos que terminarán por estreñirlos crónicamente, que reciten de una puta vez en voz alta su decálogo, lo llevan memorizando desde aquella época en la que, con sus pijamitas de Snoopy, se sentaban a los pies de Mrs Tatcher para que ella les contase historias en las que los ogros eran los obreros. 

Un servidor pinta francamente poco, vive escondido en este incógnito bloc entre absurdo, ácrata e inútil, así que puedo decirlo sin temor a perder la subvención: 

Para ustedes ser pobre es ser un cabrón, nos tienen por una casta de ineptos que por desidia llegan justos a fin de mes, creen que de la clase media para abajo se concentra una mutación genética, un error de los dioses, el bicho de Alien vestido con ropa de hipermercado que debe ser neutralizado porque es capaz de merendarse la Eurocámara y sus tingladillos.

Ustedes llevan de mano más ases y treses que ninguno, no es raro que estén ganando la partida, relájese pues señora, si el problema era yo ya estoy encadenado como King Kong, y bien sabe que en mi pueblo no hay Empire State. Usted es Parsifal y yo un dragón de tres cabezas de las que me queda sólo una, me estoy desangrando y los de su cuerda no cesan de aplaudir.

En su nuevo orden sobramos los herejes, Lázaro de Tormes pudo haber hecho un cursillo de calefactor y no quiso, soy ese impío moroso de los huevos que demora a pagar el alquiler por el puro placer de lastimar, el condenado famélico y desnudo llevado a empujones por el diablo en las tablas de el Bosco, sé que me crujirán los dientes en su infierno, que me pesará mi negativa a trabajar más de ocho horas cobrando la mitad. 

Dios de momento parece militar en el PP, pero que no se confíe. A los arcángeles los están dejando en ángeles a secas y llevan un mosqueo del copón.

   

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magnanimidades las justas


subvención. (Del lat. subventĭo, -ōnis).
1. f. Acción y efecto de subvenir.

subvenir. (Del lat. subvenīre).
1: intr. Venir en auxilio de alguien o acudir a las necesidades de algo.

auxilio. (Del lat. auxilĭum).
1. m. Ayuda, socorro, amparo.

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No llames dragón a la lagartija, si te oye te puede devorar, dice un proverbio chino de la zona de Calatayud.

Resérvese papá Estado la palabra auxilio para las situaciones límite. Por ejemplo acudir con el hidroavión cuando los vecinos de un monte en llamas se lo soliciten. Y rapidito, todos sabemos que existe un complot entre pirómanos y delegados ineptos del gobierno para convertir la mayor parte de España en un parque temático dedicado a Mauritania. 

Los medicamentos ni están ni estaban subvencionados, un analgésico no es un flotador en forma de patito, es un derecho conquistado a base de pagar por cada cosa un pico más de lo que vale, y nada es gratis, gratis sería que los laboratorios farmacéuticos regalasen el Espidifén a cambio de una sonrisa o que al neurocirujano que te trepana le bastasen como salario un par de besicos. Aquí lo pagamos todo antes o después, cuando vas a por el pan, cuando te cruje Hacienda o cuando te dejan la nómina en bragas y sostén. 

Desde que me compré mi primer pastelito de Panrico la administración ha ido absorviendo pellizcos para prevenir mis necesidades, por si me quedo sin curro, sin bazo o sin piso por una erupción inesperada del Moncayo. 

Cuando precise el Sintrón se apoquinará con el dinero que ellos me llevan guardando porcentaje a porcentaje, y si mi vecinito, el descerebrado del tatuaje en las pantorillas, se parte en tres su insana cabezota al estamparse con el skate contra el busto Ramón y Cajál que hay en la plazoleta, tampoco debería haber problema porque su madre, el conductor de bus, yo mismo, el conserje y hasta la violetera, estamos poniendo la pasta que él aún no pone. 

La cabeza, si es que tiene solución, se la apañaremos lógica y europeamente entre todos, siempre y cuando no medie un ministro iluminado que mande tapiar los hospitales públicos argumentando que Lourdes nos queda a cuatro horas de autobús. Hablo por mí, claro, los que vivan en la Meseta tendrán que ir a Fátima. Los de Melilla lo tienen más chungo.

Este gobierno se confunde y confunde a quien le escuche. Lo público no es una gracia del Estado generoso, pretenden inculcarnos que todo servicio estatal es la merced de una majestad pechugona y maternal que accede a descender de su hornacina desengarzando uno de los diamantes que le adornan la diadema y entregándolo para que se le compre leche a los hijos de las lavanderas.  
       
Y no.


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daños colaterales



Una mala tarde de hace ocho décadas, alegando inflamación en las narices, el abuelo de alguien pateó los portones del convento, apaleó a todo fraile más o menos recoleto que pilló y arrimó una cerilla a las cortinillas del confesionario.

La Historia se ha cobrado bien los réditos de tan descerebrada vehemencia, cabe apuntar no obstante, sin disculpar lo de los estacazos al capuchino, que la estresada cabeza de un obrero hambiento y analfabeto mal podría percibir la delicada policromía de una tabla flamenca. Entonces los flamencos se limitaban a Miguel de Molina que ya era policromo de por sí.

A estas alturas, o más bien bajuras, de nuestra sobada crisis, las mismas áreas están similarmente hinchadas. Mejor vestidas quizá, las áreas dilatadas son tan susceptibles de generar patadas en las puertas como las de 1931.

Conociéndonos cabría sospechar que en aquel inopinado subidón tuvo mucho que ver la pereza, las carmelitas estaban en la replaceta mientras la burguesía vivía escondida tras sus parterres, a media hora de tranvía de los barrios humildes y rodeada por verjas de forja. El cate en realidad era para ellos pero arreárselo implicaba planificación y menos vocerío. Curas y monjas los había por todas partes, totalmente a mano.  

A día de hoy quienes nos rodean son los supermercados. Hace tiempo que terminaron la digestión del señor Paco, el de la tienda de ultramarinos de la esquina, cuando vamos al Hipercor aparcamos sobre sus huesos.

Allí, únicamente custodiadas por un segurata mal pagado y un armatoste que chilla como una mona encelada cuando se le cuela una botella de JB, hay toneladas de paquetes de arroz y botes de ketchup.

Alguna diligente moza de uniforme, fiel a sus pagadores como lo somos todos, puede volver a sufrir un empujón, llevarse un berrinche superior al del final de los Puentes de Mádison cuando otra bienintencionada pero brutal brigada opte por parchear a manotazos el sistema.

El empujón que se llevó la cajera del Mercadona le correspondía en realidad la Ministra de Empleo, los cristales del frasco de zumo de melocotón que se cascó debería haberlos recogido el mismísimo de Guindos.

Este cutre y paternalísimo Estado que tantos cachetes nos está propinando tendría que asimilar ya dichos daños colaterales y disponerse a pasar el mocho la infinidad de veces en las que va a resultar inevitable el desparramo.


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