otras navidades rafaélicas


Lo juro por el burrito del portal, este año había prometido a mis difuntas abuelas ser un poquito menos crítico, ir a misa del gallo, darle un besito a mis tías segundas sin montar una pataleta...

Pero me acabo de enterar, la televisión en nochebuena  tendrá por protagonista a ¿San José? ¿al Espíritu Santo? ¿al Rey Melchor?, no, no, nada de secundarios. ¡La estrella será Raphael! ¿Quien mejor?

El vídeo que cuelga aquí abajo corresponde a una gala de navidad emitida hace algunos años por la ITV británica, y no es que tenga yo a Robbie Williams en una estampa bajo el cristal de mi mesilla de noche, pero hasta el mísmisimo Felipe II admitiría el buen ritmo y la frescura de este show originario de la Pérfida Albión.

En cambio los telespectadores españoles fieles a la pública cantaremos una vez más el ropopompon, acompasado por la cucharilla de café de nuestro cuñado hasta que casque la enésima copa de champán, con el consiguiente disgusto del ama de casa, que pasó dos años alimentando a seis personas a base de choped con el único fin de juntar la cristalería completa  del Eroski.
  

blue, blue, blue Christmas...



Digan lo que digan las grandes superficies para un servidor la Navidad no comienza hasta tal día como hoy, al tiempo que los famosos niños de Don Ildefonso (imposible ser santo teniendo tantos hijos) pasan la mañana voceando números que, por lo general, tocan en el extremo opuesto del lugar en el que uno vive.

Llegado pues el 22 este bloc se apunta al bombardeo deseando todo tipo de prosperidad, salud y etcéteras a quien haya sido capaz de llegar hasta este párrafo, y conste que nadie, salvo ONO, se lucra con mi deseo, quedando pues este al margen de la ley Sinde y del siempre justo peso de sus puniciones.

Pero sobre todo este bloc quiere felicitar y felicita a los innumerables comunicadores que, día a día, se afanan en informarnos insistentemente de cuán espantosa es nuestra situación actual, de lo malo y lo peor más cotidianos, de qué nivel de horror nos aguarda en el futuro,.

Vaticinadores y taxativos tertulianos, sapientines consagrados a amargar el ir y venir del transportista y las noches insomnes de los jubiletas adictos a la radio, así como los cafés con leche de los que paramos a media mañana para leer entre bostezos los siempre inquietantes titulares de los periódicos gratuitos.

A ellos añado los taxistas que critican a los repartidores bolivianos, a la segurata que me obliga a quitarme el cinturón al traspasar lel hall de la DGA, al técnico municipal que instaló el radar en la Avda Navarra, al cívico ciudadano que circula a 20 por hora, al concejal que ordenó abrir la zanja de mi calle, a los adolescentes que de madrugada filosofan bajo mi ventana acerca de lo puta que es la Vane, al director del banco que me perdona mensualmente la vida y a los incansables pelmas de Infojobs que me remiten a trabajos imposibles para un coeficiente intelectual inferior a 150.

A todos les deseo unos días dulces y hogareños, oyendo roncar al perro y al niño interpretar por decimosexta vez “Noche de Paz” con la flauta, junto al tronco a medio arder, el grasiento turrón blando y ese Papa Noel comprado en los chinos que baila como poseso por Satán.

Supongo que habrá quedado clara mi impoluta sinceridad. Como más o menos decía Elvis: que les vaya bien a ellos con sus blancas navidades, que yo tendré las mías azules.



Elvis Presley & Martina McBride. "Blue Christmas".

Felipe aparca el socialismo para hacerse conejero.

Usté, señor José! ¿Sabe qué coñe es lo que hace un consejero?

-¿Un conejero? ¡Pues qué va a hacer? Criar conejos, ¿o es que no?

-Eso –apunta Ramón mientras seca la barra con la misma bayeta de hace seis meses- es un cunicultor, y lo que Manolo dice es otra cosa –añade subiéndose los pantalones.

Manolo no responde, se queda callado para que el resabido del Ramón no se vaya a imaginar ni por un momento que la palabra se le hace rara. El Ramón, antes de tener el bar, era viajante de artículos de ferretería, después palmó su suegro y con lo que sacaron de las tierras que tenía por donde iba a pasar el AVE, montaron el bar. Su mujer es funcionaria en la degeá en Huesca y ha estudiado, debe haber sido ella quien le ha enseñado lo del cunicultor.

-No hombre, no es eso – dice después con un suspiro que le venía desde hacía rato trepando por la barriga-. Aquí lo que dicen es que Felipe González va a ser "consejero", consejero independiente -puntuzaliza.

-Eso pues es que no va a depender de nadie – afirma el señor José para que todos vean que entiende de estos temas.

-¿Pero el Felipe seguirá siendo socialista? –pregunta un anónimo desde el fondo del bar soplando hasta hacer olas en la superficie del carajillo.

Manolo se encoge de hombros transmitiendo un “vete a saber”, fija la vista en el titular hasta que se le emborrona recordando cuando le fueron a ver a un mitin en la plaza de toros de Zaragoza. Fue por su cuñado, que era sindicalista de la ugeté de la construcción, hasta que el marido de una prima hermana, uno que es ingeniero, lo metió en la Opel. Al poco, no preguntes porqué, le hicieron encargado. Por cierto que la hija se le casa en Junio, se van de viaje a las Molucas, que según él son unas islas que están pegadas a Cuba pero con mejores hoteles.

-Ninguno de aquellos sigue siendo socialista –Ramón categoriza mientras escurre la bayeta sobre las croquetas que tiene expuestas desde ayer-. Y óyeme lo que te digo; a los que de verdad son decentes se los quitan de en medio pa que no jodan el sistema o les untan pasta hasta que tragan.

Todos parecen asentir, no le debe faltar razón al Ramón, ¿pues no dicen que a Kénedi se lo cargaron los mismos del gobierno?

-Al hermano de mi padre lo mataron –dice de repente Don José mientras golpea el borde la barra con el culo del vaso vacío.

-¿A quién dices que mataron? –pregunta alguien tras una pausa interrumpida por el plop de la botella de tinto al destaparse.

-A mi tío, de un tiro.

Por la puerta entreabierta se mete sin permiso el ruido de la vespa del cartero que marcha a llevar un certificado de Endesa a uno que vive en el pueblo de al lado y que no paga. Luego se oye la voz de un niño que habla a gritos con su amigo. El crío dice “no te la bajes que te la paso yo”, los del bar no entienden pero tampoco les preocupa.

-Dicen que el que lo mató fue uno de Caparroso –continúa Don José rascándose la nariz anaranjada-, uno que festejaba con una de las hijas de casa Plou, la que era más guapa, así pequeñica – pone la palma a metro y medio del suelo - pero una moceta mu maja, macuerdo como si la viera. Las otras eran tres, la mayor de casó con un catalán y se marchó a vivir a Barcelona, esa yasabrámuerto, digo yo, porque –se detiene y calcula- era del tiempo de mi hermana y mi hermana murió lo menos hace quince años. A la más pequeña los hijos la tienen en una residencia de la caja de ahorros, la pudieron meter por su yerno, que era interventor, o director, no sé. A mí no me gusta.

A nadie le queda claro qué es lo que desagrada a José, si la residencia o el yerno interventor, el caso es la residencia de la CAI todos dicen que es cojonuda, las habitaciones hermosas y una tele de plasma en el salón que casi no coge en la pared de tan enorme. Y el cocinero es vasco, aunque en realidad nació en Haro, sólo que trabajó muchos años en Mondragón, en el comedor de la Fagor.

-Mira –dice Manolo tras una pausa que todos han empleado en intentar sin éxito recordar quien era la hija pequeña de los Plou-, en mi opinión, y hablo pa mí, ojo, ninguno de estos del pesoe han sido en su puta vida de izquierdas. De jóvenes a lo mejor, decían que lo eran  pa que les votasen, pero no hay mas que verlos de viejos cómo les va la mandanga.

-Ya te digo yo que se los hubiesen cepillado –afirma rotundamente Ramón- , si alguno de estos;  el Guerra, Felipe, Carrillo… (tose) el que sea, hubiesen tocado mucho los huevos no les habrían dejado que llegasen a gobernar ni un día ni medio.

-Chist! –le corta Manolo poniéndose muy tieso mientras levanta el dedo índice hacia el ventilador del techo- ¡No metas a Carrillo que Carrillo después de retirarse ya no ha chupao de bote alguno.

Ramón responde con una especie de mugido prolongado y menea de arriba abajo la cabeza para evidenciar que discutiría más pero que no lo va a hacer.

-El de Caparroso – Don José insiste cabizbajo- era de Falange, venía en un citroën negro con el maletero lleno de chorizos y cajas de vino, él decía que los rojos se las habían llevado de las bodegas de Casajús, que entonces era el dueño de la harinera (digo de la harinera pero lo era de medio pueblo) pero a mí me da que en cuenta de devolvérselas se las bebieron ellos. Éste que digo, el de Caparroso, se había hecho amigo del que luego fue alcalde, que decían entonces que organizaban unas cenas que eran verlas, que traían putas de Ejea y todo. Yo os cuento por lo que oía. ¡Ojo! yo no era mas que un crío, los chavales nos pegábamos por pasarle un paño al coche y el gachó, cuando salía de ver a su novia de casa Plou, nos daba unas perricas, ¡y mecágüenla si brillaba aquel Citroën! ¡más que el Sol! Lo veíamos aparecer por la revuelta de Garcés, esa curva dallá bajo, corría que se las pelaba el hijoputa, ¡menuda nube polvo hacía! ¿No ves que la carretera estaba sin asfaltar? –aclara sin que nadie le hubiese cuestionado.

Otro silencio, seguramente para que se fuese posando el polvo de la carretera junto al impasible olmo que aún crece en la curva de la torre de los Garcés.

Ramón no llega a sesenta años y no sabe de quienes está hablando Don José. Manolo, que sí es de su quinta, recuerda algo pero no mucho debido a que la infancia la pasó en el hospicio cuando a su padre lo dieron por desaparecido en el 39 y su madre se murió de la pena, aunque en realidad, y esto se lo contaron sus tías ya de mozo, si se murió fue porque en la comarca no había médico que la mirase desde que a los Olano, padre e hijo, se los llevaran en un camión, por mucho que doña Rosa saliese chillando a la calle diciéndole a aquel teniente andaluz y arguellao que los hombres de su casa no le habían hecho daño a nadie.

Más tarde iban diciendo por el pueblo que ellos se lo habían buscado,  porque los Olano, padre e hijo, habían curado a un anarquista de los que ocuparon los campos de la marquesita, contra los que la guardia civil tiró a dar. Eso fue lo que les perdió y nadie los volvió a ver. Ramón entonces era un pedugo pero se acuerda de cómo lloraba aquella mujer en mitad de la calle, descalza y en camisón, porque todo esto pasó a las tantas.

-Hoy en día es imposible que haya socialistas. En este pueblo parecemos tos ricos –murmura Manolo rebordenco-. Mira la tele a través del medio vaso de vino que le queda, tras los micrófonos Mouriño está explicando porqué no sacó a Cristiano hasta el minuto cuarenta y dos, la camiseta del Madrí se ve de color granate, es un vino que mancha el vaso. Ramón es un poco estorbao pero el vino lo pone bueno.

Eric, el chaval de Marijose, la peluquera de la calle Ramónicajal, pregunta si puede coger el Heraldo que acaban de dejar doblado sobre la barra. Después se sienta en la mesa que hay junto a la tragaperras en la que no juega nadie, procurando no hacer ruido con las hojas abre el periódico por donde los anuncios.

Eric vivía en Zaragoza, pero la tienda de cocinas en la que trabajaba cerró hace un año, cuando media docena de constructores dejaron a deber al dueño un pico. Tras muchas cartas del banco el asunto se zanjó con un amago de infarto un viernes por la tarde, mientras veía a la Chacón en el telediario de la uno bautizando un portaviones y su señora freía un par de sanjacobos. Así que, acojonado, se tomó la medicación que le mandaron y después chapó la persiana traspasándole el local a un chino de Jiangsu. Eric no tuvo otra que regresarse al pueblo a vivir con su madre  y ayudar de vez en cuando a un tío suyo que se dedica a cerrar galerías con aluminio. Por poco tiempo, porque el tío lleva meses diciendo que cualquier día se tira con furgoneta y todo al Canal de Tauste.

En la portada del periódico Felipe se atusa las canas, ignora al fotógrafo que tiene enfrente y mira a los ojos al que tiene a su derecha, desde atrás de un botellín de Fontvella vuelca sobre el atril su mente privilegiada y nos explica a la plebe, con su acento de sevillano de Bellavista, las razones por las que, dada la coyuntura actual, resulta imprescindible que continuemos haciendo esto, aquello y lo de más allá.

ese maldito español del yelmo tiene la culpa

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Que América era para los americanos lo dijo Monroe sin especificar a qué americanos se estaba refiriendo. 

España se hizo la distraída pero le sirvió de poco, se retiró desganadamente del negocio cuando los obuses del USS Iowa, que eran obuses pero muy democráticos, mandaron al fondo al Almirante Oquendo. Hasta ahí llegó el sueño, Colón se despertó sobresaltado y transpirando.

Para construír América se adquirió el mejor mármol, eran prioritarias las estatuas de los héroes como también era importantísimo componer un himno y hacérselo aprender a los escolares. Que lo aprendiesen los gauchos iba a ser menos sencillo.

Fue igualmente imprescindible empujar a los mapuches hasta la orilla ya que estorbaban bastante a la república cuando estiraba las piernas. Del mismo modo resultó urgente neutralizar a los incómodos charrúas y se tardó un buien tiempo en hacerles comprender a los guaraní que, para levantar la Patria, era absolutamente imprescindible que ellos pusiesen los riñones. 

Y si bien no figuraba por escrito en las constituciones, se optó por un cabal y europeísimo pragmatismo; Se decidió que sólo los blancos (rubios a poder ser) se sentasen en los palacios legislativos. Eran sin duda los más capacitados para conducir al estado por la senda de la justicia sin que la tal justicia (porque ojo, si no la controlas la justicia puede convertirse en subversiva) perjudicase los intereses de la Liebig Company.

Mesnadas bien comidas de intelectualoides del siglo XXI copypastean a Eduardo Galeano por todo lo ancho y estrecho de Internet, como si no existiesen ya suficientes fangales gustan de revolcarse en el más cateto reduccionismo, porfiando con focalizar en España toda la culpa del subdesarrollo americano allí donde lo hay. (Galeano por cierto es un señor al que este bloc admira)

Afirman que la cadavérica Metrópoli esquilmó  impúdicamente hasta el fondo del puchero los recursos de sus desnutridos hijos. Acusan a los desarrapados y sifilíticos conquistadores de la vírica desgracia de sus desastrosas economías.

Cualquiera que acceda a una biblioteca y tenga la posiblidad de subirse a un taburete, si es que no le da el brazo, alcanzará el estante adecuado para comprobar que la canallesca responsabilidad de la deuda externa, la prostitución infantil, el narco y las favelas, hace mucho que dejó de ser de aquellos pendencieros, fanáticos, hediondos y barbudos castellanos.

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los Palotes de la Corona

Me cuenta cabreada mi desampanante amiga Mari Pli que ayer su hijo, chat por medio, menos mal, casi se coge del cuello con un aficionado del Barça. Pero no por asuntos balompédicos, que diria Don Pantuflo, sino por exclusivamente históricos. Por cuatro palos concretamente, las barras rojas y amarillas que lucieron los antíguos reyes de Aragón y que, según el de allá, eran absolutamente catalanas, más que el abuelo de Casa Tarradellas.

Nada para mí, pobre mortal, más inasequible que el fútbol, aun así llego a distinguir el Camp Nou del monasterio de Poblet. Pero admitiré mi ignorancia, servidor no estaba cuando el rey Ramiro le comunicó a su hija que el galán que la pretendía la sobrepasaba casi en treinta años. Ignoro pues si fueron ellos, padre e hija, quienes aportaron los palotes o si Ramón Berenguer se los trajo desde Barcelona bajo el brazo.

Sí me imagino tenso el momento de optar por el escudo que iban a poner en la cancela del adosado. Mira dona -diría él-, he pensando que lo mejor será quedarnos con el mío, prinsesa, que nos sale més barato… ¡Ay cariñooo! ¡Que el escudo de tu familia es muy sosicoo! -respondería ella saliendo del baño con el secador-. ¡No fotis, eh Petri? ¡No seas nena!… ¡Tíra Ramoné y no me calientes, que la tenemos!

Todos los escudos con barras representados a lo largo de los rincones de la Corona son posteriores a esa boda. De ese mismo año por ejemplo, ni uno antes, existe un sello en el que, haciendo cierto esfuerzo, podemos reconocer las barras.

Dicen unos que el que fue segundo rey de Aragón, Sancho Ramírez, haciéndose vasallo del Papa allá por el 1068, decidió tomar como suyos los colores rojo y oro del pontífice. Otros apuntan en cambio que reyes posteriores (Pedro IV y María de Molina) dejaron escrito que las armas de su casa habían sido traídas desde Cataluña.

Estamos hablando, recordémoslo antes de sofocarnos, de un logotipo usado por la monarquía. Un objeto que advirtiese de su presencia al puteado vulgo al que había que dejar claro a quien pertenecían, ellos mismos, las tierras y los castillos. No se conoce que los jóvenes del siglo XII llevasen atada al manillar de la scooter una cinta con la banderica. 

Hace prácticamente dos días que la burguesía catalana de finales del XIX desempolvó el viejo pendón. Los prohombres de la Renaixença reconstruyeron su historia invirtiendo a veces mucha imaginación y aún más dineros, lo que ya no sé es si, cuando por fin en 1931 la restaurada Generalidad sacó la senyera al balcón, tenía claro que debería compartirla con Aragón, Valencia y las Baleares.

Las cosas de la Historia son como vienen dadas. Tratándose solamente de los membretes de los sobres tampoco es como para ponerse excesivamente picajosos.


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(*) Los primeros reyes de Aragón usaban como firma (no como distintivo) la cruz llamada de Iñigo Arista.

(*) Los catalanistas más inasequibles al desánimo aseguran que en la catedral de Gerona existe un sepulcro, el de la condesa Ermesinda, muerta en 1058, que luce diecisiete barras alternando rojas y doradas. Estudios posteriores han concluido que este fue repintado en tiempos de Pedro IV (1336-1387)

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cuatro leones.


Son pocas o ninguna las cosas nuevas bajo el Sol, dicen que dijo cabreado Salomón un día de calor, y fueron concejales con chistera quienes con el neto afán de agilizar la llegada del siglo XX, que prometía ser la leche, instaron a la vieja Zaragoza a que, remangándose las sayas, se dejase traspasar por los cables telefónicos y por el tranvía eléctrico, así como a que hiciese la compra en el Mercado Central, que ahora era modernisimo y hecho todo de hierro.

El Puente de Piedra, por su parte, mucho antes del cambio de siglo ya sufría de congestión, la Estación del Norte generaba un continuo trajín de carreteros maldicientes y pacientes mulas. Aunque el Puente del Pilar estaba nuevecico, quedaba todavía desmano con su diseño futurista. Además no cabía duda que el de Piedra era más seguro, incluso había sobrevivido a los franceses. 

Poseia un pretil de sillería desigual, maltrecho a trozos y con cuatro leones en los extremos, dos mirando a Zaragoza y otros dos mirando hacia Juslibol, con los hocicos romos por los años de cierzo. Eran unos leones cansos que se estaban recostando para echar la siesta, tenían el tamaño de un cordero mas que el de un león y dando un brinco se podía llegar a tocarlos con la mano.

Urgía así ensanchar infinidad de cosas que le venían estrechas al progreso, cuando le tocó el turno al puente, más menos en 1908, desapareció el pretil. Hemos de suponer que con el ruido se espantarían los leones.

El remozamiento consistió en construir a cada lado un voladizo destinado a los peatones, reservando la plataforma central para el tráfico rodado -que no sé si ya se le llamaba así- y la línea 4 del tranvía. La cruz erigida para honrar a los mosenes acuchillados por Lannes quedó por fuera de la barandilla, que era de forja y corría recta de extremo a extremo sin hacer los semicírculos de los machones. Las construcciones anejas, molinos, se derribaron entonces sobreviviendo únicamente en las fotos color sepia.

Si bien la citada barandilla era lo suficientemente alta para la estatura media de la época, igual daba cangüelo asomarse y ver romper contra  los tajamares el agua marrón y ruidosa. Los románticos que se detenían a mirar marchar el Ebro estorbaban el paso dada la estrechez de las aceras. En 1971, por la del lado del Pozo de San Lázaro, se fue de cabeza el autobús. Entonces aún no se decía lo de "leyenda urbana" pero igual las hubo, luego, a falta no sé si de morbo o de cronistas, los misterios se fueron olvidando. Los adolescentes prefieren los zombies a los pozos sin fondo. El caso es que desde entonces la acera quedó cerrada al tránsito.

La reforma de 1989 devolvió al Puente de Piedra su anchura original y desmontó los voladizos con las barandas. Se le dio con el estropajo a los sillares y el puente de marrón oscuro pasó a ser beige, que no se yo qué dirían los góticos. A ras de suelo se colocaron unos foquitos que algunos arebañados tuvieron a mal patear teniendo la injusta suerte de no quedar electrocutados. A las farolas marcianas poco a poco nos  hemos ido acostumbrando y Francisco Rallo consagró la sempiterna rehabilitación moldeando los cuatro leones más elegantes y pinchos del universo.

De los leones antiguos lo único que se sabe es que nadie sabe. Hay quien insinúa que son los mismos que durante mucho tiempo guardaron la entrada de la subestación que Eléctricas Reunidas tenía junto a la Academia, si bien a este humilde bloc le convence poco el argumento.

Otros, fríamente deducen que los cuatro felinos de piedra fueron tirados sin ningún tipo de decoro al mismo río que custodiaban (*).

Entra dentro de lo posible, ya hemos señalado que los zaragozanos de 1900 tendían a ser tan asquerosamente modernos como nosotros.

 
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(*) Simón González y Gómez; Los puentes sobre el Ebro a su paso por Zaragoza. 1987.

La mejor foto del antiguo puente con sus leones está en este blog; “De Zaragoza al Zierzo”.