otras navidades rafaélicas


Lo juro por el burrito del portal, este año había prometido a mis difuntas abuelas ser un poquito menos crítico, ir a misa del gallo, darle un besito a mis tías segundas sin montar una pataleta...

Pero me acabo de enterar, la televisión en nochebuena  tendrá por protagonista a ¿San José? ¿al Espíritu Santo? ¿al Rey Melchor?, no, no, nada de secundarios. ¡La estrella será Raphael! ¿Quien mejor?

El vídeo que cuelga aquí abajo corresponde a una gala de navidad emitida hace algunos años por la ITV británica, y no es que tenga yo a Robbie Williams en una estampa bajo el cristal de mi mesilla de noche, pero hasta el mísmisimo Felipe II admitiría el buen ritmo y la frescura de este show originario de la Pérfida Albión.

En cambio los telespectadores españoles fieles a la pública cantaremos una vez más el ropopompon, acompasado por la cucharilla de café de nuestro cuñado hasta que casque la enésima copa de champán, con el consiguiente disgusto del ama de casa, que pasó dos años alimentando a seis personas a base de choped con el único fin de juntar la cristalería completa  del Eroski.
  

blue, blue, blue Christmas...



Digan lo que digan las grandes superficies para un servidor la Navidad no comienza hasta tal día como hoy, al tiempo que los famosos niños de Don Ildefonso (imposible ser santo teniendo tantos hijos) pasan la mañana voceando números que, por lo general, tocan en el extremo opuesto del lugar en el que uno vive.

Llegado pues el 22 este bloc se apunta al bombardeo deseando todo tipo de prosperidad, salud y etcéteras a quien haya sido capaz de llegar hasta este párrafo, y conste que nadie, salvo ONO, se lucra con mi deseo, quedando pues este al margen de la ley Sinde y del siempre justo peso de sus puniciones.

Pero sobre todo este bloc quiere felicitar y felicita a los innumerables comunicadores que, día a día, se afanan en informarnos insistentemente de cuán espantosa es nuestra situación actual, de lo malo y lo peor más cotidianos, de qué nivel de horror nos aguarda en el futuro,.

Vaticinadores y taxativos tertulianos, sapientines consagrados a amargar el ir y venir del transportista y las noches insomnes de los jubiletas adictos a la radio, así como los cafés con leche de los que paramos a media mañana para leer entre bostezos los siempre inquietantes titulares de los periódicos gratuitos.

A ellos añado los taxistas que critican a los repartidores bolivianos, a la segurata que me obliga a quitarme el cinturón al traspasar lel hall de la DGA, al técnico municipal que instaló el radar en la Avda Navarra, al cívico ciudadano que circula a 20 por hora, al concejal que ordenó abrir la zanja de mi calle, a los adolescentes que de madrugada filosofan bajo mi ventana acerca de lo puta que es la Vane, al director del banco que me perdona mensualmente la vida y a los incansables pelmas de Infojobs que me remiten a trabajos imposibles para un coeficiente intelectual inferior a 150.

A todos les deseo unos días dulces y hogareños, oyendo roncar al perro y al niño interpretar por decimosexta vez “Noche de Paz” con la flauta, junto al tronco a medio arder, el grasiento turrón blando y ese Papa Noel comprado en los chinos que baila como poseso por Satán.

Supongo que habrá quedado clara mi impoluta sinceridad. Como más o menos decía Elvis: que les vaya bien a ellos con sus blancas navidades, que yo tendré las mías azules.



Elvis Presley & Martina McBride. "Blue Christmas".

Felipe aparca el socialismo para hacerse conejero.

Usté, señor José! ¿Sabe qué coñe es lo que hace un consejero?

-¿Un conejero? ¡Pues qué va a hacer? Criar conejos, ¿o es que no?

-Eso –apunta Ramón mientras seca la barra con la misma bayeta de hace seis meses- es un cunicultor, y lo que Manolo dice es otra cosa –añade subiéndose los pantalones.

Manolo no responde, se queda callado para que el resabido del Ramón no se vaya a imaginar ni por un momento que la palabra se le hace rara. El Ramón, antes de tener el bar, era viajante de artículos de ferretería, después palmó su suegro y con lo que sacaron de las tierras que tenía por donde iba a pasar el AVE, montaron el bar. Su mujer es funcionaria en la degeá en Huesca y ha estudiado, debe haber sido ella quien le ha enseñado lo del cunicultor.

-No hombre, no es eso – dice después con un suspiro que le venía desde hacía rato trepando por la barriga-. Aquí lo que dicen es que Felipe González va a ser "consejero", consejero independiente -puntuzaliza.

-Eso pues es que no va a depender de nadie – afirma el señor José para que todos vean que entiende de estos temas.

-¿Pero el Felipe seguirá siendo socialista? –pregunta un anónimo desde el fondo del bar soplando hasta hacer olas en la superficie del carajillo.

Manolo se encoge de hombros transmitiendo un “vete a saber”, fija la vista en el titular hasta que se le emborrona recordando cuando le fueron a ver a un mitin en la plaza de toros de Zaragoza. Fue por su cuñado, que era sindicalista de la ugeté de la construcción, hasta que el marido de una prima hermana, uno que es ingeniero, lo metió en la Opel. Al poco, no preguntes porqué, le hicieron encargado. Por cierto que la hija se le casa en Junio, se van de viaje a las Molucas, que según él son unas islas que están pegadas a Cuba pero con mejores hoteles.

-Ninguno de aquellos sigue siendo socialista –Ramón categoriza mientras escurre la bayeta sobre las croquetas que tiene expuestas desde ayer-. Y óyeme lo que te digo; a los que de verdad son decentes se los quitan de en medio pa que no jodan el sistema o les untan pasta hasta que tragan.

Todos parecen asentir, no le debe faltar razón al Ramón, ¿pues no dicen que a Kénedi se lo cargaron los mismos del gobierno?

-Al hermano de mi padre lo mataron –dice de repente Don José mientras golpea el borde la barra con el culo del vaso vacío.

-¿A quién dices que mataron? –pregunta alguien tras una pausa interrumpida por el plop de la botella de tinto al destaparse.

-A mi tío, de un tiro.

Por la puerta entreabierta se mete sin permiso el ruido de la vespa del cartero que marcha a llevar un certificado de Endesa a uno que vive en el pueblo de al lado y que no paga. Luego se oye la voz de un niño que habla a gritos con su amigo. El crío dice “no te la bajes que te la paso yo”, los del bar no entienden pero tampoco les preocupa.

-Dicen que el que lo mató fue uno de Caparroso –continúa Don José rascándose la nariz anaranjada-, uno que festejaba con una de las hijas de casa Plou, la que era más guapa, así pequeñica – pone la palma a metro y medio del suelo - pero una moceta mu maja, macuerdo como si la viera. Las otras eran tres, la mayor de casó con un catalán y se marchó a vivir a Barcelona, esa yasabrámuerto, digo yo, porque –se detiene y calcula- era del tiempo de mi hermana y mi hermana murió lo menos hace quince años. A la más pequeña los hijos la tienen en una residencia de la caja de ahorros, la pudieron meter por su yerno, que era interventor, o director, no sé. A mí no me gusta.

A nadie le queda claro qué es lo que desagrada a José, si la residencia o el yerno interventor, el caso es la residencia de la CAI todos dicen que es cojonuda, las habitaciones hermosas y una tele de plasma en el salón que casi no coge en la pared de tan enorme. Y el cocinero es vasco, aunque en realidad nació en Haro, sólo que trabajó muchos años en Mondragón, en el comedor de la Fagor.

-Mira –dice Manolo tras una pausa que todos han empleado en intentar sin éxito recordar quien era la hija pequeña de los Plou-, en mi opinión, y hablo pa mí, ojo, ninguno de estos del pesoe han sido en su puta vida de izquierdas. De jóvenes a lo mejor, decían que lo eran  pa que les votasen, pero no hay mas que verlos de viejos cómo les va la mandanga.

-Ya te digo yo que se los hubiesen cepillado –afirma rotundamente Ramón- , si alguno de estos;  el Guerra, Felipe, Carrillo… (tose) el que sea, hubiesen tocado mucho los huevos no les habrían dejado que llegasen a gobernar ni un día ni medio.

-Chist! –le corta Manolo poniéndose muy tieso mientras levanta el dedo índice hacia el ventilador del techo- ¡No metas a Carrillo que Carrillo después de retirarse ya no ha chupao de bote alguno.

Ramón responde con una especie de mugido prolongado y menea de arriba abajo la cabeza para evidenciar que discutiría más pero que no lo va a hacer.

-El de Caparroso – Don José insiste cabizbajo- era de Falange, venía en un citroën negro con el maletero lleno de chorizos y cajas de vino, él decía que los rojos se las habían llevado de las bodegas de Casajús, que entonces era el dueño de la harinera (digo de la harinera pero lo era de medio pueblo) pero a mí me da que en cuenta de devolvérselas se las bebieron ellos. Éste que digo, el de Caparroso, se había hecho amigo del que luego fue alcalde, que decían entonces que organizaban unas cenas que eran verlas, que traían putas de Ejea y todo. Yo os cuento por lo que oía. ¡Ojo! yo no era mas que un crío, los chavales nos pegábamos por pasarle un paño al coche y el gachó, cuando salía de ver a su novia de casa Plou, nos daba unas perricas, ¡y mecágüenla si brillaba aquel Citroën! ¡más que el Sol! Lo veíamos aparecer por la revuelta de Garcés, esa curva dallá bajo, corría que se las pelaba el hijoputa, ¡menuda nube polvo hacía! ¿No ves que la carretera estaba sin asfaltar? –aclara sin que nadie le hubiese cuestionado.

Otro silencio, seguramente para que se fuese posando el polvo de la carretera junto al impasible olmo que aún crece en la curva de la torre de los Garcés.

Ramón no llega a sesenta años y no sabe de quienes está hablando Don José. Manolo, que sí es de su quinta, recuerda algo pero no mucho debido a que la infancia la pasó en el hospicio cuando a su padre lo dieron por desaparecido en el 39 y su madre se murió de la pena, aunque en realidad, y esto se lo contaron sus tías ya de mozo, si se murió fue porque en la comarca no había médico que la mirase desde que a los Olano, padre e hijo, se los llevaran en un camión, por mucho que doña Rosa saliese chillando a la calle diciéndole a aquel teniente andaluz y arguellao que los hombres de su casa no le habían hecho daño a nadie.

Más tarde iban diciendo por el pueblo que ellos se lo habían buscado,  porque los Olano, padre e hijo, habían curado a un anarquista de los que ocuparon los campos de la marquesita, contra los que la guardia civil tiró a dar. Eso fue lo que les perdió y nadie los volvió a ver. Ramón entonces era un pedugo pero se acuerda de cómo lloraba aquella mujer en mitad de la calle, descalza y en camisón, porque todo esto pasó a las tantas.

-Hoy en día es imposible que haya socialistas. En este pueblo parecemos tos ricos –murmura Manolo rebordenco-. Mira la tele a través del medio vaso de vino que le queda, tras los micrófonos Mouriño está explicando porqué no sacó a Cristiano hasta el minuto cuarenta y dos, la camiseta del Madrí se ve de color granate, es un vino que mancha el vaso. Ramón es un poco estorbao pero el vino lo pone bueno.

Eric, el chaval de Marijose, la peluquera de la calle Ramónicajal, pregunta si puede coger el Heraldo que acaban de dejar doblado sobre la barra. Después se sienta en la mesa que hay junto a la tragaperras en la que no juega nadie, procurando no hacer ruido con las hojas abre el periódico por donde los anuncios.

Eric vivía en Zaragoza, pero la tienda de cocinas en la que trabajaba cerró hace un año, cuando media docena de constructores dejaron a deber al dueño un pico. Tras muchas cartas del banco el asunto se zanjó con un amago de infarto un viernes por la tarde, mientras veía a la Chacón en el telediario de la uno bautizando un portaviones y su señora freía un par de sanjacobos. Así que, acojonado, se tomó la medicación que le mandaron y después chapó la persiana traspasándole el local a un chino de Jiangsu. Eric no tuvo otra que regresarse al pueblo a vivir con su madre  y ayudar de vez en cuando a un tío suyo que se dedica a cerrar galerías con aluminio. Por poco tiempo, porque el tío lleva meses diciendo que cualquier día se tira con furgoneta y todo al Canal de Tauste.

En la portada del periódico Felipe se atusa las canas, ignora al fotógrafo que tiene enfrente y mira a los ojos al que tiene a su derecha, desde atrás de un botellín de Fontvella vuelca sobre el atril su mente privilegiada y nos explica a la plebe, con su acento de sevillano de Bellavista, las razones por las que, dada la coyuntura actual, resulta imprescindible que continuemos haciendo esto, aquello y lo de más allá.

ese maldito español del yelmo tiene la culpa

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Que América era para los americanos lo dijo Monroe sin especificar a qué americanos se estaba refiriendo. 

España se hizo la distraída pero le sirvió de poco, se retiró desganadamente del negocio cuando los obuses del USS Iowa, que eran obuses pero muy democráticos, mandaron al fondo al Almirante Oquendo. Hasta ahí llegó el sueño, Colón se despertó sobresaltado y transpirando.

Para construír América se adquirió el mejor mármol, eran prioritarias las estatuas de los héroes como también era importantísimo componer un himno y hacérselo aprender a los escolares. Que lo aprendiesen los gauchos iba a ser menos sencillo.

Fue igualmente imprescindible empujar a los mapuches hasta la orilla ya que estorbaban bastante a la república cuando estiraba las piernas. Del mismo modo resultó urgente neutralizar a los incómodos charrúas y se tardó un buien tiempo en hacerles comprender a los guaraní que, para levantar la Patria, era absolutamente imprescindible que ellos pusiesen los riñones. 

Y si bien no figuraba por escrito en las constituciones, se optó por un cabal y europeísimo pragmatismo; Se decidió que sólo los blancos (rubios a poder ser) se sentasen en los palacios legislativos. Eran sin duda los más capacitados para conducir al estado por la senda de la justicia sin que la tal justicia (porque ojo, si no la controlas la justicia puede convertirse en subversiva) perjudicase los intereses de la Liebig Company.

Mesnadas bien comidas de intelectualoides del siglo XXI copypastean a Eduardo Galeano por todo lo ancho y estrecho de Internet, como si no existiesen ya suficientes fangales gustan de revolcarse en el más cateto reduccionismo, porfiando con focalizar en España toda la culpa del subdesarrollo americano allí donde lo hay. (Galeano por cierto es un señor al que este bloc admira)

Afirman que la cadavérica Metrópoli esquilmó  impúdicamente hasta el fondo del puchero los recursos de sus desnutridos hijos. Acusan a los desarrapados y sifilíticos conquistadores de la vírica desgracia de sus desastrosas economías.

Cualquiera que acceda a una biblioteca y tenga la posiblidad de subirse a un taburete, si es que no le da el brazo, alcanzará el estante adecuado para comprobar que la canallesca responsabilidad de la deuda externa, la prostitución infantil, el narco y las favelas, hace mucho que dejó de ser de aquellos pendencieros, fanáticos, hediondos y barbudos castellanos.

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los Palotes de la Corona

Me cuenta cabreada mi desampanante amiga Mari Pli que ayer su hijo, chat por medio, menos mal, casi se coge del cuello con un aficionado del Barça. Pero no por asuntos balompédicos, que diria Don Pantuflo, sino por exclusivamente históricos. Por cuatro palos concretamente, las barras rojas y amarillas que lucieron los antíguos reyes de Aragón y que, según el de allá, eran absolutamente catalanas, más que el abuelo de Casa Tarradellas.

Nada para mí, pobre mortal, más inasequible que el fútbol, aun así llego a distinguir el Camp Nou del monasterio de Poblet. Pero admitiré mi ignorancia, servidor no estaba cuando el rey Ramiro le comunicó a su hija que el galán que la pretendía la sobrepasaba casi en treinta años. Ignoro pues si fueron ellos, padre e hija, quienes aportaron los palotes o si Ramón Berenguer se los trajo desde Barcelona bajo el brazo.

Sí me imagino tenso el momento de optar por el escudo que iban a poner en la cancela del adosado. Mira dona -diría él-, he pensando que lo mejor será quedarnos con el mío, prinsesa, que nos sale més barato… ¡Ay cariñooo! ¡Que el escudo de tu familia es muy sosicoo! -respondería ella saliendo del baño con el secador-. ¡No fotis, eh Petri? ¡No seas nena!… ¡Tíra Ramoné y no me calientes, que la tenemos!

Todos los escudos con barras representados a lo largo de los rincones de la Corona son posteriores a esa boda. De ese mismo año por ejemplo, ni uno antes, existe un sello en el que, haciendo cierto esfuerzo, podemos reconocer las barras.

Dicen unos que el que fue segundo rey de Aragón, Sancho Ramírez, haciéndose vasallo del Papa allá por el 1068, decidió tomar como suyos los colores rojo y oro del pontífice. Otros apuntan en cambio que reyes posteriores (Pedro IV y María de Molina) dejaron escrito que las armas de su casa habían sido traídas desde Cataluña.

Estamos hablando, recordémoslo antes de sofocarnos, de un logotipo usado por la monarquía. Un objeto que advirtiese de su presencia al puteado vulgo al que había que dejar claro a quien pertenecían, ellos mismos, las tierras y los castillos. No se conoce que los jóvenes del siglo XII llevasen atada al manillar de la scooter una cinta con la banderica. 

Hace prácticamente dos días que la burguesía catalana de finales del XIX desempolvó el viejo pendón. Los prohombres de la Renaixença reconstruyeron su historia invirtiendo a veces mucha imaginación y aún más dineros, lo que ya no sé es si, cuando por fin en 1931 la restaurada Generalidad sacó la senyera al balcón, tenía claro que debería compartirla con Aragón, Valencia y las Baleares.

Las cosas de la Historia son como vienen dadas. Tratándose solamente de los membretes de los sobres tampoco es como para ponerse excesivamente picajosos.


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(*) Los primeros reyes de Aragón usaban como firma (no como distintivo) la cruz llamada de Iñigo Arista.

(*) Los catalanistas más inasequibles al desánimo aseguran que en la catedral de Gerona existe un sepulcro, el de la condesa Ermesinda, muerta en 1058, que luce diecisiete barras alternando rojas y doradas. Estudios posteriores han concluido que este fue repintado en tiempos de Pedro IV (1336-1387)

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cuatro leones.


Son pocas o ninguna las cosas nuevas bajo el Sol, dicen que dijo cabreado Salomón un día de calor, y fueron concejales con chistera quienes con el neto afán de agilizar la llegada del siglo XX, que prometía ser la leche, instaron a la vieja Zaragoza a que, remangándose las sayas, se dejase traspasar por los cables telefónicos y por el tranvía eléctrico, así como a que hiciese la compra en el Mercado Central, que ahora era modernisimo y hecho todo de hierro.

El Puente de Piedra, por su parte, mucho antes del cambio de siglo ya sufría de congestión, la Estación del Norte generaba un continuo trajín de carreteros maldicientes y pacientes mulas. Aunque el Puente del Pilar estaba nuevecico, quedaba todavía desmano con su diseño futurista. Además no cabía duda que el de Piedra era más seguro, incluso había sobrevivido a los franceses. 

Poseia un pretil de sillería desigual, maltrecho a trozos y con cuatro leones en los extremos, dos mirando a Zaragoza y otros dos mirando hacia Juslibol, con los hocicos romos por los años de cierzo. Eran unos leones cansos que se estaban recostando para echar la siesta, tenían el tamaño de un cordero mas que el de un león y dando un brinco se podía llegar a tocarlos con la mano.

Urgía así ensanchar infinidad de cosas que le venían estrechas al progreso, cuando le tocó el turno al puente, más menos en 1908, desapareció el pretil. Hemos de suponer que con el ruido se espantarían los leones.

El remozamiento consistió en construir a cada lado un voladizo destinado a los peatones, reservando la plataforma central para el tráfico rodado -que no sé si ya se le llamaba así- y la línea 4 del tranvía. La cruz erigida para honrar a los mosenes acuchillados por Lannes quedó por fuera de la barandilla, que era de forja y corría recta de extremo a extremo sin hacer los semicírculos de los machones. Las construcciones anejas, molinos, se derribaron entonces sobreviviendo únicamente en las fotos color sepia.

Si bien la citada barandilla era lo suficientemente alta para la estatura media de la época, igual daba cangüelo asomarse y ver romper contra  los tajamares el agua marrón y ruidosa. Los románticos que se detenían a mirar marchar el Ebro estorbaban el paso dada la estrechez de las aceras. En 1971, por la del lado del Pozo de San Lázaro, se fue de cabeza el autobús. Entonces aún no se decía lo de "leyenda urbana" pero igual las hubo, luego, a falta no sé si de morbo o de cronistas, los misterios se fueron olvidando. Los adolescentes prefieren los zombies a los pozos sin fondo. El caso es que desde entonces la acera quedó cerrada al tránsito.

La reforma de 1989 devolvió al Puente de Piedra su anchura original y desmontó los voladizos con las barandas. Se le dio con el estropajo a los sillares y el puente de marrón oscuro pasó a ser beige, que no se yo qué dirían los góticos. A ras de suelo se colocaron unos foquitos que algunos arebañados tuvieron a mal patear teniendo la injusta suerte de no quedar electrocutados. A las farolas marcianas poco a poco nos  hemos ido acostumbrando y Francisco Rallo consagró la sempiterna rehabilitación moldeando los cuatro leones más elegantes y pinchos del universo.

De los leones antiguos lo único que se sabe es que nadie sabe. Hay quien insinúa que son los mismos que durante mucho tiempo guardaron la entrada de la subestación que Eléctricas Reunidas tenía junto a la Academia, si bien a este humilde bloc le convence poco el argumento.

Otros, fríamente deducen que los cuatro felinos de piedra fueron tirados sin ningún tipo de decoro al mismo río que custodiaban (*).

Entra dentro de lo posible, ya hemos señalado que los zaragozanos de 1900 tendían a ser tan asquerosamente modernos como nosotros.

 
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(*) Simón González y Gómez; Los puentes sobre el Ebro a su paso por Zaragoza. 1987.

La mejor foto del antiguo puente con sus leones está en este blog; “De Zaragoza al Zierzo”.

Págale a los traidores de una vez.

Me dicen que Viriato ha muerto en prime time y que ha sido una canallada esquinera y españolísima. Sin incorporarse  apenas del triclinium, el cónsul romano finiquitó casi gratis al decano de nuestros libertadores. A saber qué hubiera sido de nosotros si el lusitano hubiese conseguido echar a los latinos a puntapiés Meseta abajo hasta Sagunto.

Quizá hoy nuestro idioma, y por ende el de los tucumanos, caraqueños, bonaerenses y tijuanacos, hubiese sido una suerte paleohispánica intraducible y llena de olcusivas, un coñazo del que estaríamos muy orgullosos pero en el que Cervantes se hubiese vuelto mico para escribir una sola página.

En este caso, y sin que sirva de precedente, admitamos que bien está lo que mal acaba. El triunfo de los malos, siesos y con su plumero en el casco, nos convirtió en una civilización, sembrándonos de puentes y acueductos que, de haber estado solos los hispanos, jamás nos hubiésemos puesto de acuerdo para construir. En Segovia no, dirían los tarraconenses, que ya tienen los cochinillos…

Los guionistas de la serie llevan semanas jurando por Snoopy que sus musas han estado mediatizadas por las exigencias del mass media, ignoro pues a quien habrá que agradecer sus mejores gags, como por ejemplo el que una lusitana del siglo II AC se llame Bárbara, tal como la Rey o la Streisand. 

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Grillos progres, laicos y promíscuos.

El que los grillos sean unos tíos grandes nadie lo discute. Bien es cierto que el artículo pasa por alto informarnos de la opinión generalizada de las grillas, que supongo habrá de todo. No obstante, entre polvo y polvo a esa velocidad, al grillo apenas le da tiempo para lavarse, eso ya dice mucho.

Mi objeción no es por tanto moralista, allá cada uno sea ortóptodo o lepidóptero, además dudo que mi opinión le sirva de algo a la diosa Evolución a la que, haciendo la salvedad del ornitorrinco y el pez martillo, más o menos le han salido bien las cosas.

Simplemente querría poner en conocimiento del redactor de ADN que los grillos, así como los tucanes y los congrios, o en su día los tiranosaurios rex, es completamente imposible que forniquen.

No por falta de ganas, no, que menudos son, sino porque entre ellos nunca ha mediado el vínculo moral ni legal del matrimonio. Malamente pues pueden mancillarlo yéndose con una grilla que no les corresponde.

Es un concepto complicado, bien lo sabe Dios, él más que nadie, decenas de siglos tras la invención del latinajo todavía lo estamos redefiniendo, pero lo mires como lo mires no existe cura, juez ni formulario municipal que conmine a los animales a unirse o seguir unidos más allá de lo que su naturaleza les obligue.

Así pues forniquemos y condenémonos nosotros, el que quiera, pueda, o no tenga más remedio, pero no convirtamos en irredentos pecadores a esos inocentes bichos. Agradezcámosles mejor el coro con el que nos acompasan nuestra propia coyunda en las tórridas noches de verano.

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Fornicar:

(Del lat. fornicāri).

1. intr. Tener ayuntamiento o cópula carnal fuera del matrimonio. U. t. c. tr.

Ni en dioses ni en reyes ni en tribunos… (*)

Hemos bajado la guardia Marcelino.

Y ya ves cómo nos va, los curritos hemos llegado al tercer milenio siendo una bien enseñada trouppe, una masa blanducha, una fila de a uno de liliputienses timoratos que sólo aspiran a que llegue el próximo puente.

Nos convencieron o nos convencimos de que ya éramos burgueses, tal vez porque conseguimos pagar en cinco años el Audi.

Esos dos o tres que aún levantan el puño nos parecen anacrónicos, pringadillos, palizas megafoneros, dado que ahora somos modernos y europeos dedujimos sobraban las pancartas y los pitos.

Cuatro décadas después de que te comieses el marrón de Carabanchel los amos del cotarro vuelven a apretarnos las tuercas, nos amenazan con que el que se cantee se va a la cola, meten miedo vaticinando que la jubilación no nos va a alcanzar a todos, diciendo que el que se ponga más malo de la cuenta tendrá que pagarse él mismo las inyecciones.

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El mundo va a cambiar de base.
Los nada de hoy todo han de ser. (*)




 

Index librorum prohibitorum (Bocazas, jovencitas niponas y guardianes de la moral).


Los seis siglos desde Boccaccio no cuentan, la ministra de Cultura ha dicho que los libros no son libres y que no se libran.

González Sinde parece opinar que, por encima del de despegarnos de la vulgaridad haciéndonos volar en alfombra sobre Samarcanda, el deber primordial de los libros es proteger los valores,  moralizando siempre, siempre moralizando.(*)

Pero lo que duerme entre las páginas de un libro no tiene porqué pertenecer al mundo, allí dentro el bien y el mal puedan llegar a confundirse y besarse, leyéndolo te expones al peligro maravilloso de toparte en medio de un capítulo con una irreverente bofetada a la lógica o a la bondad.

Recuérdese a ese cabronazo de Lázaro engañando al pobre ciego a fin de que este se parta la cara contra una pilastra, o la humillación pública del judío Shylock, nada más incorrecto visto desde nuestro siglo de las lucecitas halógenas.

Precisamente, en tiempos de iluminación, no debería existir ningún temor a una cierta incorrección en letra de imprenta, de lo contrario nunca hubiésemos sabido de las artimañas de la Trotaconventos o del sofoco de Cécile mientras el Vizconde de Valmont hurga entre sus enaguas.

Sepa usted, señora ministra, que los lectores ya somos mayorcitos.

En cualquier caso, con dejar el sucio y maldito libro oxidarse en el estante de la fnac, sería más que suficiente.

Lo que sucede es que, ante este tipo de fatuos desatinos, los propensos al escándalo se frotan las manos. A falta de nada interesante que decir, sus siempre correctos grititos de horror ahogan los pensamientos menos simplistas.

La Historia de Nastaglio Degli Honesti: Un cuento perverso en el Museo del Prado.

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(*) Fragmento del discurso de la ministra a raíz de la polémica provocada por el cuento de las lolitas japonesas de Sánchez Dragó: "La literatura no es coartada. (...) Las obligaciones y valores de un escritor no son distintas de las de cualquier otro miembro de la sociedad. El oficio de literato no es un eximente para quienes, con sus palabras, por muy hábilmente que estén ordenadas, ofenden, desprecian y se saltan las reglas de convivencia"
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/10/30/cultura/1288439268.html


Enamorados de Cesaraugusta; fotos de J. M. Soler.


Creo que conozco a este caballero, en cualquier caso deduzco por qué calles camina, qué puentes cruza y en qué plazas se sienta a esperar a esa musa japonesa con muchos megapixeles que les besa en el cuello a los fotógrafos..

Pego aquí el enlace a su álbum porque he pasado mi rato del café perdido  en sus recuadros, el café mediocre pero el rato magnífico, y gratis, he pagado muchas veces en un cine por imágenes infinitamente menos gratificantes.

Tal vez tengan razón "esos", los que dicen que una buena parte del contenido de Internet vale demasiado como para ser regalado sólo con un clic.

Confío que durante un tiempo aún existan artistas  generosos que me dejen tomar cafés al tiempo que paseo por rincones alterados e imposibles de esta misma ciudad o de otra que le quede en las antípodas.

Gracias.

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Miguelín se queda._

Ha dicho la ministra Salgado que Miguelín no hace falta que vuelva a España, que puede quedarse en Shangai que por nosotros no hay problema. No creo que extrañe a la familia, se hará a aquello enseguida, es la ventaja de ser pequeño.

Mucho mejor para el niño, allí crecerá sano, se hará más disciplinado y le enseñarán tai chi. Botellones en Pekín dudo que hagan muchos, se convertirá en un chaval delicado y amable que pasará los fines de semana practicando caligrafía. Sonreirá, dará las gracias por todo y si a los dieciocho le compran una bici será el hombre más feliz del mundo.

Tal vez llegue a ser de mayor un alto ejecutivo en una de esas macro-empresa de importaciones que mandan a Europa bolsos clonados de Tous, y si algún día siente la llamada de la sangre, Coixet estará encantada de pagarle el viaje. Necesitará quitarle los asientos a un Jumbo pero eso no importa, una madre es una madre. Podría pasar aquí un par de semanitas, lo justo para llevarlo a ver la Sagrada Familia y una corrida de el Juli.

Comprenderá enseguida que va a vivir en una sociedad férreamente controlada, que allí confianzas las justas, nada de andar diciendo lo que se piensa. Si de niño le explican bien las cosas cuando crezca entenderá a la perfección porqué la ausencia de democracia en China es lo de menos y que lo que realmente importan son los mercados, sabrá que para triunfar es imprescindible poner a los más pobres a coser zapatillas deportivas durante once horas al día.

Así que, Miguelín, no hay más que hablar, que lo pases bien, aprovecha esta gran oportunidad que te da la vida y no te preocupes por nosotros que ya nos las arreglaremos. Te pusieron ahí para representarnos y has cumplido.
 
El planeta entero ha visto a España reflejada en tu desproporcionada cabezota de bebé institucional y gilipollas.


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Todos se meten con Leire


Pura envidia, cállense ya esos españolitos maldicientes, la  nueva ministra no tiene la culpa de que le hayan pasado tantas cosas en tan poco tiempo.

Lo que sucede es que sabemos de ella demasiado, es lo que tienen las vidas públicas, que la plebe se entera hasta de que tienes aerofagia, por eso deducimos que nunca necesitó presentarse a unas oposiciones, que jamás obtuvo plaza en Benifallim, Cullera u Onteniente y que ninguna universidad de los EEUU le otorgó una beca para el estudio del impacto de los petardos en la sociedad levantina.

Su mérito estuvo en quedarse a vivir en la política, siempre solidaria con todo lo que fuera menester, hiperactiva y omnipresente, profesional de la verborrea políticamente correcta fue yendo de dados a dados tirando fuesen o no fuesen cuadrados.

En mi escasa formación y en mi sólido escepticismo alguna vez he llegado a sospechar que, para iniciar una carrera política, basta con hacerse estampar photoshopeado en los carteles, yo mismo tengo una reticente pesadilla en la que, tras militar con éxito en el Partido Independentista Monegrino, soy elegido senador por Perdiguera.

Uno sólo asciende en su trabajo sacando brillo y meneando lo mejor que puede las piezas que le mandan, da igual que sean botellas de Ajax pino o negros atachés, y visto lo visto los jefes de Leire Pajín quedaron satisfechos, tanto así que de le bastaron cuatro años para pasar de diputada de infantería a Secretaria de Estado, y de ahí a Secretaria de Organización.

Pero la alta política no sería posible sin nuestros confiados y posiblemente irreflexivos votos, así que no sé de qué nos quejamos los que vivimos en el entresuelo. Dada la juventud de la ministra de Sanidad, todos la hemos visto rellenando los impresos y apilando cajas hasta alcanzar el estante en el que estaba su cartera.

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Nota: Tengo un amigo militante que me reprocha ser ibéricamente mezquino en mis apreciaciones pasando por alto algo tan vital para un político como la vocación de servicio.

Vale, pues entonces será eso.

El mal rato de la Casa del Canal.

Tener más de tres siglos debe de ser ya bastante chungo, pero si además te has visto como palacio y te ves ahora como un arruinado caserón, debe ser para partirte las jácenas. No es de extrañar que llegado a tales te insensibilices y deje ya de dolerte cuando se te desploma el artesonado del zaguán.

Aunque seas un bien de interés cultural a los técnicos parece no importarles la angustia que sientes en las vigas. Sólo reaccionan cuando, ya hasta los huevos, se te cae un trozo de cornisa sobre una señora que venía del Mercado.

De vez en cuando te van a ver como haciéndote un favor. Miden tu inclinación comprobando si por las grietas de tus paredes maestras ya cabe un boli Bic. Terminarán por tabicarte las puertas rodeándote con una valla amarilla mientras la lluvia sigue colándose hasta tus neoclásicos riñones. Las gatas callejeras aprovechan tus huecos para parir. El que algún profesor de arte escandalizado  despotrique no impedirá que tus tejas sigan estrellándose contra el pavimento.

Un día verás llegar una excavadora y se te vendrá el mundo encima. Pensarás que la cuadrilla de analfabetos ha optado por barrerte. Pero pasados los primeros golpes de pico, que supongo son los peores, terminarás por resignarte a que esa honesta y diligente constructora te vacíe las entrañas.

Eres un caballero, entenderás que el hombre del volquete es de Barranquilla y no tiene la culpa de que los hermosos estucos de tu escalinata terminen en una escombrera de de Valmadrid. En un par de días apenas serás una cáscara de melón. Finalmente, con un rollo de alambre atarán plásticos a las rejas de tus balcones y no serás sino una fachada apuntalada. Ten paciencia, te dirán, después de que hayamos invertido en ti varios millones vas a convertirte en “Sede de la Demarcación de Carreteras del Estado”.

Y tú, que naciste en el siglo XVIII y no tienes ni la más mínima idea de para qué sirve una autopista, suspirarás confuso pero ligeramente aliviado.

Después de muchas décadas de abandono tus dueños ya no serán condes ni virreyes, pasarás a ser suelo y tabiques de despachos, solar de vicesecretarios y subdelegados. A mí me contarán la milonga de que eres un bien público, pero créeme, salvo aquellas brevísimas jornadas en las que gentuza como yo hizo añicos los espejos que colgaban en las Tullerías, el pueblo jamás ha sido quien ha decidido la utilidad final de los palacios. 

Casa del Canal en un plano de 1911

4 HORAS


A las ocho menos cuarto recuerdo sus pechos asomados, su blusa blanca con los botones de dos en dos, su ingenua maldad, mi miedo a tenerla, sucedía a veces, tocaba el timbre y aparecíamos así.

Casi a las nueve recuerdo su cintura, la marca rosa de las medias que se acababa de quitar, su piel igual de tibia que la taza de café olvidada  sobre la mesita, la música en la otra habitación, el ruido del grifo del vecino y el ligero jadeo mientras la investigaba.

A las once recuerdo su pubis, agitado, boca abajo, manchándome la sábana, perdidas las formas, era una Cenicienta renegando del cuento que me mordía y me empujaba desconcertándome, más desnuda de lo que creía estar.

Y la recuerdo a las doce bajando del coche, vestida deprisa, llevando ropa en el bolso y las mejillas anaranjadas, taconeando hasta el portal, y me recuerdo a mí mismo, solo, pensando en que él estaría arriba, esperándola sentado en el sofá y ansioso por saber cómo le había ido la reunión.

La televisión de los nostálgicos.


Apilé con cuidado las cuatro galletas destinadas a morir en el vaso de leche y le di marcha al ordenador que zumbó obediente, tocó la musiquina de Windows y me anunció que el antivirus tal y cual, y cuando por fin pude clicar obre el icono de uno de los cinco periódicos que tengo en el escritorio, se me obligó a visualizar una publicidad en la que un cuarentón con pelo gris distribuía a su señora y a sus hijos en su Audi 3.333 (o 33.333) a lo largo de una ciudad de ensueño en la que todo dios era feliz y sonreía.

Concluido el anuncio leí los titulares; el paro subido a corderetas en los lomos de ZP, el Parlamento de Cataluña vetando la comercialización de aceitunas La Española y una noticia que me ponía sobre aviso de que el Valle de los Caídos está cayéndose a trozos. Culpaban de ello al gobierno rojo, acusando a la vicepresidenta de brujería y denunciando que el PSOE tiene un plan secreto para dinamitar el monumento ayudado por una cuadrilla de rumanos con una furgoneta.

Desde hace más de un año, pormenorizaba el redactor, no es posible visitar la gélida basílica en la que descansa, que ojalá sólo sea un decir, el dictador Francisco Franco. Citaba el texto al presidente cierta fundación cuyos apellidos, merced a que Google está en todo y al tiempo todo está en él, me bastó copipastear para dar con su perfil de Facebook.

Ahí se desparramaron por mi pantalla pataleos, suspiros y quejidos. Retóricas alcanforadas de cuatro sujetos ajenos al siglo que viven, letanías mentando a Pemán, águilas y bandericas, muchas, y entre tanta caspa la foto de éste señor, documentalista considerado, que el otro día y en el programa que dirije llegó a decir que no es cierto que el general Yagüe ordenase una masacre tras la toma de Badajoz en agosto de 1936.

Según dicho programa, fueron los periodistas extranjeros (es evidente hasta qué punto nos odian a los españoles en el extranjero) los únicos responsables de haber sobredimensionado las cifras ya que el generál Yagüe, además de marqués por méritos de guerra, fue un excelente padre de sus hijas, más recto que una vara e incapaz de mandar fusilar a  cuatro mil personas. En todo caso a la mitad.



Como ejemplo éste vídeo, en el que, alabando a Millán Astray, parecen lamentar que los chavales de hoy no se vean en la obligación de luchar en una guerra.
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El reparto del botín (homenaje a Manuel Alexandre)



…¡A mí ponme cuatro o cinco trajes, y un abrigo, y unos zapatos de ante!…  ¡Y camisas! ¡Y un billetero de piel de cocodrilo con un billete de mil pesetas!  (el cajero Benítez)

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Atraco a las tres  (José María Forqué, 1962)

El hombre más importante del mundo.


Sin coñas papelicos -me dicen desde Atacama- que esto es serio y hasta el más chulito se acongoja, habrá sido diseñado por la NASA pero el invento se reduce a colgar a un hombre de una sirga que  baja en picado hasta  la barriga del desierto.

Un operario empalma un cable con cinta aislante, la cámara lo graba de cerca, nunca un currante con sus alicates ha sido tan vital, posiblemente éste sea el único hombre imprescindible del planeta. El caso es que, mientras escribo, a 10.500 kilómetros en línea recta de mi casa acaba de ser rescatado el primero de los mineros. Setenta días tragando polvo, el minuto más emocionante de la televisión lo protagoniza un señor de cara quemada que hasta hace dos meses se ganaba la vida bajando al infierno.

Pero es otra historia, hoy nadie va a ser tan jodidamente aguafiestas como para echárselo en cara a nadie ni para reprocharle desidia al presidente pródigo en abrazos. Ni a quienes en el primer mundo igualmente nos marchamos a dormir cuando la película no termina  tan bien como esta.

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Vargas LLosa.


Según parece, si te las quieres dar de literato, ante todo debes ser crítico con los grandes premios, patear siempre y decir que muy bien éste pero que mucho mejor hubiese sido aquel.

Un servidor queda lejos del Olimpo y solamente se asoma al universo de las letras desde su humilde y autocomplaciente bloc, aunque bien es cierto que en una ocasión, y con motivo de un librito de doscientas hojas, estuve invitado al vino español con el que el alcalde nos obsequió a una docena de  escribientes vírgenes que acudimos acompañados por una media de quince familiares cada uno, la mayoría abuelas. Como las mías ya fallecieron en mi caso sobraron taquitos de jamón que se debió comer la abuela de otro.

Dada pues mi condición de vasallo cuya opinión se muere entre las rocas sin llegar a puerto alguno, puedo confesar con toda tranquilidad  hasta qué punto me emociona utilizar el mismo diccionario que el señor sobre el cual ha recaído el Premio Nobel de Literatura.

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Crónicas de singles: El cumpleaños de Rebeca


Los más animados interpretan una coreografía básica en la que sólo interviene el brazo que no sujeta el cubalibre…

-¿Eres compañero de Rebeca?  -Me pregunta una mujer con los ojos claros y unas ojeras mal disimuladas que la hacen atractiva.
-Sí…  Bueno, ella está en otro dep...

Estridente y descontrolada, como poseída, Nena Daconte ahoga mis palabras. La mujer de las ojeras no sabe  qué más decir, y yo tampoco, apenas cinco segundos y una amiga de andares desgarbados (le rozaba un zapato) ha venido a llevársela alegando que Chusa, que no sé quien diantre es,  ya se iba.

A pesar de la agónica Daconte, el caballero que hay a mi lado bebe en silencio, tiene poco pelo, muchísimo menos que yo. Me he alegrado tanto que creo que he sonreído observándolo, menos mal que no se ha girado porque me rompe la cara. Sin embargo el tío que está a su derecha sacude coqueto una melenita gris, será por eso por lo que se cree con derecho a tocarle los huevos al camarero, levanta impaciente un vaso sólo con los hielos.
-¿Bombay? ¿No tienes otra? ¡No, no, quita, esa no! Beefeater tampoco... Déjalo –dice resignado- la Bombay ya me vale.

Los hombres venimos de a uno, entramos con prudencia, como quien entra a una comisaría con el carné caducado, avanzamos estirando el cuello en busca de la persona que nos trajo o nos recomendó venir.

Las mujeres en cambio llegan de cuatro en cuatro, son un desfile y si se distancian unas de otras parecen asustarse, así que aguardan y no prosiguen hasta que el grupo se compacta de nuevo. Es una estrategia, lo he visto en un documental sobre cebras en la 2, manteniéndose todas juntas (al menos así sucede con las cebras) confunden a los leones que apenas ven una marea indefinida de rayas desplazándose y levantado polvo.

Entre los dos bandos constituimos una masa descontextuada y desconcertada. Solterones que tienen a la madre con alzheimer, separados que duermen en un sofá cama subido del trastero, madres divorciadas con un hijo adolescente que ya mide 1.87. Todos somos viejos conocidos que apenas se recuerdan, las facciones te suenan o te empiezan a sonar en ese preciso instante a pesar de no haberlas visto en tu vida. Unos y otros nadamos hacia la orilla alejándonos deprisa por si hubiera cocodrilos, ni uno solo sabe exactamente qué busca y que le pide -o qué le pediría de no sentir tanta pereza- a la noche de Septiembre.

En la que llueve con fuerza, por cierto.

Doy con Rebeca o ella da conmigo, parece contenta, está sonrosada como una comulganta, quizá porque se ha pasado media tarde bajo el secador de pelo. Se ríe mucho, como si la que estuviese cumpliendo treinta y ocho años fuese la chica que se quedó esta mañana en la oficina.

En la vida real es más mona de lo que está esta noche,  Rebeca es de las que se auto-agrede cuando va de tiendas, los espejos de los probadores le hacen perder la consciencia de sus curvas escandalosamente femeninas, estoy seguro de que después, descalza y a medio maquillar, se desespera con el ropero abierto de par en par tras haber esparcido su contenido sobre la cama. Oyendo  desde allí las carcajadas de los maniquís del escaparate de Zara, secos como palos, vengativos por su inamovilidad.

Los hombres sabemos de eso aunque poquísimas veces lo manifestemos, de hecho somos unos especialistas en mirar mujeres, no entiendo porqué se nos minusvalora tanto como estilistas.

Rebeca me lleva de la mano y me presenta a cinco elegidos al azar de entre su millón largo de amigos, tiene más que Roberto Carlos. Trae arrastrada por el brazo a una amiga gorda que a su vez arrastra por el brazo a otra amiga flaca. Despues añade una morenita interesante que pone cara de ser mucho más interesante de lo que en realidad es y a un sujeto fondón y sospechosamente simpático al que por lo visto conoce de su anterior curro. Finalmente extrae de algún inframundo adolescente, a un antiguo compañero de facultad, su amigo de toda la vida –nos dice-, el típico gafitas cariñoso con el que asegura tener una relación cómplice y fraternal sin sospechar siquiera que él lleva intentando tirársela desde los quince años.


Conversamos o nos afanamos en algo remotamente similar. Alguien se adelanta al resto diciendo que está feliz porque la lluvia le está lavando el coche, no es original pero de momento a todos nos sirve. Lo malo es que a partir de ahí la amiga gorda adquiere confianza y comienza a pormenorizar una por una las vueltas que tuvo que dar para aparcar. Una vez relatada la séptima ya son demasiadas vueltas pero por suerte la del cumpleaños interrumpe para preguntarle a Lola (Lola es la supuestamente interesante) cómo le fue en Agosto por Milán.

A falta de cosas mejores Lola tenía en la boca uno de los hielos del Bacardí, se hace la elegante y disimula sin lograr evitar ponerse violeta y que su cara se congestione como la de la niña del Exorcista, por fin consigue tragar el cubito y empieza a decir desganadamente cosas inconexas de Milán, es evidente que todos le caemos mal. Rebeca, que tampoco se entera, gesticula con la cabeza y de vez en cuando, aprovechando las pausas, dice “ahá”.

Es cuando el ex compañero de facultad me pregunta si yo alguna vez he estado, me pilla mirándole los vaqueros ajustados a la camarera rubia por lo que le respondo que “si he estado dónde”. Que si has estado en Milán, me dice, y yo le contesto que no. Después le pregunto si es que él sí, pero resulta que tampoco, y dado que la conversación rula por una vía rematadamente muerta los dos nos volvemos apurados hacia la amiga flaquita, que también estaba distraía, en su caso leyendo las etiquetas de las marcas de cerveza, y le preguntamos lo mismo. Nos sonríe cortésmente, se le nota un huevo que no estaba atenta cuando fuimos presentados y que no tiene ni remota idea de quienes somos. Y en lo que se refiere a Milán no, jamás ha estado, aparte de eso está jodida de frío porque eligió para esta noche un vestido excesivamente ligero y cortito que el único deseo que provoca es el de invitarla a un chocolate con churros.

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C U R T I S.-


Tony Curtis abrazó una vez a Marilyn, yo me hubiese muerto justo después, él  en cambio sobrevivió cincuenta y un años. Los hay con suerte.

Puede que tuviese tocado el corazón desde entonces, Tony Curtis, que se las dió de honesto vikingo pero que bien se dejó sobitear por el libertino de Marco Licinio Craso, se encaramó en la memoria colectiva tocando el saxofón vestido de mujer con una dignidad que muchos tomáscruises le envidiarán.

Los hay con suerte, repito.

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La chica de uniforme es Janet Leigh, su primera esposa, que se parece mucho o muchísimo a la rubia mujer a la que la pirada madre de Norman Bates acuchilla tras la cortina de la ducha.

El Calamar Bravo (elegía ochentera y zaragozana)

Quedaron un sábado a las seis y media, soplaba un cierzo de tres narices en Independencia, hasta el Justicia, arriba en su sillón, se quejaba del frío.

Aún así recorrieron, y no una sino tres veces, todos los tramos de acera que van desde las escaleras de la Diputación hasta las de Medicina. En un principio conversaron poco, se sonreían buscándose preguntas, caminaban una manzana por fuera de los porches y la siguiente bajo ellos.

Tras completar la última vuelta se metieron en el pasaje Palafox, miraron los carteles de los cines y después, sentados en las escalinata de moqueta roja, consiguieron superar la parte más abrupta de los hielos y charlar diez minutos sin pausas, rodeados de piernas de parejas de novios y de botas con hebillas de los reclutas del CIR.

En el kiosco del pasaje ella compró un paquete de chicles que él insistió en pagar, en el toma y daca se le desparramaron veinte duros en monedas, a ella le dio la risa tonta y él, tras haberlas recogido casi todas, se levantó muy digno aunque inquieto porque le faltaban diez pesetas. Como no era cuestión de rebajarse a gatear en tales circunstancias los dos duros se los encontró una señora con moño y cuello de astracán que para nada se sintió indigna.

En el escaparate que hay en el rincón ella se paró a mirar un bikini rezagado desde Julio, era celeste y tenía estampados limones cortados por la mitad, le pregunto si le gustaba y él se puso colorado, o ya lo estaba. Ella había ido a la cita con unas botas camperas y un falda larga muy amplia que terminaba en una puntilla blanca y tenía dibujitos indios de la India. Llevaba la melena deshecha en millones de rizos que el viento había  triplicado reorganizándolos a su criterio. Él estaba encantado pero se sentía tenso, temía ir a decir algo y que se le trabase la lengua, dar un tropezón en el embaldosado, pensar algo que no debía pensar y que ella notase que lo pensaba porque, por si no bastasen la perfección de los rizos y el sensual paso de los elefantitos de la falda, tenía a su lado a la mujer más inteligente del mundo.

Mantuvo la calma, no balbuceó mas que en un par de ocasiones, la tarde transcurrió plácida, fría únicamente por el frío, hablaron de música y de películas, del pueblo de sus abuelos y del colegio en el que hicieron la EGB, de si creían en los OVNIS, de si les daban miedo los fantasmas y de si les gustaban las comidas raras, de si esto o aquello lo habían probado así o asá.

Mientras tanto se había hecho de noche, sobre  el Tubo ya estaba encendido el enorme letrero de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, la llovizna de cuatro gotas no llego a empaparlas pero dejó perfumadas las baldosas El ventarrón meneaba las nubes sin respeto y la luna, algo canija, apareciía y desaparecía como un niño unos metros por arriba de los tejados de la acera izquierda.

-¿No tienes hambre?... Dijo ella distraídamente mientras miraba en el escaparate de la Lepanto un libro que tenía en la portada a Francisco Umbral fumando en pipa y en blanco y negro.
-¿Quieres un helado?
-¿Un helado? –repitió ella alargado la “o” del final- ¿Te apetece un helado con este bris?
-No mujer… Si te apetece otra cosa pues otra cosa.
-Lo que me apetece es un bocadillo –respondió sintiéndose corroborada por la lógica- Uno de calamares... ¿Has comido alguna vez calamares con mayonesa?
-Sssssí –respondió él echando cuentas del dinero que le quedaba tras el cataclismo acontecido en la compra de los chicles.
-¿Vamos pues? Es que ya son casi las nueve y mi madre... ¿A ti te gustan con mucho picante?