Sin coñas papelicos -me dicen desde Atacama- que esto es serio y hasta el más chulito se acongoja, habrá sido diseñado por la NASA pero el invento se reduce a colgar a un hombre de una sirga que baja en picado hasta la barriga del desierto.
Un operario empalma un cable con cinta aislante, la cámara lo graba de cerca, nunca un currante con sus alicates ha sido tan vital, posiblemente éste sea el único hombre imprescindible del planeta. El caso es que, mientras escribo, a 10.500 kilómetros en línea recta de mi casa acaba de ser rescatado el primero de los mineros. Setenta días tragando polvo, el minuto más emocionante de la televisión lo protagoniza un señor de cara quemada que hasta hace dos meses se ganaba la vida bajando al infierno.
Pero es otra historia, hoy nadie va a ser tan jodidamente aguafiestas como para echárselo en cara a nadie ni para reprocharle desidia al presidente pródigo en abrazos. Ni a quienes en el primer mundo igualmente nos marchamos a dormir cuando la película no termina tan bien como esta.
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