sólo menstrúan las chicas altas


Aquí, un servidor, que posee un vulgarísimo cariotipo 46XY y lo que es peor, no tiene ni la mínima idea de para lo que sirve, no ostenta en absoluto una intachable hoja de servicios. Sé por ejemplo cuanto defraudé a aquella divina cuarentona que me arrinconó en los lavabos de la Scratch, de eso hace ya treinta y un años, y que poco pudo hacer conmigo salvo tranquilizarme asegurándome entre jadeos que su marido, un sargento de ingenieros con mostacho y el pelo mojao para atrás, estaba entretenido en la barra discutiendo con un colega de si Shuster jugaba mejor delante que en el centro. 

El caso es que llevo las tres cuartas partes de mi vida admirando a las mujeres, e incluyo a aquella rubiecita con tirabuzones y zapatos blancos de charol que posiblemente me indujo a tomar la primera comunión en pecado, de pensamiento, aclaro, y llevaba toda la catequesis buscándome haciendo globitos rosas con sus chicles Bazooka.

Con esa suma de dulces y amargas taquicardias me considero pues una autoridad. Además la fortuna me ha hecho compañero de una mujer digna de ser retratada por Modigliani, Degás y Romero de Torres, todos a la vez y dándose de hostias, lo que hace totalmente innecesario que gire la cabeza cuando me cruzo con una odalisca por la calle. Sépanlo las odaliscas y no se consideren agraviadas.

Así es como a estas alturas de la cincuentena tímidamente me atrevo a opinar sobre damas y belleza, e igualmente y si se me permite, hacerlo de paso y ya que estoy, sobre los ciclos menstruales y sus paliativos.

Hasta donde modestamente entiendo sé que esa incómoda anécdota que les lleva a consumir productos de farmacia desde los trece a los cincuenta y tantos y que, con la excepción de las princesas de Asturias, que pueden ejercer sus roles sin alejarse de palacio, les obliga a compatibilizar sus inaplazables días de sangrado con trabajos, maternidades, exámenes finales, broncas conyugales o misiones de paz en Mogadiscio, es sufrida por igual por flacas, bajitas, misses Venezuela, jugadoras de basket, paradas, actrices porno, gorditas, misioneras de la Consolata y adoradoras de Satán. 

No parecen entenderlo así los publicistas, auténticos putos amos de este globalizado calabozo, que aparentemente ubican el periodo menstrual entre los veinticinco y los veintiséis, y sólo en mujeres vigoréxicas cuya estatura sobrepase el uno con setenta y su peso jamás los cincuenta y cinco kilos.

Tampoco digo que el anuncio deba ser pasto de las llamas, no seré tan cretino de declararme inmune antes todas esas extremidades con zapatos de tacón de colorines. Antes que ejecutar a estos creativos de Evax decapitaría a los que gestaron al niño de los huevos Kinder. Únicamente he querido poner por escrito un mínimo gesto de solidaridad, la bronca que me gustaría oír caso de haber nacido mujer y poseedora una de las máquinas más perfectas y funcionales del planeta. Sin obviar lo de bella, compleja, susceptible e intrigante, ingenio de la naturaleza que, como dice la jota, qual piuma al vento muta d'accento e di pensiero.  


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en manos del Gobierno Filisteo

"Sansón y Dalila" Cecil B. DeMille, 1949.

Esos depravados filisteos tienen a Víctor Mature encadenado entre dos columnas, la cosa empeora por momentos y sólo quedan diez minutos de película. No sé yo si esta vez vamos a ganar los buenos, estoy por cambiarme de bando, el Pueblo Elegido tiene muy poco sentido del humor.

Pero al fin Yahveh se levanta de la siesta, ve a Sansón pasándolas canutas, bosteza un poco y sacándose las manos de los bolsillos del batín, señala al derrotado con su dedo. Dios ha tomado partido,  paganos lo tenéis chungo, el Todopoderoso es así, ya lo dice el apelativo, los idólatras se van a llevar lo suyo. Ahora Sansón, iluminado de nuevo, sin mosquearse un pelo ni preguntarle a Dios por qué se ha tomado tanto tiempo, empuja las columnas mientras, viles e ignominiosos, los filisteos ríen. Este es un palacio diseñado por Calatrava, informan a gritos a Sansón, el Gobierno Autónomo Canaanita ha pagado por él setenta millonazos, lo tienes crudo israelita.

Lo cierto es que no sucede en un pis-pas, vengarse le está costando un rato, Sansón se congestiona todo y se pone colorao, hasta que las piedras se menean un poquito y cae un polvillo imperceptible, ya está casi. ¡Sansón que es para hoy!, clama Jehová desde lo alto. Enteraos cabronazos, aquí se va a liar parda, yo que los filisteos me iría yendo hacia la puerta, pero son unos jodidos viciosos y siguen con la juerga. El tinglado trastabilla, hay que ser imbécil para sujetar semejante tocho de palacio con sólo dos columnas. Cae una cornisa en la cabeza de un tío gordo que comía uvas, actividad pecaminosa donde las haya, huye horrorizado el pibón que le bailaba, justo ahora que ya iba por el sexto velo. Los muros de corcho se derrumban y la peña corre despavorida, los adoradores de Dagón están más perdidos que Rajoy en Pasapalabra, el mismo Dagón sale disimuladamente por una puerta trasera, le esperan en una orgía, se excusa, y aún se tiene que depilar. Dalila, que ha sido la culpable del chandrío, lloriquea escondida detrás del único pilar indemne pensando en el curro que va a tener quitando el polvo.

El mundo se desmorona y nosotros nos enamoramos, dice Ilsa. Bogart prescinde de aclararle que se están equivocando de película y se la lleva tras unas matas aprovechando que el vuelo es de Iberia y se retrasa. Pero es cierto, se nos han venido encima el techo y sus circunstancias. Hamlet funda el partido independentista de Jutlandia, Aladino se hace yihadista y Juancho Augusto cierra el quiosco, regresa a Guayaquil porque desde hace un año vende las chuches de una en una y con tarjeta. Desahucian a Góngora, demuelen el Arco de Bará para montar un acuapark, enchironan a Papá Pitufo por tráfico de estupefacientes y, tras un error de procedimiento, dejan libre a Lucky Luciano. Willy Wonka tramita un ERE para su fábrica. Judas, por más que lleva al Sanedrín a Magistratura, no consigue cobrar.

El mundo se desmorona sí, pero al revés que en el templo de Sansón, aquí somos los justos quienes morimos aplastados. Goldman Sachs está royendo los cimientos y Bankia nos sierra las patas del sillón. Cada tarde, cuando volvemos a casa del trabajo, descubrimos que nos falta la bombilla del recibidor, que ya no existe la fontanería de la esquina, que un pulcro doncel de Nuevas Generaciones nos ha chinado un faro al aparcar. Después, leemos en La Razón que al señorito Iván pudieron resucitarlo los del SAMUR y ahora se está ampliando el cortijo con una ayuda de la UE.


tus tobillos y el fin del Mundo


Posiblemente un martes a las tres, al salir del trabajo y lloviznando, choquemos de perfil contra un asteroide tristón y de silicio.

O puede que el día anterior hayamos sido ya evaporados, como un café hirviendo, por los misiles misóginos que enviará  el sultán cuando Sheherezade se quede sin cuentos.

Antes del tedioso cataclismo, soportaremos niños fascistas patrullando en monopatín, seremos testigos del enésimo suicidio de un gato callejero y para renovar la tarjeta de mamífero placentario, los robots inquisidores nos humillarán por teléfono haciéndonos repetir trece veces nuestro apellido.

Un analfabeto con fusil automático nos acechará agazapado entre las butacas rojas de un cine art decó, y mi absurda cardiopatía aguardará, escondida en el cajón de los bolígrafos, a que algún día me canse de pasear del Puente a la Alameda.

Sé de lo finito de esta semana que, riéndonos, vivimos, sé que durará décadas y que renacerá mil veces más con los geranios.

Y también sé que allí fuera pronostican glaciaciones, que un señor con traje y chaleco de ochos insiste en que seremos devorados por los coleópteros.

Podría suceder y me importa un pito, siempre y cuando una y otra noche -y de nuevo una y otra- pueda tener tus tobillos en mis manos.

Ser testigo del armagedón precioso de tu rostro dos segundos antes del clímax.

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Feliz chaparrón del 2013 a todo el mundo.


Aparte de un mensaje de whatsapp con tres gatitos, lo de “Feliz Año” es un deseo sincero, es un chiste, la letra de un blues y el sonido de una botella descorchándose cuyo tapón te acierta en todo el ojo.

Así pues créame, le deseo feliz año, señor Rato, sírvase y disfrute, hete aquí mi escaso pelo, usted disponga si seguir tomándomelo y haga oídos sordos a éste y a todos los clamores. Unos insidiosos, eso somos, ignorantes de los  superpoderes con los que cuenta su señoría para ser asesor, de Telefónica, de la NASA o de la TIA, los ciudadanos no somos sino una tropa intitulada que envidia a los magníficos. Es usted grande, señor Rato, síganos pues expoliando que aún queda.

Lo mismo digo, señora Cospedal, téngame a sus pies. Lleve usted o no lleve puesta la peineta es sibilina su capacidad de gestionar por igual lo suyo y lo del Toboso, sepa que me siento muy feliz de que mi salario mengüe mientras usted, discretamente, incrementa su peculio, pues no faltaba más, y también feliz año para usted, Doña Esperanza, admirable su valentía a la hora de tornar en selecto lo populachero, trabajar por el bienestar de la plebe es un valor decimonónico y la sanidad, cuando era de todos, resultaba cutre y demodé. Gracias mil, señora, por mantener a raya a esos enviciados jubilados que consumen antiisquémicos para mantener una calidad de vida que, pasados los sesenta y siendo pobres, debería serles prescindible.

Y glückliches neues jahr, querida Doña Ángela, su bien hacer de seguro nos sacará de éste pozo barroso e improductivo en el que nos sumieron los socialdemócratas con su maniática insistencia en mantener unos servicios públicos que los españoles, bajitos y católicos como somos, ni merecemos ni sabemos disfrutar. Como bien le habrá informado nuestro presidente, nos basta con un porrón y una rumbita para ser felices, tenga por seguro que le saldremos baratísimos cuando nos haya anexionado por completo y nos ponga por rey a Felipe el Hermoso, ahora que a Juana le hacen pagar por el Lexatin.

Y feliz 2013, conciudadanos ibéricos, no nos estresemos que todavía nos quedan Torrente y el Anís del Mono, pero seamos prácticos y comprémonos el paraguas más grande del mercadillo  para, como Gene Kelly, disimular cantando que nos estamos chipiando. A falta de un Noé que sepa construir un arca con botellas vacías de aceite de oliva, nos ahogaremos viendo Tele 5, incluso los que todavía flotamos a base de patalear y blasfemar contra un Dios distraído y neoliberal.

En cualquier caso ahí está la calle, ahí las delegaciones del gobierno, los cajeros automáticos y los escaparates de las entidades financieras que nos extrajeron el riñón y nos ligaron las trompas mientras dormíamos.

Los adoquines, eso sí, habrá que ir a buscarlos al pasado, regresar con la máquina del tiempo a la Transición y traer de paso la dignidad perdida tras estas tres décadas ignominiosas en las que, votando con las vísceras, convertimos en gobernantes a una raza de forajidos carentes de patria y alfabeto.