ese maldito español del yelmo tiene la culpa

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Que América era para los americanos lo dijo Monroe sin especificar a qué americanos se estaba refiriendo. 

España se hizo la distraída pero le sirvió de poco, se retiró desganadamente del negocio cuando los obuses del USS Iowa, que eran obuses pero muy democráticos, mandaron al fondo al Almirante Oquendo. Hasta ahí llegó el sueño, Colón se despertó sobresaltado y transpirando.

Para construír América se adquirió el mejor mármol, eran prioritarias las estatuas de los héroes como también era importantísimo componer un himno y hacérselo aprender a los escolares. Que lo aprendiesen los gauchos iba a ser menos sencillo.

Fue igualmente imprescindible empujar a los mapuches hasta la orilla ya que estorbaban bastante a la república cuando estiraba las piernas. Del mismo modo resultó urgente neutralizar a los incómodos charrúas y se tardó un buien tiempo en hacerles comprender a los guaraní que, para levantar la Patria, era absolutamente imprescindible que ellos pusiesen los riñones. 

Y si bien no figuraba por escrito en las constituciones, se optó por un cabal y europeísimo pragmatismo; Se decidió que sólo los blancos (rubios a poder ser) se sentasen en los palacios legislativos. Eran sin duda los más capacitados para conducir al estado por la senda de la justicia sin que la tal justicia (porque ojo, si no la controlas la justicia puede convertirse en subversiva) perjudicase los intereses de la Liebig Company.

Mesnadas bien comidas de intelectualoides del siglo XXI copypastean a Eduardo Galeano por todo lo ancho y estrecho de Internet, como si no existiesen ya suficientes fangales gustan de revolcarse en el más cateto reduccionismo, porfiando con focalizar en España toda la culpa del subdesarrollo americano allí donde lo hay. (Galeano por cierto es un señor al que este bloc admira)

Afirman que la cadavérica Metrópoli esquilmó  impúdicamente hasta el fondo del puchero los recursos de sus desnutridos hijos. Acusan a los desarrapados y sifilíticos conquistadores de la vírica desgracia de sus desastrosas economías.

Cualquiera que acceda a una biblioteca y tenga la posiblidad de subirse a un taburete, si es que no le da el brazo, alcanzará el estante adecuado para comprobar que la canallesca responsabilidad de la deuda externa, la prostitución infantil, el narco y las favelas, hace mucho que dejó de ser de aquellos pendencieros, fanáticos, hediondos y barbudos castellanos.

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