Una
mala tarde de hace ocho décadas, alegando inflamación en las narices, el abuelo
de alguien pateó los portones del convento, apaleó a todo fraile más o menos recoleto
que pilló y arrimó una cerilla a las cortinillas del confesionario.
La
Historia se ha cobrado bien los réditos de tan descerebrada vehemencia, cabe
apuntar no obstante, sin disculpar lo de los estacazos al capuchino, que la
estresada cabeza de un obrero hambiento y analfabeto mal podría percibir la delicada
policromía de una tabla flamenca. Entonces los flamencos se limitaban a Miguel
de Molina que ya era policromo de por sí.
A
estas alturas, o más bien bajuras, de nuestra sobada crisis, las mismas áreas
están similarmente hinchadas. Mejor vestidas quizá, las áreas dilatadas son tan
susceptibles de generar patadas en las puertas como las de 1931.
Conociéndonos
cabría sospechar que en aquel inopinado subidón tuvo mucho que ver la pereza,
las carmelitas estaban en la replaceta mientras la burguesía vivía escondida
tras sus parterres, a media hora de tranvía de los barrios humildes y rodeada
por verjas de forja. El cate en realidad era para ellos pero arreárselo implicaba
planificación y menos vocerío. Curas y monjas los había por todas partes, totalmente
a mano.
A
día de hoy quienes nos rodean son los supermercados. Hace tiempo que terminaron
la digestión del señor Paco, el de la tienda de ultramarinos de la esquina,
cuando vamos al Hipercor aparcamos sobre sus huesos.
Allí,
únicamente custodiadas por un segurata mal pagado y un armatoste que chilla
como una mona encelada cuando se le cuela una botella de JB, hay toneladas de
paquetes de arroz y botes de ketchup.
Alguna
diligente moza de uniforme, fiel a sus pagadores como lo somos todos, puede
volver a sufrir un empujón, llevarse un berrinche superior al del final de los
Puentes de Mádison cuando otra bienintencionada pero brutal brigada opte por parchear
a manotazos el sistema.
El
empujón que se llevó la cajera del Mercadona le correspondía en realidad la
Ministra de Empleo, los cristales del frasco de zumo de melocotón que se cascó debería
haberlos recogido el mismísimo de Guindos.