Alegoría de la República (Teodoro Andreu) |
CONSTITUCIÓN DE 1931/ TITULO III/ CAPITULO SEGUNDO/ Artículo 44.
*Toda
la riqueza del país, sea quien fuere su dueño, está subordinada a los intereses
de la economía nacional y afecta al sostenimiento de las cargas públicas, con
arreglo a la Constitución y a las leyes.
*La
propiedad de toda clase de bienes podrá ser objeto de expropiación forzosa por
causa de utilidad social mediante adecuada indemnización, a menos que disponga
otra cosa una ley aprobada por los votos de la mayoría absoluta de las Cortes.
*Con
los mismos requisitos la propiedad podrá ser socializada.
*Los
servicios públicos y las explotaciones que afecten al interés común pueden ser
nacionalizados en los casos en que la necesidad social así lo exija.
*El
Estado podrá intervenir por ley la explotación y coordinación de industrias y
empresas cuando así lo exigieran la racionalización de la producción y los
intereses de la economía nacional.
*En
ningún caso se impondrá la pena de confiscación de bienes.
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Nuestra Constitución de 1978 es una señora comedida y clásica en el vestir a la que este bloc, siempre superfluo y neófito en
asuntos legislativos, nada tiene que objetar. Incluso he dudado si legislativo
era con gé, porque perfectamente podría ser con jota, sería más racial.
Pero
dada la coyuntura, también palabra extraña donde las haya que a un servidor no
puede evitar recordarle las películas de Nadiuska, echarle un vistazo a la
redacción de la Constitución de 1931 no deja de arrancarnos un suspiro a quienes nos sentimos varapaleados por este desmesurado error del sistema en qyue vivimos. Un sistema que
en realidad no es tal porque hace mucho que dejó de “hacer funcionar nada”.(1)
La
Constitución de la Segunda República parece haber sido escrita anteayer, a pesar de distarnos su ordenamiento de
palabras ocho décadas no nos sabe a rancio y se deja leer lo mismo por el concejal de urbanismo que por el danzante de Yebra de Basa.
Aquella
Carta, a la que algunos escribientes de ABC tienen la osadía de llamar
trasnochada, llama cariñena al cariñena y dribla como Iniesta cuando
propone, con claridad para según quienes pornográfica, un modo de hacer en el
que prima el bien común.
Quien
suscribe no es un yanomami, cazo para algo más que para comer, pero
mi propiedad privada cabe en el reverso de un bonobus, no va mucho más allá de
una Fender de Taiwán y una docena de estantes de
libros y cuadernillos de Mafalda. Entre ellos un buen número de ejemplares de las Aventuras de Guillermo
Brown y la colección de los Episodios Nacionales que pillé cuando
fui secuestrado por el Círculo de Lectores.
De
incendiarse todas las bibliotecas de España a excepción de la mía, entendería
perfectamente que se presentasen en mi puerta sendos agentes gubernamentales. Dos tíos de negro portando una carta con el escudo nacional en el membrete exigiéndome que
compartiese mis libros con el resto de la Nación.
Me
choca pues que dicho par de funcionarios no estén ya bajo el porche de la
residencia de Don Emilio Botín a fin
de solicitarle, por vía estrictamente
constitucional, que comparta un ridículo uno por ciento de su peculio con el
resto del Estado.
Al
menos durante unos meses, hasta que nos salga un curro decente a los que
trabajamos en la sala de calderas del Titánic.
Don Emilio no dejaría por ello de comer tres
veces al día, aún poseería cash más que suficiente para seguir comprándose las
bermudas en Harrods. Con sólo diez de su millar largo de millones bastaría para
reflotar la economía de la playa del Sardinero.
botín de leopardo |
(1)
Sistema: 1 m.
Conjunto ordenado de normas y procedimientos con que funciona o se hace
funcionar una cosa. (Diccionario de Uso del Español. Mª Moliner)
http://www.forbes.com/profile/emilio-botin/