Constantino Romero |
Es que yo trabajé seis
meses en Londres, de becario de beefeater, me cuenta mi vecino con su acento de
Gibraleón, pero antes de eso ya había hecho un curso en CCC así que el inglés
es mi segunda lengua.
Oiga usté lo que
dijo
Isaac Newton, continúa, “Many wall but not enough bridges”, y lo dice poniendo
cara de angloparlante con camiseta del Recreativo. Y otra cosa, vecino, las
películas dobladas pierden mucho, concluye.
Doña Resurrección, la
del séptimo, golpea con la culata de su AK-47 en la puerta del ascensor. Fuerzo
por doceava vez la despedida, sonrío y me excuso. Que hasta más ver, que me
hierve el niño y se me despierta la sopa, o no sé, pero que quiero irme.
See you later, se
despide levantándose ligeramente la montera mientras el ascensor desesperado consigue por fin cerrar
las puertas.
Envidio a mi vecino. Los
conocimientos de inglés que un servidor maneja escasamente dan para explicarle
a una guiri por dónde puede regresar a su hotel de Finestrat
y avisarle que aún lleva puestas las bragas en la cabeza.
Estoy
terriblemente lejos de seguir sin extraviarme el argumento de El Rey Lear en su
lengua madre, y si es en la de la mía no me despierto hasta el follón del último acto. Tampoco soy tan cinéfilo como para compartir gemidos de desaprobación con
quienes acusan de infinita perfidia al doblaje. Así que me permito opinar con toda la
vulgaridad que me cabe en mi metro setenta y cuatro ya que tampoco me pagan por
teclear para la agenda cultural de El Faro de Lumpiaque.
Porque si es por
placer estético, basta con oírles decir maybe para que a uno se le desmoronen
los mitos. Si cuando Rick está arreándose cabezazos contra
la mesa y le suelta a Sam el rollo de que “of all the gin joints in all the towns
in all the world, she walks into mine”, le das a la teclita del Dual, tendrás el dudoso privilegio de escuchar la agaitada voz del Bogart real,
ese guirigay gangoso indigno del soberbio porte de su careto. Dime cómo coñe
te emocionas con eso, más parecido a la Blasa de José Mota que al maestro de
los seductores.
Quizá, aunque también lo dudo, el ogro Shrek, sin dejar de ser un orgo repugnante, resulte más adorable en versión original. Pero que no intenten venderme a Catwoman mordiéndole
la oreja a Batman en inglés californiano. Michelle Pfeiffer tiene la misma voz
que la máquina de tabaco del bar que hay bajo mi oficina.
Le doy pues las gracias
a Constantino deseándole buen viaje. Y por mi parte, desde este bloc ignoto e
indocto editado a la sombra de un sicómoro ahora sin hojas, pido al Ministerio de
Cultura, si es que aún existe para cuando edite, que en los títulos de crédito de los filmes extranjeros salgan enmarcadas las fotos de los actores
de doblaje, auténticos artífices de las emociones que al vulgo nos proporciona un filme. Desde el de Abraham Lincoln al de la novia de Chucky.
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