verde manzana.

Primero se fijó en la chica, y después en el color de sus zapatos, verde manzana. Eso sucedió en un autobús rojo un mediodía de hace algunos veranos sin numerar.

Yo hago únicamente mi parte y ordeno estas letras, aunque la verdad es que es difícil que vuelvan a coincidir en otro autobús u otro mediodía rojo por un lado y verde por otro.

Si bien, el universo existe gracias a media docena de coincidencias rojas y verdes. Por ejemplo: no deja de ser una pura casualidad que yo esté escribiéndolo aquí en lugar de en una pared de Júpiter.

En alguna parte hay un semáforo enorme que dice sí o no cada vez que deseamos algo de improviso.

Así pues, el mundo es rojo como un corazón excitado, y verde como la botella de cerveza que voy a sacar del frigorífico dentro de un minuto.