De Tom Sawyer a los desnudos al óleo (II)

(viene del post anterior) Guardo un cariño especial por mis primeras damas en cueros y a estas alturas no me importa que antes de por los míos pasasen por los brazos de Goya o Degás. Hoy, cuando ya he firmado los papeles del divorcio con todas ellas, pretendo hilar más fino. Aparte del descaro de desabrocharse la blusa en plena enciclopedia, intento averiguar de qué artes se valieron estas damas al óleo para captar de tal manera mi púber atención.

Las obras enteras
aquí, aquí, aquí, aquí y aquí.



Notas:

Parece ser que Olympia se llamaba Louise Meurent y que en París la conocía todo dios, lo que hizo que el cuadro tuviese el mismo éxito que un video colgado en Youtube. Lo de la chinela caída no me acuerdo qué quiere decir, pero era algo perverso, seguro.


Hay cretinos que sostienen que la Venus del Espejo muy bien pudo ser un hombre. “Siempre ha habido gilipollas en todas las Españas”, afirmó Don Diego Velázquez en una entrevista de 1654.

Mediante el perrito dormido a los pies del sofá, Tiziano deja claro que la representada no es una diosa, con lo que se hubiese justificado perfectamente el desnudo, sino una muchacha descaradamente humana, desvergonzada y calenturienta. A las diosas les era lícito ir en cueros por la casa pero a las mortales no. Zeus  siempre fue un liberal.


Es sabido que Rubens utilizó en alguna ocasión a su esposa como modelo.  En el año en el que pintó este cuadro estaba casado con Isabella Brant, que tenía apenas 24 años y ya mostraba cierta celulitis en sus carnes. Otra cosa es que a Rubens le pareciese una celulitis preciosa, que es cierto que lo es.

Los franceses nos llevaban imponiendo sus modas desde mucho tiempo atrás, así que las majas resultaban provocadoras y raciales. Se las supone chicas del pueblo llano  pero los zapatos dorados de la de Goya hacen sospechar que la tal pudo ser una actriz de exito o una aristócrata descarriada.

Otra nota:

El hombre maduro ha de confesar que ahora le horrorizaría un poco menos ver a Becky recibir esos azotes, parte porque ya no le enternecen las hijas de los pastores protestantes parte porque, con los años, unos gramos de perversión no te los quita nadie.