Sólo Jordi Hurtado puede salvarnos del meteorito.

Jordi Hurtado
Catódica o de plasma la tele hace puffpuff, los funerales de Espinete fueron soberbios: doce caballos de color rosa tirando del carruaje y García Asensio dirigiendo la sintonía de Curro Jiménez.

El ojo izquierdo de Bowie emite destellos desde la esfera de rizos de la Chamorro, Garci describe las escenas con naranjas de El Padrino, la Colometa llora vestida de luto la calle vacía. 


En el bar de al lado Erquícia entrevista a Ramón y Cajal. Rodríguez de la Fuente se cabrea, y con razón; cuando el águila ya iba a caer sobre el carnero interrumpieron el programa para anunciar la veinteava reposición de Pretty Woman. LLueve a cántaros sobre Vetusta.

Mi vida es televisión, soy un crío en blanco y negro rodeado de piezas de Exin-Castillos mientras saltan chispas de los cuadros de mandos de la Enterprise.

La caja tonta de joven no lo fue tanto, básica y voluminosa presumía de haber llegado mocita a los 25. Su nieta, que es muy delgadita, se vende por un bolso de Louis Vuitton, pero es lo que hay y Belén Estéban menea el dedo índice amenazando al diccionario y a sus cuñadas. Dos cadenas mas allá graban en directo cómo un quinqui  extrae el radiocasete de un Fiat Uno. 


Se solapan las sandeces, en cada botón del mando a distancia un duende malvado tergiversa el dolor, lo íntimo y lo cómico. Nos lo hemos ido buscando, nos confesamos vulgares sin enrojecer, nosotros  mismos llamamos a Pandora insistiéndole con que abriese la caja de una puta vez.

Por eso sabe tan bien el café al tiempo que Jordi Hurtado pregunta a un señor de Salamanca quién fue la complicada amante de Chopin.

Aún existe una remota posibilidad de que nos salvemos. Si el meteorito que planea estamparnos decide hacerlo a la hora de Saber y Ganar quizá cambie de opinión y se desvíe.

Tal vez recuperemos su respeto, o el de Dios, si demostramos que en nuestro mundo no todo es la ambición de un chulo tatuado y ganapán rascándose sus partes en un sofá. Que toda esa mugre se queda en nada cuando la comparas con la maravillosa capacidad de alquien que responde sin titubear a qué colección pertenece el Columpio de Fragonard.


.