Procreación y Grandes Superficies Comerciales.



Está empezando a llover, ella lleva tacones y un trajecito de ante color beige. A ocho manzanas del cine y atravesando el parque favorito de los latin-kings puede que la situación se torne incómoda.

El final trágico puede ser evitado yendo a cualquier cine ubicado en un centro comercial y aparcando allí mismo, aunque para hacerlo haya que descender media docena de rampas y arriesgarse a morir de sed y locura en un laberinto a treinta metros bajo la ciudad.

No quiero parecer excesivamente crítico, intuyo la existencia de una dimensión humana bajo los halógenos de los grandes centros y no ignoro que ese entorno hostil se convierte en amable cuando posees un Libro de Familia con varias páginas rellenadas. Al respecto empiezo a sospechar que el sexo oral dificulta la fecundación, estoy seguro de que Escrivá dejó algo dicho.

Si tienes niños puedes presentarte allí a las dos del mediodía, optar a la mejor plaza del parking y hacer la compra del mes llenado el maletero de cajas de Zumosol hasta aplastar el tubo de escape contra el suelo.

Al buen padre aún le sobrará tiempo para encargar una copia del mando a distancia del garaje de su cuñado, comprar un puzzle de 6000 piezas de la catedral de Burgos y regalarle a ella un body de encaje que no se pondrá jamás. No olvidará lavar el monovolumen, llevar a la pequeña a la óptica y al perro a que lo vacunen, poniendo claro está atención para no confundirse.

Ajenos a los peligros de la calle, los niños tienen la posibilidad de desfogarse  masacrando insurgentes iraquíes en la videoconsola mientras el matrimonio escoge con tranquilidad una horrible máscara africana que regalar a la prima Mariali, que se casa con un individuo aún más gilipollas que ella en una ermita en mitad de los Monegros, en pleno agosto.

Más tarde, sentados en torno a una mesa pegajosa, disfrutarán de una cena de autoservicio con cubiertos de plástico, y en cuanto al cine existen dieciséis salas para elegir tras veinte minutos de cola, aunque sea indispensable hablar a gritos con la taquillera puesto que se encuentra aislada en una urna antibalas.

Hoy por hoy nada de eso está a mi alcance, pero no digo que no dé algún día con el amor de mi vida. En cualquier caso deberá suceder mientras mi aparato de Golgi continúe siendo capaz de generar enzimas suficientemente hábiles como para traspasar la zona pelúcida de un óvulo, siempre y cuando este no sea demasiado exigente.

Hasta que todo eso acontezca tendré que seguir viendo las películas en el Cine Elíseos.
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