Plataforma por unos puentes sin candados.

El mozo se llama Step y las niñas Gin y Babi, y viven en Roma, donde podrían tener nombres tan bonitos como Enrico, Stefania o Loredana.

Es todo lo que sé de esta puñetera historia y no creo que a corto plazo averigüe más. A no ser que me encierren en Sing Sing y la de Federico Moccia sea la única novela disponible en la biblioteca de los presos.

La calidad literaria de los nueve o diez libros de este señor me importa un huevo, un servidor tampoco es Vargas Llosa: Por mí puede seguir de largo, escribir diez más y suicidar a sus personajes con una ingestión masiva de Red Bull.
 

Lo de colocar un candado con tus iniciales en la farola del puente Milvio y después tirar la llave al Tíber es precioso, joder, lástima que no se me ocurriese a mí cuando salía con Carla Bruni, me quito la gorra. 

Ahora bien, hacerlo en Triana o Portugalete es otra cosa, y tirar la llave al Ebro desde el Puente de Piedra me parece además incívico. No es mas que un copy-paste, evidencia lo clónicos que somos, hasta el punto de creer que es romántico imitar conductas inventadas para vender churros en los estantes de la Fnac y hacer luego una peli con el aceite que sobre.

Si de eso se trata, no verás nada más romántico que el final de Titanic. Así que vete al Atlántico Norte y ahógate poniéndote azul después de decirle cuánto la quieres. Verás cómo se emociona tu chica. 
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