Spanjorer är gilipollenggen

La culpa es mía por estar sentado en una de sus sillas. Había miles de sillas mejores en cualquier mueblería, donde  un dependiente con corbata me hubiese guiado prescindiendo de la brújula, pero fui de listo, de single modernito que no tiene tiempo para ir de compras pero sí cinco horas seguidas para discutir con el robot del servicio al cliente de Vodafone.

Así que en una tacada completé mi casa, desde la tapa de wc hasta el escritorio, incluyendo el sofá, las pinzas de la ropa , el despertador con oso amoroso y el marco de la foto de mi boda con Heidi Klum.

Por culpa de gente como yo estos señores fueron ganando confianza, y después territorio. Mira qué mono, mira qué práctico y mira qué listos son, cómo se nota que ellos hace siglos que son Europa. ¡D
adnos una llave allen lo suficientemente grande y redecoraremos el Escorial por mil quinientos euros! Proclamábamos excitados.

Tengo mis vicios. Planeo ser millonario para poseer una biblioteca como la del Coronel Bantry, pero de momento me apaño con metro y medio de pared. Me intereso pues por la estantería Lerberg y mientras me lo pienso cojo distraído un libro con las cubiertas blancas, porque en las estanterías blancas todos los libros tienen las cubiertas blancas, pero no leo nada. No puedo, cada uno de los cientos de libros apilados en Ikea están en sueco.

Ya es tarde, nos perdieron el respeto. De entrada, amigo Ingvar, dígame a qué vienen tantas diéresis y qué coño es un “PIMIËNTTO”. ¿Y una “ALBONNDIGÅ”? Supongo que nada será comparable a una “LEXE FRITTÄ” ¿O por qué a “BIENVENIDÅ” le ponen anillo sobre la “A”?

Las croquetas suecas jamás conseguirán ser apetitosas, pero el “OLË” con el que encabezan el anuncio nos apuñala las vísceras, ese “olé” mancillado nos duele como el arado en el pecho de Hernández. Os habéis pasado de suecos.

Por más palizas que fuera, jamás me hubiese atrevido a cachondearme de Bergman. Ustedes tampoco deberían haberse tomado a Nebrija a pitorreo.
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