t o n t a d i c a s ( la Generalitat y sus reyes )

Hoy he tardado un poco más en comprar el pan, no porque hubiese fila sino porque la dependienta era nueva y yo no sabía decir en lituano “déme una barra un poco tostada“.

El caso es que mientras me esmeraba en hacer la mímica de una baguette de cuarenta céntimos, entró una señora medianamente mayor que a pesar de verme solo en el local me preguntó si yo era el último,. Tras quitarse los lentes de sol ahuecó un poco el pañuelo estampado con caballos que le asomaba bajo el abrigo. Después optimizó su voz mediante un discreto carraspeo.

-Ha de saber usted, joven –dijo de golpe- que con el único fin de salvar la dinastía, el rey Ramiro II de Aragón entregó a su hija recién nacida en matrimonio al conde de Barcelona, que en aquel momento era ya un hombre de 24 años.

La dependienta lituana me sonríe y deposita sobre el mostrador un enorme huevo de pascua con la cara del pato Donald y rodeado por un lazo azul celeste. Parece ser que me ha entendido mal.

-Y ha de tener en cuenta –prosigue la dama- que dicha niña, de nombre Petronila, había venido al mundo no sin esfuerzo, ya que su padre, el rey, ajeno por completo a los asuntos de la política, no llegaba a dos años que había estado a punto de ser consagrado obispo en Roda de Isábena.

-Un sitio precioso –le interrumpo-, yo estuve ahí un verano. Iba de camping con mi novia y apenas pasar Graus al Seat Panda se le rompió la correa del ventilador. Fue una putada, el de la grúa se ligó a mi novia y a mí me sobraron once preservativos.

-Voy al hecho, caballero –ignora mi drama y continúa- de que fue de esta manera como el rey monje logró mantener la integridad del reino de Aragón, y que si bien este pasó a ser gobernado desde Cataluña por Ramón Berenguer IV, éste lo sólo hizo en calidad de príncipe consorte, manteniendo para sí exclusivamente el título de Conde de Barcelona.

Se detiene bruscamente cuando le suena el móvil; es su hija –me dice- que le avisa que Rosabundita está con fiebre y no la han llevado al colegio. No es menester por tanto que la abuela acuda a la puerta de la escuela a recoger a una niña que no existe, según palabras de su yerno sería absurdo. Su yerno –me explica- quería ponerle a la niña Marcia, pero ella insistió y les convenció de que Rosabunda era mucho más bonito.

-Es que mi hija –menea la cabeza al decirlo- se casó con un retrasado.

Le digo que creo que Marcia es una marca de café molido, que además estoy seguro de que en Viernes 13 es el nombre de la chica que se está duchando cuando entra la madre de Jason y le abre la cabeza con un hacha, que sin ninguna duda Rosabunda es infinitamente más original y tiene más clase.

Me percato de que la señora no me estaba escuchando. Tiene la mirada fija en el móvil que acaba de avisarle de una llamada perdida. Se crispa mientras sus uñas lacadas en violeta desatinan con las teclas. Es el botón verde – oso a decirle – pero para entonces ella ha lanzado el aparato con fuerza demoníaca contra la pared, hubiese alcanzado de lleno a la lituana de no ser porque esta se mantenía agachada seleccionando las catorce docenas de bocaditos de nata que cree haber entendido deseo que me ponga. Temo que voy a tener que llevármelos, y vivo con mi abuela, que es alérgica.

Más calmada la mujer me observa, da un par de golpecitos en el suelo con el tacón del zapato forrado de leopardo y me pregunta en una frase muy vocalizada.

-¿Usted sería capaz de decirme la fecha exacta en la que falleció el conde Ramón Berenguer IV, al que apodaron “el Sant”?

-¿El 6 de Abril de 1968? –respondo dudando.

-Esa es la fecha en la que Massiel ganó en Eurovisión.

-En ese caso no lo sé.

-El Conde de Barcelona –me aclara molesta- murió en Agosto de 1162, a partir de ese mismo instante recaen sobre su hijo Alfonso todos los títulos, así los suyos como los de la madre, Petronila, títulos que desde entonces estarán bien diferenciados. Sus descendientes serán por una parte reyes de Aragón y por otra condes de Barcelona.

-Yo sólo quería una baguette.

-Me parece perfecto –me corta- pero desde este momento, y gracias a toda la información que acabo de darle, le conmino a que jamás vuelva a consentir que en su presencia alguien afirme que determinado señor fue rey de Cataluña.

-¿Y no es un poco parida todo este asunto del Pere y el Pedro?

-Lo sería sin ninguna duda si la confusión hubiese partido del comentario de un contertulio de un programa del corazón, pero es la Generalitat de Catalunya la que pare sus notas de prensa, a quien las firma se le suponen suficientes conocimientos de Historia como para que sepa puntualizar.

-¿Usted es de derechas? –le digo mientras abono a la dependienta los doscientos cincuenta euros que me cuestan los bocaditos.

-No le voy a negar que una noche tuve una fantasía lésbica con Soraya Sáenz de Santamaría –responde sin que la confesión le haga perder la sobriedad.

- Pues eso.

- ¿Pero qué pretende decir? Le aseguro que nada tengo en contra de los catalanes. Es más, a mi difunto Clementito lo conocí siendo él camarero en un chiringuito en Tossa de Mar, pero las fuentes son claras y dejan patente que rey de Cataluña es un título que jamás existió, como tampoco existió nada llamado “Corona Catalano-Aragonesa”.

-Pero en ese caso…

-Ni caso ni pamplinas, el hecho de ser un condado no implica un menor peso en la Historia, todo lo contrario, es públicamente sabido que el poder político y económico de Cataluña
siempre fue mayor que el de Aragón, pero eso es una cosa y el Signum Regis otra.

-¿Por casualidad no sabrá usted cómo se dice "barra de pan" en lituano?

-"Kepalas duonos" –responde arreglándose el moño desestabilizado desde lo del teléfono.

-Muchas gracias señora.

-De nada caballero –sonríe por primera vez mientras se pone de nuevo las gafas de sol-, pero no se vaya sin decírmelo: ¿Pudo haber algún rey de Cataluña llamado Pére II ?

-Nunca jamás.

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