ética periodística y cornadas.

Que Francisco de Goya disfrutase bosquejando a Pepe Hillo no implica nada. También es muy probable que Don Lope se distrajese alguna vez viendo arder herejes.

Por mí pues pueden proscribir los espectáculos taurinos desde el cabo de Hornos a la tierra de los
chukchis, pasando por Quito, Nimes y Linares. Las lagrimitas de los ganaderos no me conmueven ni me creo la pamplina de que sin fiesta se extinguirá la raza. Por Dios, denle a una vaca un toro guapito y con buena conversación y déjense de castas.

Pero lo anterior no quita para que el titular de arriba me parezca repugnante. Hay que tener mala gaita para encabezar una noticia de esa forma. Regresa ya, Juanjo de la Iglesia.

A estas horas, y por fortuna, éste señor cuyo anacrónico oficio es protagonizar espectáculos medievales, parece estar ya fuera de peligro, seguramente gracias a la medicina y no a su estampa torera.


Este blog que no desea que nadie, ni humano ni bovino, muera por las malas, y sí, por supuesto que como carne, faltaría más, pero conservo la fe en las ordenanzas de la FAO, por lo que supongo que se minimalizarán en lo posible los peores ratos de nuestras amigas las vacas. 

Por cierto, y llegado este punto la tolerancia religiosa me importa un huevo. El ganado sacrificado bajo las estrictas normas del Islam (sin aturdimiento previo) lo pasa incivilizadamente mal. Lo peor es que haciéndose las guáis, algunas administraciones claudican poniendo mataderos al efecto.

Hay que ver cómo me he ido de una cosa a la otra, demasiada sangre para un único post, el siguiente prometo que será mucho más bonito.
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