Viaje al 1910 sin máquina del tiempo (no tengo saldo)


Viajar en la máquina del tiempo no está al alcance de todos los sueldos, el impuesto de circulación es carísimo, además consume mucho y puede acarrearte una denuncia caso de que a un vecino capullo le moleste el ruido.

Para viajar en el tiempo sin máquina, y gratis, basta con unas postales en sepia y desayunar, por ejemplo, en el Café de Levante. Yo había pensado retroceder un siglo, no es mucho pero llevo poco abrigo y mañana madrugo.

Voy a ello, salgo al Paseo Pamplona y giro a la derecha. He de hacer notar que resulta técnicamente imposible echar marcha atrás en el tiempo yendo por la acera, así que he de caminar por  el mismo centro de la calzada. Un repartidor de cerveza se ha visto en la obligación de frenar de golpe para evitarme, esparciendo media carga sobre los que esperaban a cruzar en el paso de cebra. Ahora quince personas y un cocker de color canela chorrean Heineken.

Eludo responsabilidades apretando el paso entre los coches. Dejo atrás Capitanía y Medicina, que por ese tiempo lucen nuevecitas e incontaminadas, así como el monumento al Justicia. Si consigo esquivar el Peugeot 205 tuneado que se me viene encima llegaré la Plaza de Paraíso y ya, frente al monumento de los tres cuernos plateados (1), estaré a mitad del puente.

De ese viejo puente, que sigue ahí abajo y asomó sólo un rato con las obras del tranvía, no hay fotos o están durmiendo en el fondo de una caja de puros en casa del abuelo. Hasta que el nieto apague la Wii y les preste media hora de atención. De orígen romano, dícen, cruzaba el Huerva y unía el casco urbano con Torrero. El río continúa fluyendo todavía en la intimidad, sin agobiarse, una decena de metros bajo el asfalto. 


al arco de la dcha es la entrada al Velódromo.

El caso es que creo que he llegado ya al 1910. En lugar del edificio blanco de  Cortefiel veo un chalecito enrejado (2). Es extraño estar aquí en medio y no oír el tráfico: La gente de hace cien años ni se imagina qué significado adquirirá la palabra ruido una vez que a Henry Ford le rule bien la idea de abaratar costos y darle cuerda a los empleados. Lo malo es que el policía municipal ignora mis cavilaciones espacio-temporales y pita insistentemente para que me sitúe en la acera. Voy a optar por ignorarlo, no estoy muy seguro de si es constitutivo de delito hacer caso omiso del pito de un guardia.

Un señor con sombrero canotier me mira ceñudo, especialmente mi camiseta de los Rolling. Pienso un poco tarde en el asunto de la indumentaria, al menos debería haberme  comprado un bombín en casa Redondo. Procuro contrarrestar con buenos modales el desaliño de mi siglo, y no parece un mal tipo, ridículo su bigotillo, sí, pero amistoso. 

Me toma por extranjero. Que hablo bastante bien el castellano, me dice, cuando amablemente explica que la mole de tres pisos con muchas ventanas que nos queda a la derecha y al otro lado del Huerva es el colegio del Salvador de los jesuitas. Un colegio al que no puede asistir cualquier hijo de vecino, me aclara (3), y que la alta chimenea pegada al colegio, dice después, es la de “La Fabril Linera” del Paseo de Sasera (de las Damas), propiedad de unos tales señores Escudero que desde hace generaciones se dedican a la fabricación textil. Aunque alguno, o así lo comentan en los cafés, parece ser tiene ganas de meterse política. Y si sigue mirando usté a la derecha, continúa, verá el colegio de las madres Corazonistas, que atrás tienen su convento.

Percibo en el del sombrerito cierto tono socarrón al pormenorizar que el terreno que las monjas ocupan es tan enorme que llega hasta la calle del Arte (Bolonia). No voy pues a amargarle la vida a este buen hombre hablándole del Corte Inglés ni de la cotización que alcanzó el suelo de las madres (4). Prescindo también de verbalizar que en medio de los setos de los jesuitas, hoy están los cajeros automáticos de la Iber. Además, si le contase a mi interlocutor que compartimos moneda con Finlandia, podría soltarme una hostia creyendo que le bacilo.

Le pregunto, eso sí, acerca del Patio de la Infanta. Le sorprende mi curiosidad, siquiera se acordaba. Moviendo con desdén el bigotito me asegura que se trataba de un palacete arruinado que había en la calle de San Jorge, que hubo que echarlo abajo porque se hundía y lo habían ocupado gente baja. Y cree recordar haber leído, dice encogiéndose de hombros, que un francés compró todas las piedras y rehizo el patio entero en su casa de París.

-Los franceses ya se sabe –sentencia- son unos esnobs.

( Mi desmaterialización del siglo XXI debe ser imperfecta, sigo teniendo algún tipo de nexo y escucho a mi espalda los gritos y pitidos del guardia urbano preguntándome si soy tonto o si quiero que me atropellen ).

El del cannotier se disculpa diciéndome que llega tarde a una cita en el Ambos Mundos. Marcha con paso rápido atravesando de lado a lado la Plaza de Paraíso por la que únicamente circula un desacomplejado carro de mulas. Saluda con un toquecito de sombrero a dos damas que muy despacio y molestas por estar manchándose de barro los bajos de las enaguas, vienen andando hacia aquí. Cuando pasan a mi lado, mirándome descaradamente de reojo, oigo cómo una de ellas le dice muy indignada a su amiga lo vergonzoso que es que estando ya en el siglo XX el ayuntamiento todavía tenga calles sin adoquinar.

-Podríamos haber viajado en tranvía –responde la otra- pero desde que los pusieron eléctricos van tan deprisa que una se marea.

Hace siete años que murió Sagasta. Ahora recibe su nombre el que antes era Camino de Torrero. A las señoras las veo entrar por el estiloso portal que ostenta el número 6. A su diestra observo que tenía un hermano gemelo, pero llegados el twist y los sesenta le quitó el sitio el edificio donde ahora está la farmacia Morte. Del medianil derecho del difunto partía la tapia del Velódromo. Desde la calle no se ve pero al fondo está la pista en la que hacen las carreras, instalaciones que terminarán por dedicarse al foot-ball cuando se ponga de moda. La pista forma una cuña con Sagasta (5), lo mismo que la fábrica "Irisarri" en la que hacen camas cromadas (6).

Antes, en esa explanada se instalaban las buñolerías y las casetas de tiro y cine. Al conjunto le llamaban “Los Campos Elíseos”. Ucuarentna vez cubierto el Huerva y abierta al tráfico la Gran Vía, la familia Royo-Villanova parcelará éste enorme terreno de su propiedad, aumentando así su ya inmodesta fortuna. Finalmente, la Caja de Ahorros edificará el impresionante bloque que hace chaflán. Será en la misma época en la que la mayoría de los zaragozanos estén haciendo cola para comprar pan negro, y es que las crisis jamás han sido democráticas. 

Pero va a ser mejor que este viajero regrese al presente. Especialmente porque el policía viene para acá. Intuyo que está mosqueado porque el chaleco reflectante le brilla solo.

-------------------------------------------------


(1) Lo de los cuernos dicho con absoluto respeto.

(2) Por estricta ordenanza municipal las fincas que formaban el óvalo de la Plaza Aragón debían estar franqueadas por verjas con el afán de darle al entorno una estética parisina. Del intento sólo queda la casa que hace rincón. El conjunto de la plaza fue un espacio elitista con un diseño lleno de encanto que se perdió por los despachos de los constructores. 


(3) En 1932, durante la Segunda República, los numerosos bienes inmuebles de los jesuitas fueron incautados y el colegio pasó a ser la sede del Instituto Público Goya. Tras la Guerra Civil la Orden recuperó sus hectáreas. La construcción de la iglesia aneja al colegio se inició en 1923 pero por carencia de recursos, (¿?) no se concluyó hasta 1960. Tenía una torre con un chapitel muy alargado. Una vez acabada la iglesia apenas estuvo diez años en pie. En 1970, vendida junto con el resto del colegio a la “Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja”, fue hecha trocitos por las excavadoras. Los jesuitas debieron hacer un buen negocio y el colegio del Salvador se trasladó al lugar que hoy ocupa, también en la orilla del Huerva, donde desde hace unos años tienen el descaro de explotar el patio como estacionamiento. Colegio y parking están en una calle que lleva el nombre de un cardenal malintencionado (9) que no se merece tener ninguna placa en su honor.
.
(4) He buscado información acerca de los colegios antiguo y nuevo del Sagrado Corazón pero las páginas web que encuentro son bastante parcas en lo que concierne a su historia. En este sentido, comparándolas con los Jesuitas, las Madres Corazonistas han resultado impenetrables, con perdón.


(7) Como curiosidad; el edificio del que fue cine Mola, visible únicamente desde Google Earth ya que queda oculto en el interior de la manzana, aún hoy hace el mismo ángulo que hicieron la fábrica y el velódromo.

(8) La escritora zaragozana Angeles Irisarri es descendiente de los propietarios.


guía de 1894

_______________________________________________

 (9) Actualización: El entuerto está desecho y el cardenal pasó a la placa pequeñica.




.