abuelos que nunca pidieron perdón a otros abuelos

A la claqué del sindicato Manos Limpias les queda lejos la posguerra, son gente a la que jamás les faltó el Danone ni el pan con Nocilla, asistieron a una escuela en la que ya no pegaban a los tontos, cantaron con Miliki la del ratón chiquitín y tuvieron desde críos el privilegio de poder dudar de algo sin recibir dos hostias.

Por eso extraña tanto que a estas alturas de la vida se escandalicen porque un juez pretenda excavar dos metros, o que compartan cocido con otros que argumentan que José Antonio era un señor majete que sólo pretendía justicia para todos, una justicia impartida exactamente cuando y como él dijese, y se les escapa insinuar que no sucedió así, que es un invento de los cineastas maricas o que en cualquier caso fulanito era tan rojo y masón que se lo merecía.

Lo cierto es que la misma mañana del 18 de Julio de 1936 fue detenido el legítimo presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza. Veinte días después su cadáver apareció tirado a la orilla del Canal Imperial (1).

Y es cierto también que al alcalde electo de Uncastillo lo fusilaron sin juicio en la plaza del Olmo, junto a las escaleras de Santa María, delante de quien quiso o no tuvo más remedio que querer, y que después de muerto un vecino del pueblo le partió las piernas con una azada (2 y 4)

Como lo es igualmente que a Josefina los falangistas le rompieron varias costillas y todos los dientes de una paliza, y mientras la pateaban se burlaban diciéndole que su marido llevaba dos días sumergido en el barro de una zanja. Después le dieron aceite de ricino con un embudo y la dejaron sucia y en camisón en la puerta de la casa de sus padres (3).

Cuando se ponen ejemplos como estos hay quienes corren al cajón de más abajo y sacan sus ya archivadas carpetas de cartón que pormenorizan cómo un pelotón de  desaseados anarquistas mató al cura de su pueblo, que en Paracuellos murió Muñoz Seca y que al respetabilísimo señor vizconde de Montegatos un miliciano de la FAI le abrió el cráneo de un culatazo.

Tienen razón, pero obvian añadir que, salvo una docena de ratas huídas por las cloacas, el resto de descerebrados a los que alude el párrafo anterior hace sesenta años que fueron finiquitados en los paredones, luchando en la Résistance o inspirando gas en Auschwitz-Birkenau. Los más gastaron media vida en la cárcel o murieron sin tener país a quince mil kilómetros de aquí.

Garzón no pensaba matar a nadie, lo de investigar era sólo por añadir algunas fechas, ponerle algún nombre a alguna sombra. Siquiera se planteaba averiguar quien se quedó con los manzanos de José el de Caparroso cuando a éste lo fusilaron, o en qué consistió la recompensa recibida por el honorable convecino que dejó tieso al maestro de un tiro entre los ojos.

Es jodido saberlo pero, aunque de él sólo recuerden las bolsitas de caramelos Sugus que les compraban los domingos, hay gente que tiene que asumir que su abuelo en otro tiempo se portó como un auténtico hijo de puta.

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(1) Manuel Pérez-Lizano, también ex alcalde y responsable de la Cruz Roja, asesinado junto a 8 concejales, 12 guardias municipales y 69 funcionarios del Ayuntamiento de Zaragoza.
(2) Antonio Plano Aznárez, vicepresidente también de la Diputación Provincial.
(3) Abuela de mi compañera de trabajo Rosa Llopis Bernal.
(4) Con más de veinte millones de euracos entre los que salen y entran, bien podrían los responsables de la web de turismo de la CAI pillar el bus de Cinco Villas e ir a Uncastillo para hacerle una foto a la iglesia correcta.

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El libro de Jesús Pueyo:
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