bolcheviques contra millonarios.

Dos millones de euros suena a mole de pasta, al depósito del Tío Gilito, una saca enorme e imposible de mover sin una grúa o siete culturistas bielorusos. Dos millones de euros son un mogollón incontestable.

Para el taxista jubilado, para Abdúl, Bóris, la funcionaria Macaria y para mí mismo, un par de millones son el sueño dorado de los dorados sueños, el Olimpo, el Valhalla, el amor, la salud, la tranquilidad, la elegancia y el buen gusto además del fin de la alopecia.

Los ricos dirían que no, que uno no recibe más amor ni vive mejor por ser millonario, pero el otro defecto que tienen los ricos, además de su fortuna, es que suelen ser unos putos embusteros.

En realidad un millón de euros sólo equivalen a tres pisos en el centro de cualquier ciudad de España, apenas son unos cuantos fajos de quinientos uno encima del otro. 


Así pues, cuéntense bien el número de españolitos poseedores de cantidad tal que tiene que haber algunos, dueños de chalés, naves industriales y hoteles de costa tasados en mucho más de esos dos kilos de euracos.

Y una vez hayan sacado bien la cuenta, y en el caso de que sea sincera esa milonga del gobierno y su intención de pillarle más impuestos a los que más tienen, el resto podremos dormir tranquilos.

Porque con eso llegará de sobras para salir de la crisis, del túnel por estrecho y lleno de hollín que esté, podremos incluso iluminar dicho túnel, alicatarlo hasta el techo, instalar en él aseos, zonas con columpios y piscinas.

Si por una vez en la vida se convirtiese en realidad eso de que sean los realmente ricos quienes corran con el grueso del sistema impositivo, el país no sólo se habrá salvado sino que deberá cambiarse el nombre, quizá por el de República Hispánica de Jauja.
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