¡Qué cosas hermano que tiene la vida!

Dieciocho vueltas en la cama, o pudieron ser diecinueve, no vamos a discutir por una vuelta, y en la siguiente, en la que quizá hubiese sido definitiva, qué se yo porqué me puse a cantar mentalmente.

Las neuronas son difíciles de convencer, intenté callarlas  pero no pude, siguieron canturreando volviendo veces y veces al estribillo porque las muy imbéciles no se sabían toda la letra.

No importa, casi nadie se sabe un tango entero.


Al final venció mi insomnio y me levanté a buscar en Youtube este tango de toda la vida (si bien a mí me importa sólo la mía). Hace casi ochenta años que a un tano llamado Amadori se le ocurrió la letra y que
Sciammarella lo musicó en un cuadernito. Y ahí se quedó, rebotando hasta llegar a mi cama y desvelarme.

Y yo, un tardo de reflejos servidor, tuve a
Adriana Varela en ésta, mi ciudad, a escasos cuarenta centímetros. Su melena incluso me rozó la nariz pero fui incapaz de tocarle en el hombro y decirle "hola, sos inmensa", un piropo que bien entendido nos hubiese servido a los dos. Creo que es ése el crimen que esta madrugada no me perdono.

         Yo no la quería cuando la encontré
        hasta que una noche me dijo resuelta:
         Ya estoy muy cansada de todo... Y se fue.
        ¡Qué cosas hermano que tiene la vida!
         Desde ese momento la empecé a querer.




.