Shangai - 2010; Una Exposición Universal en un país en el que existen 68 delitos castigados con la muerte.

Si hablamos de calidad de democracia la lista la encabeza Suecia, país puntero en libertad y sillas plegables, les siguen sus vecinos noruegos, libres cual salmones antes de ser ahumados.

Esto no lo dice un sueco, tampoco un salmón, lo dice The Economist en su Índice de Democracia del año 2008, según este indicador no llegan a treinta los países en los que se puede hablar de democracia plena.

El semanario inglés ha valorado que España es veinte décimas más democrática que los EEUU pero cuarenta menos que Alemania. Uruguay es el único país en la lista de América de Sur y un servidor se viene a enterar de que Canadá es un paraiso liberal, siempre y cuando no se te coma un oso cuando bajas la basura al contenedor.

No obstante no siempre andamos finos, a veces se mete alguna piedrecica en las sandalias de la Libertad, un hostión escapado en una comisaría o un juez que desprestigia la peluca. Pero aunque toda clasificación es susceptible de columpio, queda claro que en estos treinta estados uno se puede explayar, defender y, dentro de una cierta lógica, despelotar a discreción

El estudio de The Economist señala a su vez a cincuenta naciones que deberían cuidarse un poco más, pero nada irremediable, seguimos hablando de sociedades en las que prevalece el individuo y su derecho a dormir con un pijama de lunares verdes si le place.

La parte cruda viene en los ochenta países siguientes, en los que según dicho índice la democracia es sumamente dudosa o rotundamente inexistente. Al menos a cincuenta los clasifica como regímenes autoritarios, sean amparados en la revolución, tradición, religión u otras mandangas de acentuación aguda.



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Rollo el que acabo de meter, pero era imprescindible cascarlo para que los párrafos que vienen ahora adquiriesen lógica y sentido (y si se quiere sensibilidad).

La ceremonia de apertura de Expo-Shangai 2010, que fue amenizada con un previsible sinfín de ciudadanos chinos realizando el show más sincronizadamente aburrido de la historia, tuvo entre sus veinte invitados de honor a demasiados indeseables. 


Hablo de sátrapas como los mandatarios del Congo, Gabón, Corea del Norte y Vietnam, capos de partido único como los presidentes de Turkmenistán y Kenia. Es curioso cómo, cuando hay un party así de solemne y sobredimensionado, se apuntan todos teniendo la prudencia al salir de casa de limpiarse la sangre de los zapatos.

Durante los próximos seis meses, un torrente de curiosos visitará los pabellones en los que cada país lucirá lo mejor de su palmito, bailes, artesanía y sofocadas azafatas en traje nacional que invitarán a pasar a ver decenas de documentales perfectos para echar una cabezada.

Pero sobran pabellones, los riquísimos gobiernos de Brunei, Omán o Arabia Saudita no deberían tener la posibilidad de exhibir ante el resto del planeta su vanidosa tozudez ni puta falta hace que nos pasen las proyecciones en 3D de sus rascacielos, construidos por mal pagados ciudadanos de tercera, ni las sonrisas de jovencitas entrando a la facultad envueltas en velos y teóricamente felices en su jaula de oro.

Hace dos años, este blog de cuatro gatos y tres gatitos, ya se mostró irónico con otras expos, no comparables pero que le tocaron mucho más de cerca. Ahora no iba a ser menos.

Además, al contrario que en la República Popular China, en Zaragoza hace mucho que está abolida la pena de muerte, la gente circula cómo y por donde le da la gana, el Google busca sin cortapisas y llega hasta donde tú quieres que llegue.

Hay gobiernos que en lugar de empeñarse en cosas tan superfluas como exposiciones, olimpiadas y barbacoas, deberían concentrarse en su déficit de humanidad y encarar asuntos muchísimo más vitales y sagrados.