Juro que no voy de enterao.

La pura verdad es que este blog no es un sitio serio, lo mío no es opinar sobre encuadres, decir si hay errores de guión o si la actriz que hace de monja más parece la dueña de una wiskería. Lo mío ni mucho menos son los tecnicismos, para eso existe una carrera que, si no me equivoco, son seis años y nonacientos créditos de la que sales como LTTO (Licenciado en Todo Tipo de Opiniones). A partir de ahí la mayor parte de las veces tu trabajo consiste en afirmar con rotundidad que es una birria todo aquello que le encante a cualquiera que no posea tu nivel de estudios.

Yo me limito a venir aquí de vez en cuando a hacerme el graciosillo, tomándome a chufla las pataletas del facherío o el tríptico ideado por la concejala socialista superpija experta en dar consejos a madres solteras sin trabajo.

Otra cosa es que en tardes como esta vea un filme que me deje del revés, como cuando te quitas deprisa los vaqueros mientras tu vecina de arriba, que bajó a por sal envuelta en una toalla, se confunde y pasa a tu dormitorio en lugar de a la cocina.

Cuando una de esas pelis me impresiona me gusta decírselo a alguien. Por un lado por hacerme el cultureta y por otro, por si a ese alguien le apetece hundirse en la ilegalidad y bajársela de la red.

Lo aclaro, eso es todo. Ahora ya puedo postear lo que viene justo arriba.
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