a por ellos, que son pocos y cobardes

A la desfachatez le sienta bien el chaqué, quienes pisan las baldosas de palacio zancochean como hace tres siglos, da igual que vistan guardainfantes o lleven un iPhone el bolsillo.

Hay que ver lo caros que están los palacetes, por las nubes, y el cole cuatri-lingüe de los nenes, que son muchos nenes, cuatro kimonos, cuatro chándales y mogollón de petisuises.

Afuera aguarda esa cobarde piara de correveidiles para hacer serrin del árbol a punto de caer, y este es una sequoia como aquellas tras las que se escondía el oso Yogui. Pero no un hacha, lo derribarán las lenguas de esos infraperiodistas con más pluma que un avestruz yendo a la boda de su prima.

Id a por él, hacedlo pisto, ya tenéis mi permiso, ha dicho alguien que corta más bacalao del que nos dicen, pero a la niña ni tocarla. Ella no sabía ná de ná, la pobreta se pasa el día actualizando libretas a las jubiladas del Guinardó, a jornada partida, sin tiempo para ir a casa al mediodía. Sólo se come un pincho de tortilla en El Casal de la Tieta Neus, un bar que llevan unos chinos de Jiangsu.



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