Cuidado con el hombre de un solo libro.


La palabra moderado mola, minipunto para el que la inventó, se pega cual un pósit tras la barbaridad para que esta lo sea menos y se le felicite además por su honestidad.

De alguien que confiesa ser un “alcohólico moderado”, y aunque sea el comandante de un Airbus, diremos que es una persona madura consciente de sus debilidades, que siempre que puede, que por lo general no, se controla.

Lucía Lapiedra es o ha sido pornostar, maja chica, por mí estupendo, pero mi tía Basília, que es superiora de las ursulinas en Sabadell, no tiene una buena opinión sobre ella, de hecho le desea todas las llamas del Averno, la mujer es categórica e irracional pero no establece gradaciones absurdas, aceptaría el martirio antes de visionar una peli de “porno moderado”.

Los sustantivos que en lugar de la cabeza parten del sexo o del estómago no admiten llevar determinados adjetivos a su vera, siquiera por quitarles hierro, en realidad algunos de ellos adoran el hierro con auténtica pasión.

Lo que este humilde bloc pretende con toda esta retórica no es otra cosa que confesar que ignora el punto en el que radica la moderación de un partido que basa su programa en la absoluta infalibilidad de un texto religioso cuyo borroso origen nos queda siete siglos antes que los viajes de Marco Polo, ocho de Erasmo y de la imprenta, diez de Newton y la Enciclopedia, doce de la Revolución Rusa y trece de Internet.