así sea y yo que lo vea

Romería Vasca. 1919.  (José Arrúe Valle)
La foto es buena, siniestra pero buena. Una pared azul, una mesa blanca, la ropa negra, la chapela y el capuchón. Por cierto; ¿no han sido siempre negros? Banderas a los lados. La plasticidad es cautivadora

Nadie ni nada está donde estaba en el 68, tampoco los porqués. El planeta ha girado 16000 veces desde aquél mes de junio y el Estado Español, o lo que sea, todavía más y más rápido.

Tanto así que algunos vivimos mareados. Otros nos hemos muerto. Por suerte bastantes más hemos nacido. Nos hemos ofendido y mutilado y ahora somos viejos, sólo algunos, otros somos nuevos, otros culpables, otros tristes y otros chungos. Otros, aunque lo ignoren, son simplemente imbéciles y se quejarán siempre truene o haga sol.

Pero ojalá.

Ojalá renunciemos a insistir con cualquier heroica tozudez, desmitifiquemos lo racial y superemos la visceralidad del imperio arruinado que se travistió en tonadillera. Ojalá también se relaje Don Sabino, refrene su exaltación decimonónica y se haga un viaje por la Europa que ya no existe.

Ojalá maduremos por fin y entendamos que la identidad se porta en el cerebro y no en una escarapela. Aprendamos que la patria es una señora  sin marido,  una amante que, si se lo pides bien, te acompaña donde haga falta.

Dijo Costa algo de cosas que deberían cerrarse bajo siete llaves para que nadie vuelva a echar mano de ellas. Pues eso.

Si se tira un poco más al norte del norte en el que un servidor vive, se llega a un país hermoso al que le envidio los miles de chubascos y las protestonas gaviotas.