el Conde y las obras.


El Conde no protesta, salvo el mangüi del chándal de legionario y la travesti albano-caribeña no tiene a quien, la zona es escasa en aristócratas, a trescientos metros está el César pero no se hablan, el Conde opina que  el romano es un facha.

Me cuenta el Conde que la calle la ensancharon a principios de los años veinte: El barrio que pisamos, me dice, o bueno, rectifica, el que pisa usted  porque yo soy un busto, era Gomorra en alpargatas, la burguesía pedía una avenida para ir en el Hispano-Suiza a los toros, el Concejo arrambló y luego buscó un nombre para el tramo recién urbanizado. Propusieron el mío y así se quedó, termina de contarme sin excesivo orgullo.

Llegado el franquismo a Aranda lo acusaron de masón a pesar de llevar tieso siglo y medio. Dijeron los del caralsól que, no bastándole ser un hombre sin Dios expulsor de jesuitas, se compadreó con los franceses, que excepto Santa Teresita de Liseux son una panda de guarras y jacobinos, durantye 4o años el Conde se quedó sin calle. Una vez hubo palmado cierto generalillo que paso de mentar, el de Aranda retornó al sitio que le correspondía.

Ya en el siglo XXI nuestros viejos primos magrebíes, que es como los llamamos para no decirles moros, perdonándole a Santiago las putadas se vinieron a currar, o más o menos,  y los conductores de la línea 33  empezaron a llamar a esta calle Avenida Marrakech, pero eso fue algo puramente anecdótico.

Así hasta un día del 2007, doscientos y pico años después de que el zoquete de Carlos IV se privase del sobrio consejo del Conde enviándolo al destierro, la Asociación de Comerciantes apoquiñó. Con los consabidos claveles y bandericas colocaron el busto en la esquina frente a Medias Angel, que dice mi padre.

Y no es que el hombre sea un desagradecido, no es eso, pero aquí es cuando Abarca de Bolea pregunta a quien corresponda: ¿Por qué, sabiendo como sabían, que la esquina en breve iba a ser despachurrada por las obras, no se aguardó un poco antes de darle el gusto con el busto?

Se hubiese esperado sin ningún mosqueo -aclara él- tres o cuatro años más pasan enseguida tras dos siglos en la inopia.

No quiero que se ofendan –termina explicándose- pero es que las putas excavadoras me llenan de polvo la peluca.