Paseo de Echegaray, hoy y el martes pasado.


Ayer por la tarde pasé por ahí y no estaban el matrimonio mayor ni el barandado de hierro. No sé a dónde habrían ido.

En la otra orilla del río hay muchísimos menos chopos y los edificios ya están terminados. Y no sólo eso, los recién casados que compraron los pisos del fondo hace años que dejaron de tener cosas que decirse. Además han desmontado la grúa porque la necesitaban para subir sacos de cemento a unos apartamentos en construcción que, por alguna extraña o estúpida razón, ahora valen doce o trece veces más.

El río sí es el mismo, o al menos eso dice él.

La columna que hay a la izquierda, fuese lo que fuese, se quiso quedar ahí. Tozuda y bastante hundida en la acera actual, hoy embaldosada dos palmos por encima de su abuela, debió ser el soporte en ladrillo de algo que se extravió hace ya demasiado tiempo como para poder entenderlo, testigo de cosas que ya no importan a nadie.

Aproximadamente el mismo lugar en 1956 y fotografía de José Antonio Duce.