que se mueran las aceras

proyecto de remodelación del entorno de las Murallas.
Hemos descubierto que las aceras sobran, que son unos bordes los bordillos. Veinte siglos de urbanismo idos a la porra, los Yarza eran una familia de paletos.

Las aceras separan a la gente, nos obligan a optar entre la izquierda y la derecha, son nocivas y deben ser pues exterminadas, hagamos justicia y linchémoslas, putas aceras, que no quede ni una.

Y ya que estamos tumbemos también los faroles alfonsinos, que son una panda de cursis obsoletos, presuntuosos, amariconados, ni farolitos ni habas, que espabile Gardel, iluminemos las calles con luz blanca, con altas torres cuajadas de focos, como los estadios, y las plazas desde luminarias empotradas en el suelo, cual la pista de baile del Travolta. Desterremos y fundamos esas farolas verdes, lascivas y bulbosas que incitan a las parejas a besarse, el romanticismo, a no ser en el contexto del 14 de Febrero, puede hundir el sistema capitalista.

Así que fuera, fuera a su vez cualquier mobiliario urbano que carezca de aristas, llevemos los bordillos desgastados al paredón, desmenucémoslos con un mallo y que sirva de ejemplo, que sepan los incívicos que contra el progreso nadie carraspea. Los arquitectos dicen así y así se debe hacer, para eso han estudiado y Albert Speer se les aparece en sueños.Los nostálgicos que se muden a Monmartre, que decaigan allí pintarrajeando creperías, aquí vivimos en el siglo XXI.

Quien tenga niños que los lleve de la mano o esposados por los tobillos, en cualquier caso poco importan unos cuantos niños atropellados por el tranvía si a cambio ganamos una proyección espacial, un punto de fuga hacia el infinito y que, si es necesario, un Airbus pueda aterrizar frente a San Juan de los Panetes.

Al principio será duro, los perros sufriran estrés buscando un árbol y cuando llueva en el embaldosado se harán enormes charcos con anacondas y caimanes. Los abuelos que salgan a tomar el sol perecerán deshidratados intentando alcanzar los porches del Mercado. La sensación de soledad les volverá locos, el cierzo ululará e imaginarán voces. Como Amundsen, mirarán a izquierda y derecha y verán sólo un mar helado.

Pero así ha de ser cuando la modernidad aguarda, no obstante, y me dirijo a usted Señor Alcalde, y antes de que sea irremediable, cierre ya esa maldita caja de Pandora de la que dejó escapar a cientos de urbanistas desquiciados.



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