No, este bloc no conoce en
persona a Mitt Romney, si bien lo intentó, la última vez que pasé por Washington
le hice una perdida, debía estar conduciendo porque no me contestó, así que después
de comer me llegué a su casa.
Su urbanización está un poquito
alejada del centro (si entendemos como centro la plaza Mayor de Washington). Hay
que dejar a la derecha el memorial de Lincoln, hacer el stop y cruzar el Potomac por el puente
de Portugalete, seguir la carretera de Arlington, pasar una gasolinera y
un EROSKI, dos kilómetros después hay que coger la primera salida de la rotonda
(hay un busto de Paquirri), tirar recto un
par de manzanas hasta un bar que hace chaflán (Bar Matilde, tapas, pone en el letrero, que tiene une escudo del Betis). Junto a su portal hay
una farmacia y un video-club que cerró.
Toqué en el telefonillo:
-¿Está Mitt? ¿Puede bajar?
-No, no está. Ha salido de viaje
por Filadelfia.
-¿Ha ido a comprar queso?
-Ya le diré que has estado –me
dijo cortante una voz de señora mayor.
Hay religiones llevaderas y
religiones que te siguen donde vayas, por mucho que los católicos nos quejemos de
la nuestra ésta nos condiciona sólo muy relativamente, a no ser que
seas monje en un risco de la Meteora.
En el caso de los seglares de a
pie, y aunque hayas comulgado vestido de marinero en el altar mayor de San Juan
de Letrán, diez años después nadie viene a tu casa para excomulgarte por haber
echado un polvo con la Macu en el asiento de atrás del Ford Escort de tu padre.
Es más, tras la Macu, todo
depende de ti, puede pasar por el mismo asiento el instituto al completo, tu prima
de Belchite, la vecina madurita del sexto y un butanero kosovar. Hoy por hoy
dudo mucho de que la Santa Hermandad golpee en tu puerta a las tantas de la
madrugada para llevarte encadenado a sus calabozos.
Siendo nominalmente católico puedes criticar la
visita del Papa, negarte a poner el belén en navidad, irte a la Manga a pasar
la Semana Santa o salirte a media misa de la boda de tu hermana porque te da un
cólico cada vez que ves el careto de gilipollas de tu futuro cuñado.
La religión que profesa Romney es
otra cosa, no existe un mormonismo que únicamente se reduzca al censo, supone un modo de hacer permanentemente acorde con los difíciles deseos de la divinidad, y sabemos que Dios tiene un carácter complicado. La libertad del Sr Romney está relativizada por su fe, le exige templanza, que no es poner bajita la calefacción, aparte
de la obligatoriedad de rechazar un Ribera del Duero un mormón no puede
alejarse un pelo de conejo de los dogmas. De lo escrito por los profetas, cual la niña de Catalana Occidente, todo, todo y todo es literal, ha de creerse cada
coma, jamás poner comillas y dedicar horas y horas al culto, decir amén al final de cada párrafo y soltar el diezmo, que no sé en
los USA pero en mi pueblo supone el diez por ciento de lo que ganas.
Quien opina duerme perfectamente (como Hommer Simpson en la central) y dormirá igual la noche de las elecciones,
pero ojalá Obama siga siendo Obama. Si los norteamericanos se dejan llevar por su innato amor a lo friki
quizá el resto del planeta lo suframos, el futurible presidente Romney debería compatibilizar su credo, radical y un tanto más estrafalario que otros credos, con
el afán de lograr el máximo bienestar para los ciudadanos de los EEUU, que son un mogollón y sus errores siempre nos salpican.
Habría que saber qué le aconsejaría el Libro
de Mormón en el supuesto caso de que Ahmadineyad se ponga cabezón con continuar
refinándose él mismo el uranio, por ejemplo.
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