a chunguing morning.


No estoy para coñas, como mis tres lectores saben, e incluyo al esquimal y a la superiora de las Ursulinas de Balvanera, hace ya más de tres meses que no escribo.

Pero no ha sido culpa de las musas, al contrario, han sido ellas quienes más me han dado la tabarra, especialmente Clío, que está imposible desde que perdió el pleito con la Renault.

La vida es susceptible de complicarse, incluso cuando mejora. es curioso que con la muerte no suceda lo mismo, largarte de aquí por lo general suele ser un trámite sencillo.

Salvo que seas faraón.

No obstante es del dominio público que mantenerse vivo tiene ventajas, quedarse en la cama hasta las doce es agradable, también lo son unas pantuflas forradas de borreguito.

Además está la sombra en agosto, la luz reflejada en el trasero de ella cuando se levanta a beber agua, la guitarra de Joe Walsh en Hotel California y la longaniza de Graus.

Pero a veces uno, o sus circunstancias, se atascan.

En un invierno cualquiera, estás yendo a alguna parte y se te hunden las botas en la nieve, como al doctor Zhivago, si es que se escribe así.

Llueve cuando inicio este post, llámalo post llámalo milongas que se le ocurren al Pilot, la caligrafía de Michael J Fox, la servilleta de bar, de esas que no te limpian cuando te manchas los dedos con el aceite del churro.

Llueve y es evidente que no estoy para coñas, en esta mañana de marzo la ironía corre asustada y en pelotas por la calle, la he echado a puntapiés, repito; poca coña hoy conmigo.

El chino ya debe llevar liquidados unos cuarenta euros en la tragaperras, cosa curiosa; no pide cambio, lo saca de una riñonera de estética manchú con un escudo bordado del Barça.

Me gustaría ser chino, o no, lo que querría en realidad es ser menos individualista, o ser ameba, o estafilococo, o un tipo cualquiera de molusco.

Bivalvo a poder ser.