la muerte es mala

Cristo de la Buena Muerte.

Unamuno afónico para nada, Lizipaína desperdiciada, además es de Interés Turístico Internacional, cual la Tomatina. Aún en crisis somos puro espectáculo, venid guiris y opinad, que nos da igual, acerca de nuestras instituciones, vamos a ver si son o no son laicas. Y a vosotros, Rousseau, Voltaire, que os vayan dando que estamos de puente, hoy es Jueves Santo y la religión sin patetismo es cosa de protestantes sosainas que no saben divertirse. Aquí seguimos a vueltas con la muerte.

Sospecho que reconocerlo influirá negativamente en mi solicitud de alistamiento pero he de confesar que a un servidor morirse le pone un mal cuerpo espantoso. La muerte no puede ser hermosa antes de los cien a no ser que tengas una enfermedad sin remedio desgastándote por dentro.

Por afición a la vida Pasteur se fundió las pestañas y Florencia Nightingale las cervicales, y por lo mismo un picoleto se sumerge hasta las amígdalas en un río helado o unos padres autorizan a que el corazón y los riñones de su hijo salgan zumbando en helicóptero para que la parca sea derrotada en la tanda de penaltis. Los vítores deberían ser por ellos, incluida la señora que pasa el mocho en el quirófano, antes de por Alejandro de Farnesio.

Aquí, un servidor, como Violeta Parra agradece a la vida el abecedario. Llámenme marica, me importa un huevo, pero pienso vivir hasta que me muera. Gracias al esfuerzo de gente inteligente que rara vez presumió del tamaño de su escroto, habito en un país en paz y pacífico. Y dado que Cavaco Silva no es Kin Jong y que, hasta donde yo sé, el ejército de Andorra carece de misiles, lo que me preocupa es que me suban el recibo de la luz. Eso sí que es un atentado a la Soberanía Nacional.

Me estresa la marcialidad sin cuento, la chulería innecesaria. La patria, por suerte, prefirió civilizarse y dejar de exigirnos que vertiésemos la sangre arrebatándole un cerro al vecino. Otra cosa es que terroristas y canallas la hayan derramado por su cuenta sorprendiendo por la espalda a un policía que cumplía decentemente con lo suyo sin necesidad de histrionismos ni vivaspañas.

Sé que es insalubre disentir de la tradición, del heroísmo circunscrito, si me echan al fuego ya me he despachado, y aunque quien suscribe admire a ese chaval de la ASPFOR que voló por los aires cuando atravesaba un poblado pastún, no me convencerán de que murió por mí, ni tampoco por defender éste querido país en el que tan difícil es ser a la vez patriota y progresista.

A Cristo, por cierto, nadie le pregunta, le bandean haciéndole desfilar por un pasillo de subfusiles dando por sentada su opinión. Me temo que los ejércitos le inspiran escasísima confianza. Algo muy lógico dada su experiencia.