Según la Universidad de Toronto, y
tras haber hecho un estudio con cien millones de torontonianos, ver la
televisión a solas es demoledor para la psiquis. Frente al televisor, así seas
un levantador de piedras de Leiza, te conviertes en un ser frágil y susceptible
de sufrir cualquier tipo de agresión.
Por ejemplo, cuando en el
telediario te cuentan que al yerno de no sé qué monarca, a pesar de su imputación,
no sólo le permiten continuar siendo excelentísimo sin haber apoquinado aún la
tela de la fianza, además le ofrecen un pastizal de dimensiones pornográficas por
capitanear un equipo de vóley femenino en Abu Dabi.
Se trata del tipo de noticias que
conviene oír tomándote un cortado en la cafetería de la esquina, dándole
vueltas al azúcar junto a otros cuatro con las narices tan templadas como las
tuyas. De modo que cuando al fondo del bar, en la Samsung de 42 pulgadas asome el
susodicho en plano americano y con su careto de pijo cuarentón, rubio y
entrecano embozado en su bufandita, tengas tus recursos para defenderte.
Porque ahí es cuando el señor
bajito del alfiler de corbata del Atleti manifiesta en voz alta, sin la terminología
jurídica adecuada pero con muchísima pedagogía y cerrando un poco un ojo igual
que Clint Eastwood, el modo con el que él remediaría el despropósito. A lo que
el auditorio en pleno, tú mismo, la camarera panchita, la señora ludópata del estampado
de leopardo y el prejubilado de la mesa del final, como Tony Curtis a Espartaco
juramos seguirle hasta la muerte, tras lo cual te volverías a casa cantando la
Marsellesa pero sólo te sabes la primera frase. No es como el cuadro de
Delacroix pero sí parecido.
Lo insano es que cuando saquen en
la tele a los presuntos te pillen sólo en casa y derrengado en el sofá. Puedes igualmente
despotricar, si, pero como mucho recibirás el apoyo de la foto de tu cuñada de baturra
que tienes colgada en el salón, quizá el de la bailarina de Lladró, y para
cuando hayas terminado tu sentencia el corrupto se habrá ido ya de cuadro y Matías
Prats estará con otro tema. En Rubielos de Mora un peñasco cayó ayer en mitad
de la carretera y el MOPU tiene la excavadora en el taller. Tu bronca la
recibirá pues un tractorista jubilado que en su vida se fue de la taberna sin
pagar un carajillo.
Hace dos siglos que los del
pueblo llano dejamos de ser sanguinarios. El mantenimiento de la guillotina
corría por nuestra cuenta y nos salía carísimo el afilador. Ahora nos
conformaríamos con que ésta gentuza tuviese la obligación de escuchar al menos
un diez por ciento de los epítetos imprescindibles para describirlos. Olvidémonos
de las cárceles, que para ellos serían una anécdota, dudo mucho que los
pusiesen a montar bolis Bic.
Condenémosles a que nos tengan
que oír uno por uno, desde la anciana desahuciada a mi novia, a la que le han tangado la beca
alegando el Ministerio déficit en el encéfalo del ministro. Propongo poner a toda
esta raza de anélidos de pie contra una tapia, ahora sin raybans que les atenúen
la vergüenza, e ir pasando los millones de contribuyentes armados de un
megáfono.
La Libertad guiando al Pueblo. Eugène Delacroix 1830. |