¡Qué decepción! ¿el anuncio de Bankia era mentira?


00:04: Mientras en el pasillo pasan el mocho nace Rodriguito. En el suelo de esa clínica se pueden comer potitos

00:14: Angelical y poniendo cara de soymaslistaquelcopón una universitaria entrega su examen. El resto del aula echa humo por los sesos, ella no. Sonríe satisfecha. Se las sabía todas o se ha metido tres pirulas.

00:21: Pareja perfecta, treintañeros perfectos, se quieren como la trucha al trucho, incluso más. Intercambian miradas y sonríen pánfilamente mientras hacen la caja de su bar, un american style donde oyen la radio en un aparato de 1974 y por la calle pasa un tío trajeado que lleva un sombrerito y tres globos de colores. Todo es muy normal.

00:29: En una librería de viejo un hombre maduro, pulcramente desaliñado, como en plan profesor de literatura finesa, revuelve entre los estantes. Salvo en los anuncios de sopa los hombres maduros siempre son intelectuales. Un taxista cuarentón inspira escasa confianza a los inversores, un fontanero ni hablemos. 

00:40: Un joven despeinado (en publicidad los jovenes no se peinan) sobre la arena de una playa pinta el nombre en la proa de su barquito. Es ésta una actividad cotidiana para cualquier español de la Meseta. Otro joven despeinado juega al baloncesto, tiene así como un aire a Pau Gasol porque mola que todos los jóvenes despeinados que jueguen al baloncesto tengan así como un aire a Pau Gasol. La actriz que interpreta a Cruella de Vil en la versión para adultos recibe un ramo de rosas.

El único currito del anuncio es el veterano acomodador. No sonríe, ni le debe apetecer ni es imbécil. Tras la última función revisa el patio de butacas por si a alguien se le han caído las llaves del Opel Corsa o la cara de vergüenza.