Los chopos del Actur y el árbol de Ana Frank.


Soy un inofensivo amateur y no vivo de escribir en un cuaderno, lo hago porque me da la gana, porque me evade del hecho tremebundo de tener diez años más de los que tenía hace diez años y porque me desamarga la vida, un verbo que, como cualquier persona medio leída sabe, no existe.

Ateniéndonos a la fisiología disto mucho de ser una niña de 15 años, pero una buhardilla oculta tras un armario o una ciudad de 700.000 habitantes pueden ser universos similares.

Este verano el árbol que Ana Frank miraba desde su ventanuco ya no pudo dejarse sujetar más y se vino abajo. Era un castaño, el Ayuntamiento de Ámsterdam no logró evitar el suicidio anunciado.

Mis árboles son los chopos de la Avda María Zambrano y de momento siguen ahí, faltaría más, estoy teniendo más suerte que Ana, ni me sacan a culatazos de mi casa ni me exterminan mis vecinos. 

A cambio su libreta, honesta y manuscrita, ha sido ya leída bajo millones de cielos mientras que la mía sólo la leo yo, o como mucho el gnomo verde que vive dentro de mi ordenador. Pocas veces, porque el muy borde me tiene a menos como autor y como todo.


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La página del árbol:   http://www.annefrank.org/en/Worldwide/Anne-Frank-Tree/