el rey se va de bísnes.


Este bloc opina que el rey no tiene que llegar a Chile.

Me explicaré mejor porque la frase parece la orden de un padrino calabrés. El rey puede llegar a Chile todas la veces que le de la gana, cruzando la Cordillera aunque no le espere nadie, pero que no lo haga por mí. A éste servidor, y porque no hay más remedio, sólo le representa su gobierno.

Ministros ha de haber que tengan sus estudios (la FP de Ministro, supongo) y cuyo deber sea pasearse por el mundo, si es menester con un jamón serrano y un obelisco de Calatrava bajo el brazo, ponderando nuestras facturas ante los magnates chilenos, chinos o chicagüenses, invitándoles a venir a ver muñeiras al Castillo de la Mota y a comer luego una paella, y en tanto el arroz se cuece que Marisol se retrotaiga a sus once años y, con su vestido de lunares, les cante aquello de “estando contigo, contigo, contigo me siento feliz”.

Entre unas cosas y otras regresarían a sus países convencidos de la exquisitez de lo que sea que en España produzcamos, si es que todavía producimos tras varias décadas creyéndonos capaces de medrar con la sola ayuda del sol y una jarra de sangría.

Resulta difícil confiar en la eficacia de una campaña comercial en la que los potenciales clientes en lugar de llamar al sales manager usando el apellido se ve en el compromiso de llamarle majestad. Chile aún es joven, en la práctica no saben qué cosa es un rey, eso que se ahorran.

Nosotros en cambio ya estamos viejos y catarrosos, podemos continuar lo que nos quede  jugando a poseer príncipes y princesas, aparte de marcas de bragas y galletas son esa décima de historia que nos invita a hornear tartas rosas o celestes cada vez que nace un infante, y el cuento se alarga sin que ninguno de los Grimm lo zanje expropiando rentas y castillo a la Bella Durmiente hasta que no le quede otra que aceptar un curro en Telepizza.

Y a los republicanos dejémosles que lo sean, pobres, que continúen ignorando la suerte de haber crecido junto a Grimaldis y Borbones, viéndoles ir de boda y cazar ñus haciéndose esguinces como cualquier vasallo. Sólo los viejos europeos sabemos apreciar lo bien educados y campechanos que son y por eso compramos serpentinas para salir cada sesenta años a vitorear a la carroza.

Me refiero al vehículo y no a la señora.

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