Bodorrios reales e irreales. La boda de mi prima.


El miércoles, que por la tarde jugaba el Zaragoza, se casó por lo civil mi prima Juana Mari.

¡Ay hija!, ya es malo es que no lo hagan por la iglesia (que yo sabía que mi yerno no iba a darme esa alegría) ¿Pero en miércoles?, ¡qué poca gracia me hace maña! Había declarado abiertamente su madre.

Hablo de mi tía, no la que es hermana de mi madre sino la otra, la que se casó con mi tío Venancio, mi tío Venancio, pobre, que murió hará cosa de tres años. bajando del pueblo, en la recta.

No se percató de un camión de Pikolín que venía frenando. Según parece, el conductor no sabía si parar en el puticlub la Raposa, que lo llevan a medias un cubano medio negro y un gallego de Vigo, éste negro del todo, o en el Leslie Ann Club, que en realidad se llama Angelines y es de Torramocha.

La Angelines antes tenía un bar normal, lo llevaba con su marido y tenía por nombre El Jabalí. Me refiero al bar, el marido se llamaba Jacinto y la dejó sola cuando se fue a trabajar a la Opel de Frankfurt. De esto ya hace ocho años y en la pared del bar jamás vimos pinchada con chinchetas ninguna postal de los castillos del Rin, pero dejémoslo estar. La cosa es que la moza se hartó de levantarse a las cuatro para servirle carajillos a los tractoristas que le magreaban el culo cuando salía de la barra, el que más el Roque, que siempre juraba por sus muertos haber echado el importe justo en la máquina y que ésta no le había dado el paquete de Ducados, que es cuando la Angelines salía de la barra y zas, pellizco.

Al Roque, un viernes a las once de la noche mientras veía llorar a un legionario en un reality show, le dio un tarantán  fuerte en el pecho y el médico, que antes era Don Rufino y ahora es un peruano que se llama Washington  Leónidas y sabe más que Ramón y Cajál, que los dos juntos, le dijo que al tabaco adiós muy buenas, dado lo cual el Roque, tras el achuchón más acojonado que un neoyorkino llevando de compañero de avion a un tío con turbante, dejó para siempre de fumar y por ende de tantearle el trasero a la Angelines.

Ésta no echó de menos los achuchones porque por aquél entonces estaba  un tanto preocupada; llevaba unos meses haciendo  menos  carajillos. Le consultó a su ahijado, que hoy trabaja de mozo de almacén en el Ikea pero acaba de licenciarse en Económicas y el chico le propuso hacer un estudio de mercado, con el que llegó a la conclusión de que, entre las cosas factibles de comercializar en la comarca, estaban los melocotones con vino y las nalgas de su madrina, en el fondo artículos similares.

Así pues la susodicha se compró una docena de tangas y dos pares de botas hasta la rodilla de color plata en una tienda de chinos de Tarazona y se lió la manta a la cabeza. No es un buen dicho para referirse a una que se hace puta pero para el caso me sirve. Al garito no es que le vaya Richard Gere en su Lotus Esprit pero, salvando la aspereza de las barbas, sus paisanos le suelen ir duchados y se despachan pronto sin pedirle excesivas marranadas.

Volviendo a mi prima, decía, se casó ayer a pesar del yuyu que le dan los miércoles a su madre. Y es que, según le contaron a la mía en el hall de ayuntamiento mientras esperábamos a que el concejal saliese del lavabo (que iba fatal el buen hombre porque la noche de antes tuvo mariscada en la sede del PAR) fue precisamente un miércoles al mediodía cuando a su abuela le explotó la bombona de butano.

Mi tía, la del viajante vuelvo a aclarar, estaba en la peluquería de dos esquinas más abajo, con la cabeza metida en el secador y leyendo en el Hola que a la reina de Holanda la operaban de varices, cuando vio pasar volando a su abuela. A dios gracias ésta no se hizo gran cosa porque vino a frenarla la furgoneta Citroën de la fontanería de enfrente. A la abuela no le pasó nada salvo extraerle del recto un grifo monomando (entonces eran una novedad y les chocó mucho a los de urgencias). La furgoneta en cambio quedó hecha una lástima. El fontanero,  por mucho que pleiteó no vio ni un duro de indemnización y por eso, a pesar de ser vecinos desde antes de que les asfaltasen la calle, estuvieron sin hablarse durante veinte años. Incluso una vez que era la víspera del puente de la Inmaculada y este se marchaba con su señora  al apartamento que tenían en Cambrils, se negó a subir a arreglarles la cisterna del water y el piso de los abuelos se les puso como el lago Ness con monstruo y todo.

Así estuvieron hasta que el fontanero se jubiló, que fue antes de cumplir los sesenta. Le salió una hernia al ir a levantar un bidé que estaba colocando en casa de una señora viuda. Encima no le pagó alegando que le dejó el bidé a medio instalar y sólo le salía el agua fría, que en un bidé resulta una auténtica putada, máxime para una viuda. En el local vacío pusieron una casa de informática que cerró con la crisis, y más tarde un psicólogo de perros que dejó el negocio cuando un foxterrier deprimido le mordió en sus partes. Ahora lo tienen alquilado unos marroquíes como mezquita y dicen que la pared del fondo mira hacia la Meca. En ese mismo tabique el fontanero tuvo toda la vida un póster de Samantha Fox y una foto dedicada de Induráin.

Retomando una vez más a la boda de mi prima: hizo muy buen día, sólo llovió por la mañana y un ratico al mediodía. Por la tarde granizó. Mi prima iba muy guapa, enseñaba el escote recién operado. Ella es muy discreta y apenas nos lo confesó a los quince primos, a sus ocho tías y a la pareja de la policía municipal que había en la puerta, pero el aumento de senos le costó seis mil euros y se lo hizo en la clínica que una tal Vanessa, antes José Ramón, le recomendó por Internet. Las envidiosas, siempre las hay, se empeñaron en hacer notar que la niña había quedado ligeramente asimétrica, en realidad un efecto óptico que mi tía supo hacer imperceptible añadiéndole al vestido una flor de tela de veinte centímetros de diámetro. Cosida estratégicamente sobre el lado izquierdo los dos pechos parecían iguales. Para darle un beso a mi prima, esa era la contra, era necesario ponerte de puntillas y arquear la espalda como un artista del Circo del Sol.

El novio, el Fonsito, estaba realmente imponente. Insistió en casarse de uniforme sin hacerle caso a los que lo consideraron demasiado presuntuoso. Sus compañeros de promoción le hicieron el pasillo de honor a la salida. Quedó muy vistoso debido a que el uniforme de los vigilantes de parquímetros lleva en la bocamanga una cinta refractante, además tuvieron el detalle de no cobrarnos la primera media hora a los invitados.

Juana Mari y Fonsito mantuvieron la sonrisa durante toda la ceremonia, que duró casi tres minutos. Salieron francamente guapos en las fotos, lo mismo que el resto de la familia. Incluso la abuela del novio sale majica con sus 106 años largos. Y eso que desde hace dos la llevan muerta en la silla de ruedas para seguir cobrando la pensión.

Un boda perfecta y muy española, sin tantas chuminadas como la de los Duques de Cambridge. Por cierto; ¿porqué el príncipe Felipe asistió disfrazado de capitán del Titánic?